Un tlaconete nadó por el mar y en uno de sus arrecifes observó a un coral que, habiendo mutilado una creciente protuberancia de su cuerpo, dio origen a un ser vivo. Y el tlaconete, deseando fervientemente ser como el coral, se cortó una de sus patas esperando que de ella también brotara un nuevo ser; y al ver que ésta se mantenía inerte, sufrió por sentirse inferior al coral.
Después subió a la tierra y observó a un serafín de platanar quien, después de desplazarse por las ramas de los árboles apoyándose en su cola, lamió el agujero de un tronco, comiéndose todas las hormigas que allí se anidaban. El tlaconete, deseando ser como el serafín, se acercó al tronco para lamer su agujero y las hormigas comenzaron a picar su lengua; fue tanto su ardor, que el tlaconete tuvo que cortarla para poderse liberar del dolor e, igualmente, sufrió por sentirse inferior al serafín de platanar.
Finalmente, el tlaconete subió a las montañas y encontró a un tucán que comenzó a volar por los cielos. Y el tlaconete, deseando volar como el tucán, se arrojó al despeñadero y, como no pudo alzar el vuelo, se mató.
No es posible determinar qué es lo que queremos si no comprendemos lo que somos.