por Miki Kiyoshi
Todos saben el poder que poseen los eslóganes hoy en día. Las zapaterías, las tiendas de ropa y las peluquerías se esfuerzan por atraer a los clientes con nuevas frases pegadizas. Es parte de nuestra psicología el hecho de que si se utiliza un buen eslogan, la persona será atraída por él debido al poder de las palabras. En especial la política se beneficia de muchas maneras de esta ingenua psicología humana.
El humano se define como un animal político y también como un animal que posee lenguaje. El eslogan es, por lo tanto, aquello que más agudamente expresa tales características de los seres humanos. Los animales políticos son animales de eslogan.
El eslogan es una palabra política. Es decir, es una palabra política que siempre contiene una determinada intención, y es importante reconocer esta intención de manera precisa. La palabra tiene cierta propiedad mágica y esa magia se muestra en el eslogan. Así, obedecer ciegamente el encanto del eslogan resulta a menudo peligroso.
De este modo, por ejemplo, la idea de que la civilización occidental es una ‘civilización material’ se suele repetir en forma de eslogan. Con razón, la ciencia se desarrolló en Occidente. Sin embargo, hablar de ‘civilización científica’ y ‘civilización material’ no refiere siempre la misma cosa. La civilización occidental no es una civilización científica, a pesar de que ‘civilización material’ posee el efecto mágico de este eslogan. Para el desarrollo de la ciencia no se requiere únicamente una gran fuerza espiritual, pues también existen otras excelentes culturas espirituales en Occidente. Si interpretamos la civilización occidental como una ‘civilización material’, significa que Japón tradicionalmente ha centrado sus esfuerzos solo en importar la ‘civilización científica’ de la cultura occidental. En todo caso, ésta es más bien una actitud material. Desde la era Meiji (1868-1912), el gobierno ha alentado las ciencias naturales, pero casi no ha realizado esfuerzos activos para desarrollar la cultura espiritual. […]
Ha pasado mucho tiempo desde que se popularizó el eslogan “tiempo de emergencia”, y se habla sobre un agotamiento de la empatía para con aquel. Pero lo que necesitamos no es solo un nuevo eslogan. Tiempos como los de hoy, cuando todo está politizado, son ya tiempos de sobreabundancia de eslóganes. Incluso los problemas académicos se encuentran en un estado en el que pueden ser reemplazados y juzgados por medio de simples eslóganes. No hace falta decir que el hecho de que los ciudadanos sean coptados por eslóganes implica el peligro de que pierdan el poder de análisis y la crítica; por otro lado, demasiados eslóganes, así como una retórica demasiado persistente y homogénea, nos dejan cansados y apáticos. Por supuesto, la política y la praxis requieren eslóganes. Es importante, por ello, evitar el exceso de eslóganes y crear consignas que tengan un encanto claro y popular.
(23 de abril, 1935)
Traducción: F. Wirtz