Los ojos de los haniwa

Tetsurō Watsuji

1956

Originalmente, un haniwa es, como sugiere la palabra, un cilindro sin esmaltar hecho de arcilla [la palabra ‘埴輪’se encuentra formada por el sino-grama de ‘arcilla’ (埴) y ‘anillo’ (輪)] . Probablemente fueron calentados a unos 800 grados y poseen un color marrón rojizo. Los haniwa se encontraban colocados alrededor de túmulos que eran utilizados como tumbas. En la parte superior de estos cilindros sin esmaltar se pueden observar diversas formas. Estas formas representan objetos con un significado especial para la vida humana o bien que pertenecían a su cotidianeidad: casas, herramientas, ganado, aves y especialmente hombres y mujeres. Según la leyenda, los haniwa fueron introducidos para abolir la costumbre del suicidio ritual ante la muerte de los amos y, aunque no pueda comprobarse la veracidad de este punto, lo cierto es que su intención era consolar a la persona fallecida. Entre las formas de los haniwa, las personas, los animales, las aves, etc. resultan bastante interesantes. Podemos entenderlas como la expresión de las artes plásticas del período Kofun en nuestro país.

El período Kofun [‘kofun’ significa literalmente ‘tumba/túmulo antigua/o] de nuestro país va desde el siglo III hasta el siglo VII d. C, y es una era centrada en la relación de las dinastías Ōjin y la dinastía Nintoku con Corea. La imaginación de la gente aún era tan ingenua que el incidente [Watsuji se refiere a una supuesta invasión japonesa en la península coreana, arqueológicamente puesta en duda] se conserva como la historia de la encantadora Princesa Jingū, a pesar de que poseyó una acción militar organizada tan grande. Sin embargo, a pesar de este carácter ingenuo, al mismo tiempo que esta imaginación, por un lado, se encontraba formando los antiguos mitos y las leyendas fundadoras de nuestro país, por otro lado, se encontraba formando las personas, los animales y las aves de estos haniwa. Aunque las narraciones verbales y las expresiones figurativas son bastante diferentes, si se consideran como producto de la misma imaginación, hay algunos puntos que deben tenerse en cuenta.

Kofun.

Tanto las historias de los dioses como los personajes de los haniwa son, como dije antes, de un carácter ingenuo. Sin embargo, es innegable que, a pesar de esta precariedad, hay algo en ellos que nos atrae. Ante todo, me gustaría aclarar que esta ingenuidad es bastante diferente a la característica extrañeza del arte primitivo. En Japón, tales artes primitivas incluyen la cerámica de Jomon [14,000–300 a.C.] y sus figuras de arcilla. Es posible reconocer allí una sutileza, un ingenio y una habilidad que, a pesar de ser extraño, no llegan a ser ingenuos. La cerámica Jomon representa, en ese sentido, un estilo que ha madurado durante un período de tiempo muy largo. Así y todo, en Japón, una tradición tan antigua parece haber sido completamente desechada en el momento cuando comenzó la vida agrícola sedentaria con la cultura Yayoi [300 a.C. al 250 d.C.]. La forma y el patrón de la loza se volvieron muy simples, abandonando el carácter de lo grotesco. Las figuras de humanos y animales aparecen en dibujos lineales dibujados en la superficie de los dōtaku [campana ritual fabricada en bronce] y las lozas son tan infantiles que no se pueden comparar con las figuras de arcilla de la loza de Jomon. Dado que el período Kofun surgió después de que dicha cultura Yayoi se desarrollara durante al menos tres siglos, no hace falta decir que los haniwa aparecieron de manera completamente independiente de la tradición de la cerámica de Jomon. Además, cuando surgieron los haniwa representando personas, alrededor del siglo V, mucho después de su primera aparición, resultó evidente que la ingenuidad de estos haniwa no tenía nada que ver con el carácter grotesco del arte japonés primitivo.

Estatuilla Jomon.

La segunda cosa a tener en cuenta sobre la ingenuidad de las figuras haniwa es que su modelado no tiene como objetivo necesariamente mostrar el cuerpo humano de manera realista. La forma cilíndrica de los haniwa era solo una ‘forma significativa’, que no pretendía originalmente representar el cuerpo humano. Esto a menudo se manifiesta en el manejo descuidado de las extremidades. Usualmente se prescindía de los pies y ambos brazos se representaban únicamente para indicar que la figura tiene algo o está bailando, por lo que no se ve ninguna intención de representar hombros y articulaciones de manera realista. Sin embargo, cuando una ‘forma significativa’, por ejemplo, una ‘armadura’ era colocada sobre una de estas figuras humanas cilíndricas, la armadura aparece representada con una atención muy cuidadosa, que es completamente diferente de la de las extremidades. Es posible sentir la rigidez del hierro de la armadura y las tachuelas que unen las placas de hierro están dispuestas de manera tal que puede sentirse su tensión. Esto muestra que estas armas de hierro eran un tema de mayor interés que el cuerpo humano, y ésta parece ser la forma de sentir del período Kofun. Además de la armadura, las formas redondeadas de los collares y los adornos de la cabeza también se consideraban ‘formas significativas’. Sin embargo, de cualquier modo, las ‘formas significativas’ no llegan a ser tan importante como el ‘rostro’. Desde ese punto de vista, es natural que el rostro de estas figuras haniwa dé una impresión muy diferente del resto del cuerpo.

El rostro posee un conjunto completo de elementos como son los ojos, la nariz, la boca, las mejillas, el mentón, las cejas, la frente y las orejas, pero son los ojos, nariz, boca (y especialmente los ojos) juegan un papel muy importante. El hecho de que los ojos en las obras primitivas tengan tal centralidad, como dice Frobenius, no se reduce a las figuras haniwa y puede apreciarse ya en las pinturas de animales de las cuevas en el sur de Francia. Sin embargo, el hecho de que esto es especialmente notable en las haniwa no puede pasarse por alto a la ligera. La característica más distintiva de las haniwa son los ojos. Esos ojos son los que dan extrañamente vida a las ingenuas figuras haniwa.

Haniwa.

Así y todo, estos ojos son meros huecos en la superficie de arcilla. Se acostumbra suponer que el agujero tiene la forma de una hoja de castaño, una elipse alargada horizontal, y que en esto puede verse el esfuerzo para copiar la forma del ojo. Sin embargo, no hay nada realista en ellos. A veces el hoyo es incluso redondo. Sin embargo, parece que las personas en el período Kofun eran muy conscientes de que la expresión del rostro del haniwa era animado precisamente por medio de la colocación estos dos rústicos agujeros. Es claro que estos dos agujeros, en tanto ojos, cumplen la función de ser la ventana del alma.

Haniwa.

Para pensar por qué la gente en el período Kofun lo percibió de este modo, creí necesario observar una figura haniwa no desde cerca, sino a tres, cinco o más, incluso a veinte o treinta cuerpos de distancia. Como consecuencia, los ojos de las figuras haniwa se mostraron extrañamente animados. Si este ojo tuviera una forma realista, no sería claramente visible a distancia. Sin embargo, este ojo no posee tal forma. Si se lo mira de cerca, es solo un agujero ahuecado, pero cuanto más nos alejemos, menos visible se vuelve la rusticidad y sale a la superficie el ojo como una ventana del alma. Esta es la razón por la que estas figuras se muestran extrañamente animadas. Al manifestarse este efecto en los ojos, el rostro se vuelve vital y, así, toda la figura haniwa cobra vida. En el período Kofun, la gente veía a las figuras haniwa de esta manera, y las hacían igualmente para que se vean de este modo.

Creo que pensando la cuestión de esta forma se puede entender la sorprendente vitalidad de estas figuras haniwa. Los creadores de las figuras haniwa no intentaron realizar una representación realista del ser humano. Sólo intentaron hacer figuras significativas. Así, dado que lo más significativo es el rostro, las haniwa fueron creadas de este modo. La técnica de modelado utilizada puede que haya sido ingenua, pero la actitud de intentar atrapar a la ‘persona’ por su rostro no es en modo alguno ingenua. Si se conociera la técnica, no puedo evitar sentir que detrás de eso hay algo que se puede desbordar de repente. Por lo tanto, no es tan extraño para mí que las personas que hicieron estas ingenuas haniwa hayan sido las mismas que, uno o dos siglos después, pudieron realizar las esculturas budistas del período Suiko [554-628 d.C.].

Escultura Suiko

Traducción: F. Wirtz

*Todos los comentarios entre corchetes son notas del traductor.

**Las imágenes fueron tomadas de Wikipedia.

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