Nadie recordaba a un hombre que, alguna vez, había existido. Este hombre no fue tullido, sino inestable; ni taciturno, sino más bien alegre. Esperanzado, vivió toda su vida como un eterno liberado. Tenía un enorme defecto: la desmemoria y, a causa de ello, no sabía con profundidad el significado del ayer y del hoy; sino que vivía, vivía casi atado a la columna del instante y, sin conocimiento de nada, se comportaba casi como si fuese un animal de rebaño. Nadie recordó a este hombre porque, por desgracia, nuestro sentido peculiar de la historia sólo tiene cabida para quienes no son ciegos, ni sordos ni abombados, es decir, para quienes no se maravillan y no se maravillan de maravillarse.
Consternado por ser diferente, el hombre se propuso olvidarse del olvido y, por esa razón, decidió escribir un libro en donde quedarían registradas todas aquellas vivencias que le producirían asombro. Y así, todos los días caminaba con su libro haciendo anotaciones (pese a las limitaciones de su propio lenguaje). Su desmemoria era tal que, sin percatarse de ello, en muchas páginas registró las mismas ideas, basadas en cosas que había mirado varias veces, pero que había olvidado que había mirado varias veces.
Después de muchos años, cuando hubo terminado de escribir su libro, lo resguardó con ahínco. No recordaba lo que el libro contenía, pero al menos recordaba que en él se atesoraban, literalmente, todas sus memorias sobre el mundo. Decidió, pues, esconder su libro en un lugar secreto, con el fin de que éste pudiera conservarse de manera segura. Pero como el desmemoriado no anotó en ninguna página la ubicación del lugar secreto en donde había escondido su libro, pronto olvidó la ubicación del lugar secreto en donde había escondido su libro.
Así fue como el desmemoriado se hizo consciente (por enésima vez) de su falta de memoria y de instrucción. Ante esta pérdida (y ante el ulterior olvido de esta pérdida), el afán de alejarse (de manera definitiva) de la vida y de la acción, lo condujo al deseo de olvidarse del olvido y, por esa razón, decidió escribir un libro en donde quedarían registradas todas aquellas vivencias que le producirían asombro, quedando atado a la perpetua posibilidad de pensar y re pensar el mundo, encadenado, por las cadenas de la libertad, a un eterno asombro.
La falta de memoria acrecienta nuestra capacidad de pensar y nuestra capacidad de asombro.