by F. Wirtz
Internet es una máquina de otro tipo. Las máquinas, se supone, son sistemas cerrados o agregados de sistemas. Pero internet es una máquina que se alimenta de máquinas. Y, sobre todo, es una máquina turbia. Otras máquinas tienen una función. Internet en sí no posee función. Es simplemente disponibilidades. Esta cantidad se llama Data-trash. Quiere decir que es un repositorio de basura virtual. Si se pensara en internet como algo abstracto, así como el idealismo alemán pensó a la conciencia como algo abstracto, entonces la web es eso, un sistema descentralizado de basura en forma de datos. Información inútil. Esta información es, por un lado, pura disponibilidad, lista para ser implementada. No podría haber machine learning sin esas disponibilidades. Pero debajo de ellas se esconden también datos insolventes. Eso es trash. El trash es requisito de la revolución porque es lo marginal de la máquina. Sin embargo, no hay que confundir el trash con un concepto filosófico como el de “resto”. Derrida habla del resto para criticar el “carnofalologocentrismo” del capitalismo moderno. Con razón lo hace. El peligro es que siempre es posible caer en la metafísica y existe también una metafísica del resto, es decir, una metafísica de la deconstrucción: una metafísica de la anti-metafísica. La pureza es el resto, lo bello es el fantasma. Se ha ensayado muchos términos depurados de “sustancialidad”: nada, resto, Dasein, etc. El problema de la metafísica, sin embargo, no es puramente terminológica. El verdadero peligro metafísico es su filtración en la cotidianidad del pensamiento. Es un antiguo peligro que ya advertía Hume. Transformar en causales relaciones que no lo son. No es otra cosa la metafísica. En ese sentido el trash es la categoría más baja posible de la ontología. Es sub-ontológica. El trash es la basura más deforme, turbia y oscura. Perversa, poliforme. Inaccesible. Es impura, nunca será la salvación de nadie.