Cuando estaba en la universidad, mi navegador de Internet se inundó con anuncios de “¡Mujeres asiáticas sexys en su área!”. Al principio me pareció divertido. ¿Mi computadora estaba husmeando en las conversaciones que había tenido con amigxs sobre la escena gay de citas dominada por blancxs de mi universidad? ¿O había reconocido las huellas que dejé en la web que indicaban mi identidad de género (mujer) y etnia (china)? En cualquier caso, esos anuncios espeluznantes fueron algunas de las únicas referencias a la sexualidad de las mujeres asiáticas que encontré. Ni una sola mujer asiática fue citada en mis guías de estudios queer, o en la proyección de películas en el cine del campus donde yo trabajaba entonces. No fue hasta que solicité que la película coreana sobre lesbianas The Handmaiden sea proyectada que pude ser testigo de alguien de un origen étnico vagamente similar al mío teniendo una vida sexual. Mis amigas asiáticas AFAB (“assigned female at birth”= asignada mujer al nacer) a menudo hablaban sobre sus experiencias de deseo sexual, placer propio y conexión. Pero más allá de nuestras conversaciones, hubo una escasez de discurso y representación. ¿Éramos solo una categoría porno, un punchline?
En 2015, todo cambió para mí cuando una cantante y compositora japonésa-estadounidense vino a mi universidad para actuar. Se llamaba Mitski y estaba promocionando su segundo álbum, Bury Me At Makeout Creek. Apenas dos años después de SUNY Purchase, lanzó prolíficamente nueva música en un sello independiente y realizó giras sin parar. Canciones como “Liquid Smooth” (de Lush, 2012) me hicieron jadear de manera audible. Su voz clara y resonante cantaba descaradamente sobre alguien que no solo anhelaba, sino que pedía, ser tocado. Sus letras que convocan la energía sexual como un río furioso y un pico montañoso son un “fuck u” a los tropos agotadores sobre mujeres asiáticas exóticas y pasivas, estereotipos que perpetúan la violencia contra nosotras. Su música evoca no solo las posibilidades del placer sexual, sino también las profundidades del dolor sexual. También dentro de Lush está “Bag of Bones”, una pieza inquietante donde la protagonista se “deshace” y se “agota” después de una noche agitada. Si bien había otros señuelos temáticos para mí, como sus referencias a la muerte, la angustia milennial y el capitalismo, fueron sus letras sobre el sexo las que despertaron las partes más vergonzosas y ocultas de mi psique. Yo también quería ser enterrada en Makeout Creek.
La historia de los cuerpos de las mujeres asiáticas como objetos explotables y difamados crea un contexto para las ansiedades contemporáneas. Desde nociones míticas de vaginas apretadas o de costado hasta la fetichizante ‘fiebre amarilla’ en círculos de la alt-right y el vergonzoso mito del tráfico de huevos de jade que serían supuestamente de origen “chino antiguo”, gran parte de la cultura contemporánea sugeriría que en Asia la sexualidad de las mujeres está indisolublemente ligada a los legados de orientalismo y racismo, sin mencionar los valores patriarcales incrustados en algunas interpretaciones de la cultura asiática tradicional. Una proporción significativa de mujeres jóvenes asiático-americanas en la universidad cita “el mantenimiento de los valores culturales, familiares y religiosos y la armonía” como su razón principal para abstenerse de tener relaciones sexuales. Si bien esta es una decisión perfectamente razonable para un adulto joven, esto deja a las mujeres asiáticas interesadas en explorar su identidad sexual sin muchos puntos de referencia. Si articular su sexualidad es una afrenta a ser asiática, entonces, ¿dónde deja eso a las mujeres asiáticas que buscan placer más allá de ser invisibles o hiper-fetichizadas? Para mí, la música de Mitski ilumina una vía de escape.
Si bien la música de Mitski a menudo se confunde con un gesto autobiográfico, una suposición indudablemente generada por un prejuicio de género, Mitski realmente teje un intrincado elenco de personajes que escapan a las caracterizaciones tradicionales de las mujeres asiáticas como simples y agradables. Está la extenuante frontwoman de “Recuerda mi nombre” de Be The Cowboy, que le pide a su amante que “haga un poco de amor extra” que pueda “guardar para el show de mañana”. En el ardiente y malhumorado I Bet on Losing Dogs, la protagonista se lamenta de enamorarse de parejas inestables y vuelve a su imaginación sexual en busca de consuelo. Cuando se imagina a su amante mirándola a los ojos boca abajo cuando llega al clímax, se vislumbra brevemente un momento fugaz de satisfacción.
En la canción estridente y sucia de Townie, que Jia Tolentino describe como una historia de “aventura sexual”, la narradora sin aliento y audaz proclama audazmente que no seguirá las expectativas de su padre, sino los impulsos de su propio cuerpo. Quizás lo más icónico, en el video musical de “Your Best American Girl”, Mitski se besa con su propia mano en un traje rojo cereza mientras da testimonio de una despreocupada pareja blanca y heterosexual de hipsters chapando. No hay allí narraciones simplistas de dominación sexual o sumisión. Aquí tenemos una creadora en la cima de sus poderes que narra las complejas estructuras en que el sexo se cruza con el poder, la inseguridad y la respetabilidad. En otras palabras, ella nos muestra a las cosas tal como éstas son realmente.
Describiría mi vida amorosa en la universidad como tumultuosa en el mejor de los casos. Había esperado romance, intimidad y alegría. Lo que experimenté fue… algo completamente distinto. Pasé muchas noches de fin de semana angustiada envuelta en confusión y miedo. Además de no tener vocabulario para articular mis experiencias, también estaba demasiado avergonzada para hablarlo. Mis amigxs parecían inexplicablemente experimentadxs y “adelantadxs” en sus hazañas. Sin nadie más a quien recurrir, escuché a Mitski. Usando auriculares en la cama, acostada en la oscuridad. Los débiles sonidos de los grillos de Nueva Inglaterra se filtran en su inquietante voz. Con canciones que se rehúsan a expresar las experiencias corporales de anhelo, desesperación y éxtasis por medio de eufemismos, la música de Mitski me revivió de la presión de ser tokenizada y enajenada, conduciéndome hacia el control de mi cuerpo y el empoderamiento. Las líneas finales de “Townie” se duplican como mi mantra cada vez que me siento decepcionada con lo que veo en el espejo: “Voy a ser lo que mi cuerpo quiere que sea”. Algunos días, mi cuerpo quiere que sea una mujer fatal. La mayoría de los días, trato de esconder mis cicatrices del mundo y de las personas que me rodean. Todos los días, trato de escuchar lo que mi cuerpo me dice. Y todos los días escucho a Mitski.
Sobre la autora:
Kaitlin (陳嘉賢) es dibujante y trabajadora cultural basada en Hong Kong. Actualmente se encuentra trabajando en una novela gráfica sobre la el ser queer, la amistad y lo que significa buscar una identidad por fuera de las categorías establecidas.
The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages. ISBN: 9780520220713 Traducción...
El dualismo entre la corporalidad y lo digital huele a anticuada. Es cierto que un maniqueísmo que oponga los dos polos irreconciliablemente parece destinado al fracaso. Lo digital ya no es el terreno de lo no-real, sino una dimensión (nueva o no) de la realidad misma. Sin embargo, esta reivindicación de lo digital, muy necesaria, conlleva el peligro aledaño de reducir el cuerpo a un papel secundario. Es preciso, por el contrario, pensar cuál es el papel de lxs cuerpos y las corporalidades allí en las fronteras y los márgenes entre los dos reinos.
En su Manifiesto Cyborg (1983) Donna Haraway escribía “La frontera entre mito y herramienta, entre instrumento y concepto, entre sistemas históricos de relaciones sociales y anatomías históricas de cuerpos posibles, incluyendo a los objetos del conocimiento, es permeable. Más aún, mito y herramienta se constituyen mutuamente”. La obra de Ernesto Salazar Rodríguez es especialmente adecuada para repensar estas mito-poéticas de cuerpxs nuevxs. Ernesto Salazar Rodríguez estudió artes visuales en Quito y Buenos Aires y en los últimos diez años expuso su obra en toda clase de galerías y espacios. No sólo nos prestó sus obras para ilustrar estas reflexiones acerca de la corporalidad post-digital, sino que también se prestó amablemente a responder todas nuestras preguntas.
Además de ayudarnos a pensar sobre cuestiones referentes a las estéticas de los postdigital (selfies, glitch, modelado 3D, memes), Ernesto nos invita a cuestionarnos algo más urgente: las políticas de lo postdigital. Qué nuevas alianzas gaymers pueden surgir de la afectividad de internet? Como él mismo afirma, su obra es un tributo a lxs cosplayers, weirdos, drag queens, pieles de colores, formas diversas, voces fantásticas. Estas “oddkin”, para usar otro término de Haraway, nos indican sin duda el compost político del que las nuevas mito-corporalidades podrían tomar su fermento.
Nepantla: Querido Ernesto, antes que nada gracias por acceder a participar en la entrevista! Tu obra me parece muy interesante porque juega con dos dimensiones que a primera vista parecen contrapuestas: la del cuerpo y la de lo digital.
Ernesto Salazar Rodríguez: Hola! Muchas gracias por el espacio! Me anima mucho empezar por el aspecto que mencionas, lo contrapuesto o polarizado. Una de las motivaciones que impulsaron mi trabajo fue precisamente la premisa de ceder en una necesidad de establecer puntos fijos, para más bien permitirme pensarnos en tensión, entre lo que nuestra percepción desnuda nos puede arrojar y lo que las extensiones que nos han dado (tecnologías) nos hacen alcanzar. Puede ser mi interpretación de lo que Haraway propone como cuerpo cyborg, por tomar una fuente. Concretamente, la reciente ubicuidad de las nuevas tecnologías de información, me ha obligado a pensar al cuerpo como un concepto que sobrepasa los límites de la piel y que manifiesta su presencia cada vez de modo más complejo, en tanto los aparatos tecnológicos se afinan y nos acaparan como información multisensorial. Esta es finalmente una clara postura ‘tecnofílica’ de mi parte, pues valoro mucho lo digital, al haberme permitido encontrar espacios de encuentro y protección.
N: ¿Cómo ves la escena del arte digital en Ecuador? ¿Qué anda pasando por ahí?
ESR: Es muy rica y muy bien pensada sobre nuestro contexto glocal. Creo que la comprensión de la tecnología a nivel Latinoamericano es doblemente crítica en cuanto a estrategias de apropiación y resistencia. La producción artística en nuestro país responde con varios acercamientos frente a lo tecnológico, mis colegas se animan todo el tiempo no solamente a ver a lo digital como un medio o plataforma de difusión sino incluso en generar discusiones críticas sobre si misma y sobre alternativas a esta y que sean más acordes a nuestra cultura inmediata. En mi creciente experiencia como docente, intento detonar pequeñas chispas sobre estos cuestionamientos en clase y provocar pensamientos críticos, si bien menciono mi postura tecnofílica, esta debe ser constantemente autocrítica y reacondicionada, hacerla jugar a nuestro favor.
N: Me gustaría discutir un poco tu obra. Empecemos por “Piedra – Papel -Tijeras” (2016). El concepto de lo postdigital apunta justamente a pensar lo límites de lo digital. “Piedra – Papel -Tijeras” muestra muy bien eso, porque además de usar glitches para revelar el sustrato “físico” de lo digital, juega con tres objetos que dan una fuerte impresión de “materialidad” (que se percibe muy bien por medio de sus sonidos). ¿Cómo se te ocurrió esta obra?
ESR: Esta intervención se dio cuando revisábamos en la maestría que realicé en Buenos Aires, sobre el error en el archivo digital, entendiéndolo primordialmente como algo que se produce por fuera de nuestro alcance, por el desgaste o mal funcionamiento propios de la máquina y que el artista señala o destaca. Es una premisa muy interesante sobre las primeras intervenciones no humanas, sin embargo, quise apropiarme de estas ideas para pensar en una manera correspondida entre el humano y la máquina, algo mutuo y afectivo quizás. Al pensar en piedra, papel, tijeras nos imaginamos directamente el contacto humano, el tacto, roce de piel sobre piel, entonces pensé cómo podía jugar con la máquina, cómo intencionalmente podía irrumpir en su circuito, en su balance perfecto, jugar con ella…y lo hice a través del lenguaje. Cada video que registré debía evocar un acercamiento de mis manos con los objetos que vendrían a corresponder al juego, era yo enseñándole a la máquina lo que podía hacer a través del video. Estos videos se desmenuzaron en cada fotograma que les componía y ahí jugué con la idea del lenguaje: la palabra.
Estas imágenes (.jpg) se componen finalmente de un código escrito que la máquina reinterpreta para finalmente arrojarnos una imagen frente al monitor, podemos editar la imagen directamente, pero no le podemos escribir algo para motivarle a reaccionar. Mi acción es sencilla en realidad, pero bastante larga: Abrí cada fotograma como si fuese texto, es decir con el programa básico de edición de texto que viene en MACOS, entonces ahí le quise contar “en palabras” qué era eso que le vulneraba, que le podía cambiar. A las imágenes de tijera entonces, les inserté varias veces la palabra piedra y así con las otras dos. A lo sonoro también quise afectarle, simplemente con alternar los sonidos que cada objeto produce de manera contraria. Me gustó pensar en conclusión que era una especie de glitch inducido de modo poético.
Esta intervención se repitió en otro ejercicio titulado “EL SONIDO DEL VIENTO ME HACE SENTIR QUE EL SUELO EN EL QUE REPOSO SE DESVANECE”. Tenía un video que grabé acostado sobre el césped de un parque, en Buenos Aires. A pesar de estar lejos de Ecuador y tener la oportunidad de repensarme en el espacio, me sentía oprimido por la ciudad, por la forma de la arquitectura y las calles. Me puse a pensar en para quiénes se diseñan las ciudades y si alguien como yo estaba considerado dentro del plan, me agobia esa idea. Esa sensación estaba presente cuando estaba grabando al cielo con mi cámara, el viento se movía fuerte y el árbol encima mío… sentía que me iba a caer a pesar de estar literalmente pegado al suelo. Entonces intervine este video con el título de la obra y le quité el sonido, pues se reemplazó de algún modo con este significado afectivo de la palabra “Viento” y lo inestable, creo oportuno contar un poco de esta obra porque es un eco en mi proyecto #bodywriter
N: Tu obra además trabaja con una variedad de formatos enorme. “Fauna” (2016) es una especie de bestiario surrealista flat-art. ¿Cuál es la particularidad para vos de “pintar” en formato digital (un medio explorado ya en “Versión plausible” del 2013)?
ESR: Fauna y Versión plausible tenían la misma línea de FOB!A, pues abordan en principio, un paralelismo estructural mente-cuerpo con software-hardware de la máquina. En estos tres ejercicios quise comprender la dinámica forma-contenido, aterrizada en conceptos como el miedo, donde hay una idea que a pesar de ser de lo más inmaterial, nos puede condicionar y limitar. Lo mismo con la idea de identidad potenciada en redes sociales (para ese momento usábamos facebook y debemos tomar en cuenta que la gente debía ubicarse en un espacio específico para “entrar” y “salir” de esta página) que indagué con Versión Plausible y finalmente FAUNA, a la que me gusta llamar también Miodesopsias, que hace referencia a cuerpos que se presentan en el campo visual, como bichos que realmente no lo son. Detrás de FAUNA tenía la intención de intentar comprender nuestra obsesión por darle forma a todo lo que se nos presenta, o negarlo. Así entonces el recurso más oportuno para representar estas ideas fue el vector, pues era una herramienta digital que se prestaba para entenderse propiamente desde el computador, lo que quiero decir es que se diferencia de la pintura digital que se podría hacer con programas como Photoshop, en tanto no se presta para “simular” la realidad. El vector se manifiesta como tal, líneas, curvas y figuras que uno ingresa información digital para que sucedan, me gusta mucho el término flat art, no lo había pensado así, pero me aporta mucho, son cosas totalmente digitales y sin volumen, información digital.
N: Lo que decía al principio con el tema del cuerpo se ve sobre todo en #BODY_WRITER. ¿Cómo se te ocurrió modelarte en 3D?
ESR: Pienso que llegó un momento en el que me acerqué más a mi mismo y comprendí la fuente de mi fascinación por lo digital, como un hombre homosexual e introvertido, tuve muchos conflictos (como muchas otras personas) de sentirme cómodo en “lo físico”, desde joven fui un gaymer (creo que a mi edad aun ni existía ese término) y esas largas horas que pasaba con mi primer videojuego de rol masivo en línea, me hicieron sentir que podía vivir sin verme obligado a disimular, tenía frente a mi pantalla una versión digital de mi o más bien, de lo que aspiraba a ser. Creo que es una de las cuestiones que más me interesan del videojuego, la relación de correspondencia que nuestro cuerpo ejerce frente a la posibilidad de idealización con estas formas cada vez más complejas de manifestaciones de identidad, y que, como expliqué en un inicio, involucran de manera más eficaz a nuestros sentidos. #bodywriter tiene muchos acercamientos, el que me gustaría contarles ahora, es la idea de un tributo a ese espacio: fluido, diverso, democrático quizás, que el videojuego me dio. En el ejercicio de medirme a mí mismo era consciente de que, desde niño, la gente se encargó metódicamente de medirme con sus criterios, cómo caminaba, como era mi espalda, mi cabello, que tan niño (hombre) era o no, fue un acto de amor propio. Medirme y traspasar esa información de modo poético, para reafirmarme negándome, en un vaivén: Un cuerpo que no se presenta como cuerpo físico y que en lo digital, se presenta o manifiesta su forma de manera empoderada, posibilitado por la tecnología ubicua de la información. Este proyecto habita una cuenta Instagram, que se presta para jugar, con tus propias reglas.
Es un proyecto donde puse mucho de mi: no sabía nada de modelado en 3D, apenas había experimentado con volumen (escultura) y me enfrenté en detalle a mi cuerpo como masa a replicarse, en un ejercicio de acercamiento y lejanía, me dispuse como un instrumento. Pero tenía muy claro que cada dispositivo tecnológico en el que se empezaría la obra, debía ser un fuerte significante, un propiciador. En ese aspecto quería paralelamente comentar a través del proyecto sobre Instagram, la selfie, el filtro de rostro, la realidad aumentada, la realidad virtual, la impresión 3D, la pantalla, la app de citas, el vibrador sexual, la idealización de la vida, en fin.
N: ¿Qué comentarios recibiste sobre la obra?
ESR: Alguien me dijo: refrescante, jaja.
Quiero pensar que sensibilizó algo que se puede pensar muy frío o superficial, fíjate que las redes sociales tienen muchos usos, entre esos, modos de control y vigilancia y también facilitador de famas cómodas y fáciles. Pero hay mucho más: personas que se visibilizan, gente extraordinaria, era un tributo a esas personas, cosplayers, weirdos, drag queens, pieles de colores, formas diversas, voces fantásticas. Cuando presenté una de las piezas en la Galería NoLugar, aquí en Quito con otros dos artistas, nació la idea de nombrar a la muestra SF de Ficción Especulativa, me sentí muy a gusto con el término, que aportó nuestra colega expositora y me hizo pensar mucho en mi función como artista para propiciar espacios nuevos de relaciones, de tactos. #bodywriter habla mucho sobre el tacto que das a la pantalla y que se manifiesta en el otro, desde algo tan simple como una vibración a su teléfono: un latido de corazón o un impulso más adentro, al afecto y el deseo transmitidos.
N: La idea de selfie a priori despierta una actitud de desconfianza. Se dice que la selfie es narcisismo. Pero la selfie, como bien mostrás puede ser además un medio de expresión disruptivo. ¿Cómo se subvierte ese imperativo de internet de “exponete”, “vendete”?
ESR: Si, en ese aspecto soy muy sensato, somos super narcisistas, de algún modo. Si no es por tu rostro es por lo que haces o lo que tienes, mostramos “eso” para sentirnos mejor. Un día visité el Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires, había una obra que lastimosamente no recuerdo su autor, era una pancarta grande con un texto que decía “Estamos condenados al éxito” creo que lo dijo un ex-presidente argentino, debería rastrear el origen :), en definitiva la red social nos facilita eso que de por sí queremos hacer, recibir elogios, sin embargo las cosas son diferentes para el oprimido, son espacios para (re)nacer en ambientes seguros, con plataformas sin trabas, con filtros (pantallas) que hacen de muros contenedores, son estrategias y posturas políticas de reafirmación, en ambientes soberanos, si se juega bien.
N: ¿Tenemos que tener miedo de volvernos memes?
ESR: Meme en cuanto a un mensaje o síntesis cultural que se disemina o viraliza, para nada. Hay que saber cómo volverse meme y romper estructuras con el mensaje.
N: En ese sentido, te pregunto en general, ¿cómo funciona para vos la relación de lo digital con lo analógico? ¿Es una oposición ya superada o tiene sentido seguir pensándola?
ESR: No es una situación superada y creo que no estamos del todo en la capacidad de decidir si pensarla o no. Está, aquí en el presente. Nos interviene de modo directo e indirecto, es ingenuo despreciar este momento, más bien, desde el arte debemos fomentar un uso soberano/propio de la tecnología, exigir el acceso y alcance de todos sobre el mismo, devorarlo y reapropiarnos de este, para que funcione bajo nuestras reglas, un poco así como #bodywriter: un cuerpo que se reafirma bajo sus propios términos de medición.
N: Cuál fue la relación con tu cuerpo durante la cuarentena?
ESR: Extraña, difícil. Con lo que he comentado, sabrás intuir que tiendo a encerrarme, viví mucha parte de mi vida evadiendo lo de afuera y cuando mi obra al fin me llevó a hacer las paces o más bien a situarme reafirmado con mi cuerpo, vino el encierro y aquí estoy. El trabajo en la docencia me tiene muy ocupado así que pocas veces me doy cuenta de mi mismo. Con mi cuerpo es así también, con el proyecto #bodywriter ahora me gusto, me gusto mucho jaja, soy consciente de mis fallas y aciertos desde la piel y hacia adentro, y trabajo a partir de estas. Es algo bueno porque este proyecto me obligó a ser autorreferencial, sin embargo quiero hacer un proyecto donde destaque la forma de los cuerpos para formar una nación o un territorio de la suma creciente de todos nosotros, espero tener un poco de tiempo para concretar esa difusa premisa.
N: ¿Y en qué estás trabajando ahora?
ESR: Creo que en la pregunta anterior me adelanté un poco, quiero volver a pensar sobre lo colectivo, otra vez. Mi tesis de maestría se fue por ahí: cómo conectar con lo esencial a otros, a través de internet, con una especie de acto poético de lanzar un mensaje embotellado al mar. Esta vez quiero sumarnos, una masa creciente y cambiante que se piense territorio, con leyes mutantes.
Por otro lado la pandemia me hizo trabajar en una nueva pieza de #bodywriter, una especie de performance transmitido en vivo por instagram, donde recitaba un deseo de ser tocado y tocar de vuelta desde lo remoto, que por ahora baste con deslizar el dedo sobre la pantalla para poder reaccionar. Saber que estamos ahí. Había dado por cerrado a #bodywriter, pero con estas circunstancias, siento que toma otros valores o que más bien, hay cosas que exploré con este proyecto que ahora se están enfatizando.
The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages. ISBN: 9780520220713 Traducción...
Gloria Anzaldúa acuñó semjante palabrón nepantlera invadida por la penuria de ser un organismo sacudido por la indeterminación. No es ni oscuro ni claro, ni hembra ni macho, ni negro ni blanco, y ni siquiera completamente mestizo o puro, es un meta-híbrido. Ella/él- eso es el sustrato epidérmico de un agente de cambio, un agente que se vió en la obligación de ser un agente sin desearlo, sin ser la expresión de un deseo subjetivo de imponer un cambio. Se encontró, sin querer, en esa posición, en la cual, tanto activa como pasivamente, ejerce un cambio en la mirada que lo encuentra. Juguetonamente lo compara con un mounstruo, con un error de la naturaleza, con algo que esperamos encontrar pero no aparece, y en su lugar engendra en la mirada ajena el terror que desata todo lo in-esperado. Es un cisne negro (recordando la idea mounstruosa de Nassim Taleb), un algo que conocemos pero a la vez que desconocemos, que aparece a la mirada con un dejo de familiaridad y a la vez de extrañeza, un ser inesperadamente transformador.
Anzaldúa, chicana, feminista y nepantlera, se encontró en ese espacio intermedio, en esa “tierra de nadie” como las barricadas, en donde crece lo mounstruoso y se miran los territorios desde el espacio en-ajenado, des-apropiado, sin-propietario de la frontera, o mejor dicho, de las fronteras (pues una frontera siempre es plural en su carácter relacional y comunicador). La escritura nepantlera es para ella una intersección entre lo vivido y lo pensado, pues para el nepantlera no hay un límite fijo entre lo empírico y la teoría, pues es en su piel donde se desencadenan las ideas, al filo de la epidermis, en la epidermis. Nepantlera es aquel organismo, semi-individualizado, no-identitario, no-contrario de nada, que vive lo que piensa y piensa lo que vive, un pensamiento vibrante, contradictorio y siempre mirando con el ojo multicolor del mounstruo.
Llamarle “agente de cambio” resulta peligroso e incluso parece calcar estructuras jerárquicas que más bien pretende destruir. No es exactamente un agente, como un sujeto voluntarista que busca reprimir y trasnformar. Es un instante, un momento, una humarada que sin querer, pero con conciencia, transforma, en la praxis de su lengua, de su piel, de su palabra y su performartividad, las dinámicas sociales que han reprimido al nepantlera. En realidad, no es un agente, sino el cambio mismo.
Su piel, su estatura, su gesto, su cabello que media entre el rizo negro y el lacio rubio, su cuerpo todo es un asalto, una estatua móvil que encarna, en cada encuentro, la Diferencia. No se parece a nada, y lo que es más, tampoco es uno consigo misma. Es diferencia constante y por eso mismo lleva tatuado el cambio. La Diferencia es el sustrato dinámico del cambio. “I am Chicana. I am fat. I am short. I am queer” grita otra chicana, Calafell. No es una propuesta estética de pasarela que pretenda sobornar a Victoria´s Secrets para dar espacio en sus angostos pasillos a cuerpos más anchitos. Es pensar con la piel y revelar-rebelar en el ejercicio carnal de la existencia chicana el dispositivo de aquellos cuerpos que pretenden nulificar, en su ficticio privilegio, el don de lo diverso.
Tampoco buscamos caer en políticas identitarias que trastocan lo relativo y lo absolutizan, mitologizando lo azaroso y creando de ello heroes cuyo carácter heróico tan solo surge de coincidencias, como el lugar de nacimiento, la “sangre” de los antepasados, el territorio que habitan. Es una metáfora, un juego que apuesta al peligro de perderse en las variaciones y no regresar nunca a la identidad. La chicano-a es un símbolo solo, un significante, una función abierta a cambiar de territorio, de coordenada, de color, de sexo.
La propuesta es un desafío a la gramática y la lógica de no-contradicción, en donde los adjetivos también son trans y los artículos pierden su fuerza de producción de géneros ficticios y roles ajenos a la realidad mounstruosa de las alteridades. No se asusten si encuentran de vez en vez errores gramaticales, que desde otra perspectiva abierta, son aciertos reales. No hay errores ni aciertos, hay ambigüedades, des-centramientos a-personales, percepciones sinéstesicas y viajes introspectivos en los andamios de una construcción infinita, un Babel que no crece hacia arriba, sino que baja a las entrañas del centro des-centrado de lo in-habitable. La creación de un espacio en potencia, siempre latiendo, siempre de-creciente, siempre desvaneciendóse en las cenizas de los tiempos que vienen y van en cruces y serpentinos movimientos de un espiral descendiente. El im-posible relato del devenir es Nepantla. La cruzada que no cruza y que no mata, sino que peregrina cual sonámbula ciega, dando pasos microscópicos entre las fronteras de temporalidades inmaculadas, manchadas, denigradas, reivindicadas.
Nepantlera puede ser cualquiera que no desee construir un fuerte o un castillo para protegerse de las párvadas de cisnes negros simulando que no existen, que solo da pasaporte a cisnes blancos. No solo hay que esperar lo in-esperado, en todo lo esperado ya siempre habita algo insospechado.
*Idea inspirada en el artículo „Monstrosity in everyday life. Nepantleras, Theories in the Flesh, and transformational Politics” de Robert Gutiérrez-Perez