Una tortuga boba se mofaba de la esponja de mar, arguyendo que la fragilidad de su piel la convertía en el ser más vulnerable del mundo acuático; y para demostrarle su debilidad, comenzó a devorar parte de su poroso cuerpo.
Mientras lo hacía, repentinamente apareció una morena y atacó al reptil, dejándolo herido de muerte. Y la esponja, en virtud de su naturaleza, comenzó a regenerar su cuerpo mientras veía cómo la tortuga moría lentamente.
A veces, la fortaleza radica en nuestra capacidad para recuperarnos de los males externos.