Argumentos a favor y en contra de dos artículos publicados en estos últimos días de dos profesoras de filosofía mexicanas (González Valerio, Martínez Ruiz).
Desde una postura que, por suerte o infortunio, no goza de privilegios.
Parte 1: Ideas oscuras sobre la pandemia
En: https://www.filco.es/covid-19-critica-en-tiempos-enfermos/
Las profesoras de filosofía, González Valerio Y Martínez Ruiz, en un esfuerzo conjunto, inician su texto sobre “Covid-19: crítica en tiempos enfermos” afirmando que la prisa le viene mal a la filosofía, y lo interesante es que lo demuestran.
Afirman que las voces que acaparan la mesa de reflexión son, en su mayoría, europeas, “norteamericanas” y “masculinas”. En su mayoría no son europeas, baste mencionar a David Cayley y las voces de Sudamérica, o bien a Unitierra de Oaxaca(https://unitierraoax.org) . Tampoco son solo masculinas, no he hecho la cuenta, pero vale más la calidad que la cantidad, como la voz de Naomi Klein. Y quieren sumarse, en cuanto mujeres mexicanas a esta “sopa de Wuhan” porque, de acuerdo con ellas, mayoritariamente hay voces “nortemaericanas”. Me pregunto entonces por la geografía de nuestro México… También me pregunto si no seremos tal vez muchos los que solo miramos hacia esas dimensiones “euro-masculinas”, sin percatarnos de que no son las voces mayoritarias, sino simplemente las que gozan de más orejas.
Aciertan, no obstante, en reducir a lo local la voz filosófica para dar lugar a una pluralidad de voces y evitar entonces, la necia repetición. Asimismo es cierto, es más, es casi una perogrullada, que “las circunstancias de la pandemia, esto es, el modo en que se comporta en los diferentes rincones del mundo, sigue siendo incalculable e inimaginable”. Bravo.
Otro asunto en que no yerran, del todo, es que esclarecen que la elección de una vida sobre la otra no tiene ninguna lógica y que, aquello que toca es la exigencia a las autoridades para que los servicios médicos no dejen a ninguno en desamparo.
Con un giro dramático frente a sus aciertos, afirman, con ligereza, que Αgamben es un arrogante, disfrazando el ad hominem, al asignarle una “arrogancia epistémica irresponsable” en su modo de escribir. En verdad no estoy segura de si lo han leído alguna vez; ahora no es asunto de investigar pequeñeces, porque igualmente, habiéndolo leído o no, lo juzgan con terrible desprecio.
Me pregunto ahora por la geografía de la arrogancia… . Agamben no goza de ninguna posición epistémica de privilegio, pues como se puede ver en los diarios italianos, es un deporte criticarlo constatemente. Así que, desde esta perspectiva, no resulta en absoluto un ir contracorriente el hecho de cuestionar su discurso o su “credibilidad”, de la cual no goza más para fortuna del filósofo, que piensa en tiempo de pensamientos corrientes y únicos. Todo pensar es riesgoso.
Su “cortedad de miras” –si acaso es miope— no coincide con el eurocentrismo que le achacan, pues si se entiende a Agamben, la crítica no es contra el encierro en sí mismo, lo cual sería una tremenda tontería, sino contra la reacción ante el encierro y a los yerros paradójicos que surgen de la propia política de encierro, que por un lado no permite salir a nadie, pero por otro, las mismas autoridades dejaron por varias semanas las puertas abiertas de los asilos, en donde, ni siquiera se contaba con tapabocas.
¿Es eurocéntrico? No, porque si ellas realizaran un ejericio de imaginación, verían que su crítica, la de Agamben, sería bastante útil para latitudes como las mexicanas, en la medida en que cuestiona el encierro ante la carencia y precariedad de muchos y el lujo que no pueden darse de enclaustrarse. La geografía de la miopía vuelve a confundirse, pues en su afán de pluralidad, las autoras confunden Alemania con Italia, e Italia con Rumanía, y México con Uruguay. En efecto, no es lo mismo un sistema de salud en Europa que uno de Latinoamérica, pero no se dan cuenta que tampoco es lo mismo el sistema de salud alemán que el rumano por ejemplo.
“Poco se habla de las muchas muertes que habrá”. Esta frase no la entiendo.
Tampoco sé cuáles son las fuentes a las que critican al hablar de que “esta pandemia nos pone en la coyuntura de decidir entre la vida biológica y la social”. Quizá una mala traducción de Agamben, no lo sé. Aunque sí, como dicen, la vida se da en condiciones marcadas culturalmente.
Luego: “Las acciones que se necesitan para sostener biológicamente la vida se dan siempre en lo político y, en este mundo patriarcal, esas acciones abarcan hasta los tejidos biológicos… etc.” Por un lado, creen no seguir el “flow” de la biopolítica, pero por otro, fundan sus aseveraciones precisamente en el centro de la idea de la biopolítica. Aquí hay de dos sopas: o bien no entienden la biopolítica, o bien, no saben. Creo que confunden la nuda vida con el “nudo”.
Nuevamente, sin saberlo, prácticamente citan a Agamben- ese eurocéntrico: “Muchos creen que lo que estamos viviendo es exclusivo de un periodo de anormalidad, cuando más bien estamos en un momento crítico de nuestra interdependencia biológica, política, ética y ontológica.” Mmmm ,me suena a Agamben.
En cuanto a la ética, parece que Kant quedó superado en su afirmación de que la pandemia muestra que el cuidado por el otro es el cuidado de sí. Parece que al final caen en un utilitarismo antikantiano al creer que la raíz de la moralidad reside en el interés privado de cuidarse, aunque suene tan “foucaultiano”.
En efecto, es pobreza de espíritu, como afirman casi al final, creer que la pandemia nos hará mejores –ya se está notando. Pero por otra parte, también creen: “…, conforme avance la pandemia, e incluso cuando ésta, por curso propio, alcance su fin, aparecerán nuevos e incalculables horizontes del pensar y de la acción colectiva.” ¿No que no?
Parte 2: Sobre el papel de la filosofía en la pandemia, de frente al triaje
En: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/maria-antonia-gonzalez-valerio-y-rosaura-martinez-ruiz/triaje-decidir-lo-eticamente
Según las autoras, la filosofía es un pastorcito que solo puede cuestionar aquellas condiciones que dieron lugar a problemas actuales, como el famoso pastor del Ser. O sea, retomando sus preguntas: “¿qué condiciones económicas, políticas y sociales; qué decisiones nos han llevado a un panorama en el que pudiendo haber lo suficiente no lo hay, y entonces hay que decidir quién vive y quién muere?
Me da la impresión de que creyeran que la filosofía trata solamente del popular “hubiera”. Qué hubiera pasado si… . Si no se hace exclusivamente esta reflexión se cae, de acuerdo con ellas, en la ideología. Cometen la falacia del hombre de paja, al simplificar la ecuación: o se piensa en las condiciones que condujeron a México et. al., al triaje o se justifica el triaje (ideología). Esta disyunción es corta de miras, ya que hay muchas opciones más como la de Ivan Ilich, quien no solo ve estas dos opciones, claro, en otro tiempo, pero útil para el nuestro.
Para Illich, el problema no es el “falso dilema” que ofrecen las autoridades y que se tragan la poblaciones a la letra, el falso dilema que hace creer que: o bien se mueren/sacrifican unos o bien se mueren todos. El problema reside, precisamente, en que es un falso dilema, en que los recursos y la organización, muy especialmente, bien podrían contrarrestar la llegada del triaje.
Una organización con un lider útil que supiera administrar los recursos, podría evitar alcanzar ese punto. Pero no, la irresponsabilidad de creerse ese falso dilema cae, además, en el error de superponerle otro falso dilemma: entre ideología y pensar el “hubiera” que, bien sabemos, no existe.
Después se preguntan si la filosofía debería decidir éticamente sobre vidas y muertes. Esta pregunta no es la pregunta, el dilema no es: o la filosofía o la ciencia, médica, biológica, etc. El hondo cuestionamiento no resulta en un dilema, sino que toca un “balance epistémico” a la Illich en donde este tipo de decisiones no se caraterizan por ser o filosóficas o de índole de ciencia médica, sino que son decisiones que equilibran diversas posturas desde diversos ángulos. Aunque, por otra parte, aciertan al afirmar que la situación mexicana, efectivamente, es un triaje permamente y que la pandemia actual funge cual lente de aumento de lo que sucede de modo imperceptible constantemente.
Es también verdad que el crietrio “edaísta“ es insostenible, pero no se entiende porqué las mismas autoras que afirman esto, luego afirman, asimismo, que no se sabe si es ético o no.
Es acertado también traer a la memoria el memorable caso del agua que dieron a las niñas y niños en Veracruz disfrazado de medicamento contra el cáncer, que, como también afirman, muestra la situación de desigualdad y corrupción en el sistema de salud mexicano.
Al menos sí concluyen con claridad, la guía es solamente, no es más que, un instrumento ideológico.
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