2015
F. Wirtz
Vivimos en una época donde la violencia ha alcanzado un grado de brutalidad extrema y, al mismo tiempo, es más abstracta que nunca. A diferencia de otros siglos donde la violencia no era masivamente visible, a pesar de estar allí, nuestra era se caracteriza por la propagación de las imágenes sobre la violencia. En particular, un género reciente es el de las decapitaciones de ISIS. La serie de decapitaciones comenzó el 19 de agosto de 2014 con la ejecución de James Foley. Las “series” están de moda. Son un formato de programa que funciona, lo demuestra el éxito de The Big Bang theory, Two & a Half Men, How I met your Mother, y una infinidad de otros títulos. Entonces un primer rasgo que estos videos comparten con la cultura del enemigo es el formato períodico. Cuando uno mira los primeros videos en los que aparece presuntamente Abdel Majed Abdel Bary como ejecutor encapuchado, llama la atención, además de la frialdad y la inhumanidad, la edición del video. Las imágenes están “cuidadas”, hay una puesta en escena. Otro video muestra a un pilóto jordano encerrado en una jaula y siendo quemado vivo. Nuevamente, sorprende la mise en scène. No sé cuál es el trasfondo de los videos, cuál es su lógica. Al análisis aficionado e inmediato de un data-trasher, lo primero que salta a la vista es su teatralidad. La edición no se parece al montaje de Kiarostami, por el contrario, el ritmo y la compaginación de tomas es claramente un tributo al cine de Hollywood. Así representó Estados Unidos el terrorismo, así se representa él mismo. Es un gesto inteligente. Una parodia sangrienta del poder de los medios.
Hay más videos de decapitaciones, muchos sin la posproducción de la serie nombrada más arriba. Algunos sin editar, donde puede verse la ejecución en su totalidad. Es un espectáculo brutal, lamentable, que merece nuestro rechazo absoluto. Pero no hay que caer en la trampa. Es sencillo identificar estos crímenes con la barbarie. Pero no hay que olvidar que existe una barbarie occidental, oculta. La decapitación desde la guillotina y antes también posee una función pedagógica y espectacular, instaurando el miedo a todos aquellos que la presencian. Pero la barbarie occidental, los crímenes de Guantánamo, los perpetuados en Irak, Afganistán, por nombrar sólo un puñado, y las millones de víctimas del capitalismo que perecen en silencio en los países subdesarrollados, también es inhumana. Hay que aprender nuevas lógicas de la mirada. Nunca antes la violencia fue reproducida masivamente de este modo. Nunca antes la imagen fue tan real. Nunca antes hubo tantas imágenes. Imágenes y realidad. Realidad-virtual. Ese término quedó en el pasado. No existe la realidad virtual. Existe la realidad. Las imágenes son parte de ella y tienen un rol político que hay que conocer.
Matteo Pasquinelli en su artículo “Warporn! Warpunk! Autonomous Videopoiesis in Wartime” habla de un “videoclash of civilizations” para explicar las diferentes relaciones con las imágenes entre “oriente” y “occidente”. Cito:
“Alongside the techno-conflict between horizontal and vertical media, two secular cultures of image face each other on the international mediascape. The United States em- bodies the last stage of videocracy, an oligarchic technocracy based on hypertrophic advertising and infotainment, and the colonisation of the worldwide imagery through Hollywood and CNN. 20th century ideologies such as Nazism and Stalinism were in- timately linked to the fetishism of the idea-image (as all of western thought is heir to Platonic idealism). Islamic culture on the contrary is traditionally iconoclast: it is for- bidden to represent images of God and the Prophet, and usually of any living crea- ture whatsoever. […] To strike at western idolatry, pseudo-Islamic terrorism becomes videoclasm, preparing attacks de- signed for live broadcasting and using satellite channels as a resonant means for its pro- paganda. Al-Jazeera broadcasts images of shot-dead Iraqi civilians, whilst western mass media removes these bodies in favour of the military show. An asymmetrical imagery is developing between East and West, and it will be followed by an asymmetrical rage, that will break out with backlashes for generations to come.”
Si esto es así, los últimos videos de ISIS se apartarían del “videoclasm” para operar en la lógica misma de la videocracia.
Ante estos temas siempre vuelve a mi mente un texto clásico, De la abyección (1961) de Jacques Rivette, tal como lo utiliza Serge Daney. Allí Rivette critica el travelling final de Kapo, la película de Pontecorvo. La escena final de este film es la de una de las prisioneras de un campo de concentración que se tira encima del alambre de puás electrificado. La cámara, lejos de permanecer neutral ante esta acción, realiza un travelling para reencuadrar al cadaver, de modo que la construcción del plano se vea más “estético”. Lo que horroriza a Rivette es justamente eso, la intención estetizante. Algo similar sucede en estos videos, pero de manera invertida, aquí no hay ficción. La prioridad de la estética que reina en Kapo, es aquí sólo un agregado secundario, pero significativo. ¿Cuál es el objetivo detrás de esa imitación de la estética del enemigo? Me siento tentado a pensar que el video está dirigido a aquellos que consumen cine de Hollywood, dirigido a ellos como espectadores, hablando en un lenguaje que les es familiar. Me desespera no entender el enigma de esos videos. El misterio de la cámara lúcida de Barthes se me antoja como algo naiv. “Esta persona ha muerto, esta persona va a morir”. Ese misterio ya no rige en el post-mundo. ¿Qué ha sido de esas muertes? ¿Quienes han muerto? Nuestros ojos multiplicados. Drones y sistemas de vigilancia que actualizaron la idea del panóptico (dejemos de engañarnos en ese sentido, el panóptico es un hecho) pero nuestros ojos multiplicados nos engañan. No hemos visto Irak, no hemos visto Guantánamo. La cruel parodia a la que nos someten los videos de ISIS, o de quién sean, nos enseñan, del modo más odioso, que todavía nuestros ojos no saben mirar.