por Kaitlin Chan
Versión original en inglés: https://kaitlinchan.com/not-your-asian-fantasy-mitskis-liberatory-sexuality
Cuando estaba en la universidad, mi navegador de Internet se inundó con anuncios de “¡Mujeres asiáticas sexys en su área!”. Al principio me pareció divertido. ¿Mi computadora estaba husmeando en las conversaciones que había tenido con amigxs sobre la escena gay de citas dominada por blancxs de mi universidad? ¿O había reconocido las huellas que dejé en la web que indicaban mi identidad de género (mujer) y etnia (china)? En cualquier caso, esos anuncios espeluznantes fueron algunas de las únicas referencias a la sexualidad de las mujeres asiáticas que encontré. Ni una sola mujer asiática fue citada en mis guías de estudios queer, o en la proyección de películas en el cine del campus donde yo trabajaba entonces. No fue hasta que solicité que la película coreana sobre lesbianas The Handmaiden sea proyectada que pude ser testigo de alguien de un origen étnico vagamente similar al mío teniendo una vida sexual. Mis amigas asiáticas AFAB (“assigned female at birth”= asignada mujer al nacer) a menudo hablaban sobre sus experiencias de deseo sexual, placer propio y conexión. Pero más allá de nuestras conversaciones, hubo una escasez de discurso y representación. ¿Éramos solo una categoría porno, un punchline?
En 2015, todo cambió para mí cuando una cantante y compositora japonésa-estadounidense vino a mi universidad para actuar. Se llamaba Mitski y estaba promocionando su segundo álbum, Bury Me At Makeout Creek. Apenas dos años después de SUNY Purchase, lanzó prolíficamente nueva música en un sello independiente y realizó giras sin parar. Canciones como “Liquid Smooth” (de Lush, 2012) me hicieron jadear de manera audible. Su voz clara y resonante cantaba descaradamente sobre alguien que no solo anhelaba, sino que pedía, ser tocado. Sus letras que convocan la energía sexual como un río furioso y un pico montañoso son un “fuck u” a los tropos agotadores sobre mujeres asiáticas exóticas y pasivas, estereotipos que perpetúan la violencia contra nosotras. Su música evoca no solo las posibilidades del placer sexual, sino también las profundidades del dolor sexual. También dentro de Lush está “Bag of Bones”, una pieza inquietante donde la protagonista se “deshace” y se “agota” después de una noche agitada. Si bien había otros señuelos temáticos para mí, como sus referencias a la muerte, la angustia milennial y el capitalismo, fueron sus letras sobre el sexo las que despertaron las partes más vergonzosas y ocultas de mi psique. Yo también quería ser enterrada en Makeout Creek.
La historia de los cuerpos de las mujeres asiáticas como objetos explotables y difamados crea un contexto para las ansiedades contemporáneas. Desde nociones míticas de vaginas apretadas o de costado hasta la fetichizante ‘fiebre amarilla’ en círculos de la alt-right y el vergonzoso mito del tráfico de huevos de jade que serían supuestamente de origen “chino antiguo”, gran parte de la cultura contemporánea sugeriría que en Asia la sexualidad de las mujeres está indisolublemente ligada a los legados de orientalismo y racismo, sin mencionar los valores patriarcales incrustados en algunas interpretaciones de la cultura asiática tradicional. Una proporción significativa de mujeres jóvenes asiático-americanas en la universidad cita “el mantenimiento de los valores culturales, familiares y religiosos y la armonía” como su razón principal para abstenerse de tener relaciones sexuales. Si bien esta es una decisión perfectamente razonable para un adulto joven, esto deja a las mujeres asiáticas interesadas en explorar su identidad sexual sin muchos puntos de referencia. Si articular su sexualidad es una afrenta a ser asiática, entonces, ¿dónde deja eso a las mujeres asiáticas que buscan placer más allá de ser invisibles o hiper-fetichizadas? Para mí, la música de Mitski ilumina una vía de escape.
Si bien la música de Mitski a menudo se confunde con un gesto autobiográfico, una suposición indudablemente generada por un prejuicio de género, Mitski realmente teje un intrincado elenco de personajes que escapan a las caracterizaciones tradicionales de las mujeres asiáticas como simples y agradables. Está la extenuante frontwoman de “Recuerda mi nombre” de Be The Cowboy, que le pide a su amante que “haga un poco de amor extra” que pueda “guardar para el show de mañana”. En el ardiente y malhumorado I Bet on Losing Dogs, la protagonista se lamenta de enamorarse de parejas inestables y vuelve a su imaginación sexual en busca de consuelo. Cuando se imagina a su amante mirándola a los ojos boca abajo cuando llega al clímax, se vislumbra brevemente un momento fugaz de satisfacción.
En la canción estridente y sucia de Townie, que Jia Tolentino describe como una historia de “aventura sexual”, la narradora sin aliento y audaz proclama audazmente que no seguirá las expectativas de su padre, sino los impulsos de su propio cuerpo. Quizás lo más icónico, en el video musical de “Your Best American Girl”, Mitski se besa con su propia mano en un traje rojo cereza mientras da testimonio de una despreocupada pareja blanca y heterosexual de hipsters chapando. No hay allí narraciones simplistas de dominación sexual o sumisión. Aquí tenemos una creadora en la cima de sus poderes que narra las complejas estructuras en que el sexo se cruza con el poder, la inseguridad y la respetabilidad. En otras palabras, ella nos muestra a las cosas tal como éstas son realmente.
Describiría mi vida amorosa en la universidad como tumultuosa en el mejor de los casos. Había esperado romance, intimidad y alegría. Lo que experimenté fue… algo completamente distinto. Pasé muchas noches de fin de semana angustiada envuelta en confusión y miedo. Además de no tener vocabulario para articular mis experiencias, también estaba demasiado avergonzada para hablarlo. Mis amigxs parecían inexplicablemente experimentadxs y “adelantadxs” en sus hazañas. Sin nadie más a quien recurrir, escuché a Mitski. Usando auriculares en la cama, acostada en la oscuridad. Los débiles sonidos de los grillos de Nueva Inglaterra se filtran en su inquietante voz. Con canciones que se rehúsan a expresar las experiencias corporales de anhelo, desesperación y éxtasis por medio de eufemismos, la música de Mitski me revivió de la presión de ser tokenizada y enajenada, conduciéndome hacia el control de mi cuerpo y el empoderamiento. Las líneas finales de “Townie” se duplican como mi mantra cada vez que me siento decepcionada con lo que veo en el espejo: “Voy a ser lo que mi cuerpo quiere que sea”. Algunos días, mi cuerpo quiere que sea una mujer fatal. La mayoría de los días, trato de esconder mis cicatrices del mundo y de las personas que me rodean. Todos los días, trato de escuchar lo que mi cuerpo me dice. Y todos los días escucho a Mitski.
Sobre la autora:
Kaitlin (陳嘉賢) es dibujante y trabajadora cultural basada en Hong Kong. Actualmente se encuentra trabajando en una novela gráfica sobre la el ser queer, la amistad y lo que significa buscar una identidad por fuera de las categorías establecidas.