Visibilidad e invisibilidad del racismo, algunos apuntes sobre el cambio de nombre al edificio “David Hume” en la Universidad de Edimburgo

Recientemente se dio a conocer la noticia de que, en la Universidad de Edimburgo, las autoridades de la institución (atendiendo a la petición de un grupo de estudiantes) decidieron retirar el nombre de David Hume a uno de sus edificios. La decisión se tomó con base en la evidencia histórica que se posee respecto de las múltiples opiniones racistas que el filósofo escocés externó en algunas de sus cartas, y también por considerar que dichas actitudes racistas, dado que no expresan la diversidad histórica del hombre contemporáneo, no deben tener un lugar dentro de la institución.  

Lo anterior no significa que David Hume haya dejado de ser un pensador importante no sólo en filosofía, sino en otras disciplinas (como la historia o la economía). Tampoco hablamos de la prohibición de sus obras dentro de la universidad, sino que la medida se tomó con el propósito de hacer visible el problema del racismo y, dado que Hume fue un hombre racista y esclavista, se piensa que al retirar su nombre de un edificio universitario se contribuye a este propósito.

Si bien es cierto que, en nuestra época, es evidente que tenemos un severo problema con el racismo y que, sin duda, esta práctica discriminatoria debe erradicarse; me parece que sí es criticable pensar que una medida como cambiar el nombre de un edificio puede contribuir a generar una cultura no racista, aunado a que pasa por alto problemas de otra índole que no me parecen adecuados.

El edificio se encuentra dentro de un recinto universitario. No hablamos de cualquier universidad, sino de la Universidad de Edimburgo (la tercera más importante de Reino Unido después de Oxford y Cambridge y una universidad ubicada en el top 20 de las mejores universidades del mundo).  ¿No tienen los universitarios de Edimburgo el criterio suficiente para entender que si el edifico se llama “David Hume” es en virtud de su obra y no de sus ideas racistas? ¿No les parece paternalista que sea la institución o un grupo de estudiantes quienes tengan que efectuar esa separación y no el resto de la comunidad? Yo creo que la formación del criterio propio es fundamental para erradicar la cultura del racismo y no veo cómo las opiniones (porque ni siquiera hablamos de sus teorías) de un filósofo puedan afectar el cauce de la diversidad histórica y contemporánea. ¿Qué tan frágil tiene que ser la concepción de dicha diversidad como para pensar que el nombre de un edificio pueda afectarla?

La intención primordial de este acto, como he dicho, responde al hecho de visibilizar el problema del racismo. En ese sentido, dicha intención es efectista y, en tanto tal, podría decirse que funciona adecuadamente (el hecho mismo de que estemos reflexionando respecto de lo ocurrido en el edificio de la Universidad de Edimburgo puede ser una evidencia de ello). Sin embargo, habría que preguntarse si sociedades europeas como la escocesa necesitan (a estas alturas) visibilizar este tipo de problemas, más aún cuando a nivel mundial y en tiempos recientes han habido numerosos acontecimientos (como el asesinato de George Floyd) que han puesto al descubierto la gravedad que acarrea la cultura del racismo. Ante estos hechos ¿Es necesario continuar en la lógica de visibilizar los problemas sociales? ¿no sería mejor que las sociedades contemporáneas comenzaran a modificar las jerárquicas estructuras sociales que, históricamente, han coadyuvado al surgimiento de prácticas discriminatorias y que, en la actualidad, aún siguen operando casi de la misma manera?

Desde mi punto de vista, las acciones para visibilizar el racismo fueron pertinentes inicialmente, cuando éste realmente se encontraba oculto en el discurso institucional, pero después de hechos históricos como, por ejemplo, la adopción por parte de la ONU de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial en 1965, parece que el problema ya no consiste en visibilizar, sino en transformar aquello que ya se ha visibilizado. Y es, en este último punto, en el que las sociedades contemporáneas se han estancado, a tal grado de que la perpetración de las acciones que intentan visibilizar los problemas sociales han comenzado a obstaculizar, incluso, el cumplimiento de sus propios objetivos.  

¿Qué es lo que se in-visibiliza cuando se pretende visibilizar el problema del racismo cambiando el nombre de un edifico? En mi opinión, toda la estructura social que, inconscientemente, legitima las prácticas discriminatorias. La Universidad de Edimburgo posee una íntima relación, de carácter histórico, con la Realeza Británica. Las autoridades de la institución hablan de la necesidad de reflejar en la comunidad universitaria la diversidad histórica y contemporánea, pero en ese proyecto no se contempla algo como la separación de la universidad con la Realeza (lo cual pienso que coadyuvaría mucho más a fomentar una cultura no racista y discriminatoria). Muchos rectores de la Universidad de Edimburgo han sido militares, que trabajaron para la Corona Británica en ciertos acontecimientos, como la reconquista de Sudán o la Guerra de los Boéres y que han pertenecido a la Cámara de los Comunes. Su rectora actual es una princesa que es parte de esa realeza. ¿Piensan ustedes que instituciones monárquicas fundadas en conceptos como “Familia real” o “Realeza británica” reflejan o deberían reflejar la diversidad histórica contemporánea? Las acciones efectuadas por dichas instituciones han tenido mucho mayor peso en la propagación del racismo y del esclavismo que las opiniones personales de un filósofo como David Hume. En ese sentido, quizá el universitario escocés y la universidad escocesa deberían estar más preocupados por replantear las bases estructurales de su sociedad que por la denominación de sus edificios.  Pueden cambiar el nombre a los recintos, pero en sus mecanismos se continúa reproduciendo la misma anquilosada estructura medieval ¿O acaso ha habido algún rector afrodescendiente en la Universidad de Edimburgo?, recordemos que Reino Unido es el noveno país del mundo con la mayor migración de poblaciones afrodescendientes.

Por último: hablamos de aspectos personales de un filósofo. ¿Era Hume deleznable como persona? Por supuesto que sí. No sólo era racista, era mujeriego, burlón, soberbio. No era una buena persona, eso está claro. Sin embargo, un problema político como el racismo no puede ni debe pretender solucionarse desde el ámbito particular. El problema no es si el individuo posee creencias falsas (como “los afrodescendiente son inferiores”), el problema es la estructura social a la cual pertenece legitima esa creencia desde su operatividad. En la época de Hume había una estructura social que, desde su operatividad, legitimaba el racismo. En nuestra época tenemos estructuras sociales que también lo hacen y que, en el mejor de los casos, sólo se han limitado a señalar el problema a nivel discursivo, pero no a solucionar el problema de fondo: el asesinato de George Floyd nos muestra que no hemos progresado mucho en relación a la época en la que vivió Hume y la idea de la diversidad histórica sigue siendo, en la práctica, un mito del hombre contemporáneo.   

Lo anterior me hace pensar que la acción efectuada por las autoridades de la Universidad de Edimburgo responde más a una necesidad de fomentar una buena imagen de la institución a partir de la corrección política (que es una genuina obsesión de las sociedades contemporáneas), pero no me parece una medida mínimamente resolutiva para erradicar la cultura del racismo.

*Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de lxs autorxs y no necesariamente reflejan la posición del equipo editorial.

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Biopolitical Re-colonization in Contemporary Mexico

In November 2017, I was invited to deliver a talk about Sonic Borderspaces at Emory University, besides the activities involved in my visit, what remained in my memory was the University Hospital – one of the top research institutions devoted to the eradication of Ebola – and the construction sounds and noises coming from a building across the street, where a group of Spanish-speaking workers carried out their jobs. I was walking with a couple of graduate students and I couldn’t help to comment that we were witnessing a sonic borderspace. On the one hand, a complete silence emanated from the University Hospital, while, on the other, the mix of dissonant and cacophonic sounds produced by the construction workers set an invisible biopolitical border that could metonymically be compared to Trump’s Wall on the US-Mexico border, for north of the border there’s the scientific infrastructure to combat diseases such as Ebola, while south of the border there’s a scientific dependency (paraphrasing Theotonio dos Santos dependency theory) that echoes throughout the Latin American continent as a shout for equal access to biopolitical development without the mediation of financial institutions like the International Monetary Fund.

            Over the decade that I taught at American universities, I used to fly between the US and Mexico on a regular basis, often with the research purpose of tracing the pathways of those working communities labeled as subaltern. My students, and even some colleagues, were always surprised when I told them that Mexico was also a republic, and as such its political organization was similar to the United States. Comments such as “I didn’t know that the Third World had republics as well” or “I thought Mexico had only dictators” were common responses. However, a closer look to the social dynamics and the division of labor of places such as Mexico City – which based on the numbers and statistics is usually catalogued as a Global City – would challenge the efficiency of the constitutional republicanism that has ruled over the Mexican people since the 19th century.

            When I began my doctoral studies, my research interests focused on decolonial theory, subaltern studies, and the so-called “long nineteenth century,” for that reason I developed the critical compulsion of noticing colonial practices everywhere I went. Nevertheless, through my continuous travelling between Europe, Northern Africa, Latin America, and the US, Mexico always stood up as a place where colonialism lingered in the most quotidian habits and practices of the working and disempowered classes, which in Mexico compose most of the population. I do not want to make an exhaustive compilation of such habits and practices, but a close look at the distribution of the health services and the traditional channels to access fresh foods would provide enough evidence to claim that over the last decades Mexico has experienced an intense process of re-colonization that has jurisdictionally crystalized with the election in 2018 of the first left-wing president in modern Mexican history. One would imagine that the election of a self-called socialist president was going to bring structural and institutional changes that would create the means to empower those communities linked to agrarian social spaces. Instead, one of the most noticeable measures enacted by the new administration – which at first glance seemed harmless – consisted in changing the titles of the public servants and the administrative jurisdictions. For a scholar like me who didn’t live in Mexico and didn’t experience the transition from the soft-dictatorship of the PRI to the presidential election of Andres Manuel Lopez Obrador, Mexico seemed to remain intact in its core, but a closer look at those nominal changes would render the fact that the new titles were those which in turn were used during colonial times.

            Worldwide the media coverage of the Coronavirus pandemic, in regards of political figures, has focused on the role of Donald Trump, who has been criticized for not listening to his advisors to find more effective and inclusive strategies to fight the pandemic. In Mexico, Lopez Obrador has been also criticized for ignoring, for instance, the guidelines suggested by the World Health Organization and for getting closer to criminal groups linked to drug trafficking, all while the pandemic is deepening social inequalities and public hospitals are at their full capacity or simply don’t have the resources to take care of the Covid-19 patients. On both sides of the border, Mexican farmers (campesinos) are among the most vulnerable communities; due to their working conditions, diet, exposure to pesticides, and the medical attention they receive. Coronavirus spreads among them at higher rates. The Columbian Exchange brought deadly diseases to the Americas, mostly in detriment of indigenous peoples. Today, I suggest that the Coronavirus Exchange, while it has impacted the health of the global population, as it advances is producing its worst effects among indigenous communities, who historically have been placed in disadvantaged biopolitical situations.

            The Coronavirus pandemic has also brought to the surface an aspect of global racism that had passed unchallenged until recent times: DNA. Medical research has historically focused on developing vaccines and medications based on white subjects. Diabetes, for instance, is one of the global diseases that – while it affects people from all ethnicities – has become endemic among non-white people, thus suggesting that both colonialism and coloniality are also practices at the genomic level. As 2020 progresses, the entire world keeps awaiting the arrival of the one vaccine that will defeat Covid-19, a vaccine – or better put, a set of vaccines – that is being developed in laboratories of the First World serving the interests of those who will be able to afford it. The bid of the US government to buy such vaccine for the exclusive use of the American people seemed not only outrageous, but it also made evident what was already clear for any biopolitical analyst, which is that the Coronavirus pandemic is only the tip of the iceberg of a genomic war that at first glance is confronting China against the US, both economic superpowers battling for the financial control of the world. The role of both the Developing World and the Third World in this global war is somewhat unclear, some may argue that this genomic war is vanishing the World System divisions in order to pitch people against one another based on their ethnicity, unleashing not only a clash of civilizations – paraphrasing Samuel P. Huntington’s controversial book – but a biological crisis that will displace the most disadvantaged communities to the very margins of civilization. Mexico, a nation known over the last decade mostly for having the second highest rate of feminicides (only after Brazil)[1] and a political culture linked to drug cartels, is now among the nations with the highest rates of Coronavirus deaths.

            All the attempts to display a “new normality” have failed in Mexico for various reasons. Mexico’s structural dependency in terms of both logistics and health-related information has been poorly administered by the nation’s leaders. At the street level, Mexican people attempt to keep carrying out their surviving endeavors, some wearing the sanitary facemask and using a hand sanitizer that has been banned in the US due to its high methanol content. However, with food prices rising and drug cartels displaying unprecedented forms of violence allover the country, Mexico’s exit to the pandemic seems like a chimera. In the meantime, Mexico’s most vulnerable keep awaiting that the world’s superpowers give them the magical vaccine – as if Coronavirus was affecting only the Mexican nation -, while politicians regardless of their ideological affiliation seem more invested in joining the forces of institutional corruption. Contemporary Mexico seems like a neocolonial puzzle where re-colonization practices are beginning to vanish the spiritual humanity that used to characterize Mexican people, who are surrendering to both lockdown anxiety and the violent imagination – emerging from drug cartels – that pop culture and media reified on daily basis. Lopez Obrador will be traveling soon to Washington D.C. to meet Donald Trump. On the surface the purpose of the meeting is to discuss matters regarding the new trade agreement between Canada, Mexico, and the US (‘USMCA’ in the US, ‘CUSMA’ in Canada, and ‘T-MEC’ in Mexico), but what most Mexican citizens want to hear when Lopez Obrador comes back from north of the border is that there’s a way out of this pandemic, as if the US owned the secret to defeat Coronavirus, while scientific research keeps showing that Latinx and Black communities are the ones at higher risk in the global genomic war that is dictating the biopolitical pace of 2020.


[1] https://oig.cepal.org/en/indicators/femicide-or-feminicide


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“Coronavirus, the Global Village, and The End of Individuality”

“Alike to the arrival of that alien spacecraft, the global spread of Coronavirus, or COVID-19, has brought the collapse of one of the thinnest layer of the neoliberal global project”

In The Gutenberg Galaxy (1962), Marshall McLuhan refers to an “instant interplay of cause and effect” (25) in the total structure of society as a characteristic of the interdependence of any oral society. This instant interplay of cause and effect, according to McLuhan, is an inherent feature of a village, and as an extension of what he labels as the “global village”. McLuhan, in the early 1960s, anticipated that technological innovation was going to transform the whole model of human communication to the point of shifting the entire world system from a geopolitics anchored in national divisions to a global order of constant communicative interdependence. Fifteen years before McLuhan’s theoretical approach to understanding future human communication, George Orwell’s 1984 (1949) drew a dystopian portrayal of a society controlled and shaped through the mediation of television screens. 1984 represents society as a totalitarian and communist corporation (Big Brother) that is permanently at war with external forces, and even despite that the members of this corporation only experience this “international” war through the mediation of the messages shared by the leaders on television, fear is the emotional force that weaves the actions of everyone. As it is expected from a totalitarian communist regime, there is a constant interplay of cause and effect in relation to the experience of individual fear, for an action that subverts the regime’s rigorous biopolitical guidelines brings irreversible consequences. We witness such consequences through Winston Smith’s torturing process, who ultimately has to give up his individual mental freedom in order to remain alive.

            Not only relationships have to be approved beforehand by the Big Brother, but also individual transit from one place to another within the confines of the regime’s territory. Furthermore, oral expression is constantly monitored and designed to served the Big Brother’s goals. The novel ends showcasing the radical mindset and vital repression of Winston, who after experiencing various forms of torture feels obliged to accept that 2+2=5, thus defying both reason and common sense. Even though 1984’s society is not a global village in a strict sense, we already find in Orwell’s novel the elements – as if it was a piecemeal déjà vu that will add and transform elements over the coming decades – of McLuhan’s global village, highlighting the transformative role that new technologies will enact in future societies.

            Radiohead’s tribute to Orwell’s 1984, a song titled “2+2=5”, while it lyrically makes allusion to the sensorial consequences of questioning the government’s authority, it also resonates as a prophecy of what humans worldwide have been instructed, if not imposed, in 2020 due to the Coronavirus pandemic: “I’ll stay home forever/where two and two always makes a five”. Colony, a television series aired between 2016-2018, takes 1984’s communist dystopian elements and translates them to the neoliberal language where – paraphrasing Radiohead – “ego (I) and consumption always makes happiness/survival”. However, as a dystopian series, Colony features a “global village” where constant technological innovations, besides serving superfluous individual needs such as shopping, are the means to monitor and coerce the biopolitical trajectories of a global oral society whose main headquarters are located in Davos, Switzerland (the place where each year a group of various political agents meet to strengthen the interests of the wealthiest of the world).

            Colony narrates the end of the human world – who is constantly under the attack of alien forms of intelligence – through a middle-class American family, who are forced to militarize even their youngest daughter in order to remain alive in a global village/community/society that is constantly changing the governing rules to both adapt to alien threats and guarantee the comfort of those in power. At first, the only alien forces that we see in Colony are embodied in the police force, but as the show unravels we also see robots and ultimately an alien form of intelligent military life able to defeat the most powerful human weapons. The show final scenes portray the arrival of an alien spacecraft that only by being present unleashes a sort of global nuclear attack. That is, so to speak, the end of humanity.

            Alike to the arrival of that alien spacecraft, the global spread of Coronavirus, or COVID-19, has brought the collapse of one of the thinnest layer of the neoliberal global project, that which anchors our biological nature to our planetary mission as the species that historically has claimed to be the most advanced form of life in the planet Earth. Suddenly, Chinese news from December 2019 became not only viral in media but also a biopolitical message that is reshaping global ecosystems and our understanding of our precarious human condition. Widespread social turmoil, national lockdowns and quarantines, global “stay at home” orders have taken over human lives across the globe as mandates that, according to those in power, are the direct consequence of the Coronavirus emergency. However, even a panoramic look at the configuration that human life was acquiring after the end of the Vietnam War would challenge the notion that our most crucial current global issues are due to the Coronavirus pandemic. Economic inequality, the fragility of national health systems, racial discrimination, and widespread social dissatisfaction have been present, at least, since the inception of Modernity at the global scale in the 15th century.  

            Both Orwell’s 1984 and Colony portray dystopian social realities in which human beings, even the best equipped to survive, surrender to unknown forces. In the case of 1984, the unknown is only visible through television screens; in Colony, the unknown materializes into non-human entities that, like Artificial Intelligence, at first seem under human control, but as these forces grasp the vulnerabilities of humans – both as individuals and members of a community – they take over the planetary reality. Moreover, in 1984, there is only one path towards survival, which is total submission to the regime’s warfare goals; in Colony, the level of individual survival is based on the social stratum of individuals as the ruling elite has launched a global neoliberal project that aims at colonizing other planets as well. Therefore, both the preservation of the neoliberal status quo and defense are the top priorities of the ruling elite, who through the use of intelligent borders administer the flow of people across the global landscape. In many ways, the current global social environment resembles Colony, with the only difference that humanity is under the attack of a biological weapon, globally called Coronavirus, which has brought health-related consequences unseen during previous pandemics.

            While the global population awaits the arrival of a vaccine, we are constantly fed by scientific information and various forms of artistic contents that underline that human reality won’t be as we formerly experienced it. In addition, governments worldwide through media maneuvers have launched a propagandistic campaign pushing forward what is called “the new normalcy/normality”. Nevertheless, this “new normality” has been defined by the deepening of violence among those communities that historically have been relegated to either a submissive status – thinking in terms of Orwell’s 1984 – or a militarized yet subordinated status as it is the case of those who resist the status quo – as it happens in Colony. The killing of George Floyd in Minneapolis on May 25 brought to the global surface the fact that, despite Coronavirus and the radical changes that it has forced into our human reality, humans are indeed the worst enemy against humanity. Android gadgets and the use of media have allowed for the creation of the “instant interplay of cause and effect” that McLuhan attributed to the global village, which is to say a technological ecosystem where individuality runs the risk of vanishing among the waves of virtual reality. Meanwhile, I hope that this new age of protest, which is mobilizing youth worldwide, finds a set of maneuvers that bring an outcome that does not resemble neither 1984 or Colony, all while alien forces have already landed on the Earth under the name of Coronavirus.

WORKS CITED  

Colony. USA Network: 2016-2018. 36 episodes.

McLuhan, Marshall. The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man. University of           Toronto Press: 2011.        

Orwell, George. 1984. Harcourt: 1949.

Radiohead. “2+2=5”, Hail to the Thief. Parlophone/Capitol: 2003.


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Contra el “crimen de odio” (hate crime)

por el colectivo Daikon

Sobre cómo resistir el encuadre de los ataques racistas como “crímenes de odio” y rechazar la complicidad con la policía

Durante el brote de Covid-19 ha habido un fuerte aumento de los ataques racistas contra personas del este y sudeste asiático en el Reino Unido. La Policía Meteorológica ha creado un foro sobre crímenes de odio que involucra a grupos de la comunidad china, y los miembros de la comunidad han pedido una investigación sobre los “crímenes de odio” recientes, en respuesta a lo cual el Ministro del Interior, Priti Patel, se ha comprometido a garantizar que todos los “delincuentes enfrentan justicia”. Incluso para aquellos que generalmente desconfían de la policía, denunciar los “delitos de odio” podría parecer un caso excepcional en el que la policía al menos está desplegando sus poderes contra los racistas. Esta pieza pretende ser algo intermedio entre una intervención y un recurso sobre por qué informar “delitos de odio” no nos mantiene a salvo. Una respuesta genuinamente antirracista a estos ataques debe rechazar la participación de la policía, que solo pone en peligro a las comunidades ya atacadas por la policía, al tiempo que legitima el papel de la policía en la subordinación de las comunidades negras, musulmanas y otras comunidades racializadas y marginadas. Sobre la base de la organización de ayuda mutua bajo Covid-19, deberíamos desarrollar prácticas autónomas de cuidado y seguridad comunitaria, y resistir la violencia estatal y policial en todas partes.

Nota: en este artículo, los “crímenes de odio’ contra los asiáticos orientales y sudorientales se consideran un fenómeno general. Esto se debe a que parece que la mayoría de los ataques han sido contra personas racializadas como ‘chinas’, generalmente asiáticos de piel clara del este y sudeste, debido a los orígenes del virus en China. Sin embargo, esta categorización tiende a aplanar las diferencias socioeconómicas, particularmente las formas en que muchas comunidades del sudeste asiático permanecen marginadas dentro de este grupo y se ven desproporcionadamente afectadas por la pobreza y la vigilancia.

Situando los ‘crímenes de odio’

Al igual que todos los enfoques de justicia penal, el “delito de odio” desplaza los problemas sociales a “delincuentes” individuales, cuyo castigo parece haber abordado el problema. En otras palabras, la ley de delitos de odio nos proporciona la ilusión de seguridad, mientras que las condiciones que dan lugar al abuso racista permanecen intactas.

Abordar los ataques racistas significa reconocerlos primero como síntomas de problemas más profundos que deben abordarse. Claramente, es útil que los estados occidentales encuentren en China un chivo expiatorio por sus respuestas catastróficas a la pandemia; de hecho, encuestas recientes sugieren que los británicos culpan al gobierno chino más que al gobierno británico por la propagación de Covid-19 en el Reino Unido. Pero también debemos entender las historias e intereses que convergen en la narrativa de ‘culpar a China’, y que le confieren poder. Los orígenes del virus en China significaron que siempre sería racializado en Occidente, su génesis y propagación se vería a través de la lente de las antiguas ideologías orientalistas y sinofóbicas que enmarcan a los chinos como sucios, enfermos y una amenaza ‘invasiva’: tropos a menudo reforzado por una política de respetabilidad de la diáspora que distingue a los asiáticos asimilados (“nosotros”) de los “no civilizados”.

El clima actual tampoco puede separarse de los intentos del imperio estadounidense de contener la creciente influencia política y económica mundial de China. Aunque la narrativa de ‘culpar a China’ está siendo promovida principalmente por los políticos y los medios estadounidenses, también está siendo tolerada y perpetuada aquí en el Reino Unido. Esto es algo a lo que deberíamos prestarle atención y hacer una estrategia crítica. La lucha global que se desarrolla entre los EE. UU. y China, exacerbada por la crisis actual, probablemente contribuirá a un clima racista para aquellos de nosotros racializados como chinos más allá de este momento, al mismo tiempo que intensificará las crisis subyacentes del capitalismo global, golpeando más a los que ya sufren más.

Todo esto está oscurecido por un enfoque limitado en la vigilancia del “odio” divorciado de su contexto político. Este enfoque solo se ha visto reforzado por los principales medios que enmarcan los ataques racistas como ‘crímenes de odio’. En línea con una tendencia liberal más amplia de individualizar la opresión estructural, el racismo aquí tiende a enmarcarse como principalmente interpersonal, enraizado en el prejuicio irracional de los fanáticos individuales o aquellos particularmente impresionables para la teoría de la conspiración racista.

Vale la pena señalar aquí que, al mismo tiempo que involucra a los tropos sinófobos, los principales medios de comunicación están brindando una cobertura significativa del crimen de odio anti-chino, cuando en comparación rara vez se ha prestado tanta atención al crimen de odio contra los negros o los musulmánes. No podemos ver esto simplemente como una extensión de la preocupación benevolente hacia los asiáticos orientales por parte de los medios adinerados: es inseparable de la instrumentalización estratégica de la supremacía blanca de las comunidades del este de Asia como una forma de enmarcar a ciertos grupos raciales como más merecedores de atención debido a su posición como minorías modelo “trabajadoras” y “respetuosas de la ley”. La otra cara de esto es la continua denigración de las comunidades negras y musulmanas, contra quienes la violencia se normaliza. Muchos asiáticos orientales otorgaron plataformas de medios para hablar sobre el racismo y participar activamente en esta denigración al defender los mitos de las minorías modelo y depositar la confianza en el estado y la policía británicos. Tales llamamientos a la pureza moral de las víctimas de ataques racistas en el este de Asia deben entenderse como un intento de demostrar nuestra proximidad a lo blanco y, a su vez, nuestro derecho a la seguridad y protección por parte del estado, legitimando la violencia contra aquellos que no pueden o no se enfrentarán tales normas

Esta cobertura mediática del ‘crimen de odio’ también hace que el ‘racismo del coronavirus’ sea sinónimo de racismo interpersonal hacia las personas del este y el sudeste asiático, ocultando la realidad del racismo estructural pandémico, que las comunidades negras están cargando con la peor parte. Las estadísticas de la ONS muestran que las personas negras tienen cuatro veces más probabilidades de morir por Covid-19 que las personas blancas, y las personas de Bangladesh y Pakistán tienen casi el doble de probabilidades. El gobierno británico sigue sin proporcionar equipamiento de protección adecuado a todos los trabajadores clave, no brinda apoyo social a los trabajadores e inquilinos clave, mantiene a las personas encerradas en prisiones y centros de detención y mantiene un ambiente hostil hacia los migrantes, además de las condiciones restrictivas de las visas . Estas son solo algunas de las políticas asesinas de inacción que exacerban las desigualdades existentes y matan desproporcionadamente a las personas negras y marrones, sacrificadas voluntariamente solo para que Gran Bretaña pueda continuar “como siempre”.

Dentro de las comunidades del este y sudeste asiático, los trabajadores migrantes son los más afectados, y la comunidad filipina sufre la mayor tasa de mortalidad entre los trabajadores de la salud. También hemos escuchado de trabajadores indocumentados vietnamitas con síntomas de coronavirus que no acceden a la atención médica por temor a que se les cobren tarifas que no pueden pagar o que se les informe a la Oficina Central. Este racismo estatal no es accidental ni excepcional, sino que es parte integrante de la larga tradición imperialista de Gran Bretaña de asegurar sus propios intereses a través de la explotación de personas racializadas y colonizadas. Tal racismo estructural se oscurece cuando los “crímenes de odio” se convierten en ejemplares del racismo. Al replantear el racismo como interpersonal y criminalizar a las personas racistas, la ley de delitos de odio permite al estado escribir su propio racismo en la imagen.

La violencia policial

La participación de la policía en el abordaje del ‘crimen de odio’ crea una situación en la que aparentemente se supone que muchas personas atacadas por la policía dependen de ellos cuando sufren ataques racistas. Por ejemplo, se supone que los trabajadores migrantes en los barrios chinos y los bares de pedicura vietnamitas que sufren abusos racistas deben buscar ayuda de la misma policía que realiza violentas redadas de inmigración en sus lugares de trabajo. Para las personas indocumentadas que son criminalizadas simplemente por vivir y trabajar en este país, denunciar crímenes de odio significa arriesgarse a ser arrestado, incluso detenido o deportado.

La realidad es que la legislación sobre delitos de odio nunca tuvo la intención de protegerlos. Es una forma de que la policía parezca que está del lado de nuestras comunidades en un intento de ganar legitimidad. Funciona para dividir a las comunidades en función de la raza y la clase al ofrecer protección a los ciudadanos minoritarios (por ejemplo, los asiáticos de clase media) que generalmente están protegidos de los impactos de la violencia policial, al tiempo que justifica la expansión de los poderes policiales y de vigilancia que principalmente apuntar a comunidades pobres, negras, musulmanas e indocumentadas.

Esto es parte de un patrón más amplio de cooptación estatal de luchas contra la opresión para enfrentar a las comunidades entre sí. Como Lynn Ly argumentó en un seminario web reciente, la misma retórica contra el crimen de odio que enmarca al estado como protector de las personas marginadas a menudo se moviliza para justificar la expansión de los regímenes de seguridad en el país y en el extranjero. Hablando desde un contexto norteamericano, Ly dio el ejemplo de cómo la movilización LGBT contra el ‘crimen de odio’ coincidió con aumentos significativos en el gasto militar, con los ‘derechos LGBT’ armados como justificación para una mayor vigilancia e intervención militar en la Guerra contra el Terror. Los poderes policiales ya se han ampliado bajo el Covid-19: hemos visto innumerables imágenes de la policía en grupos, sin cumplir con las pautas de distanciamiento físico y acosando a la clase trabajadora desproporcionadamente y a los negros solo por el hecho estar en la calle. Mientras tanto, los medios británicos celebraron el “espíritu de guerra” de los británicos blancos que se reunían para las fiestas callejeras de VE Day. No necesitamos más policías en las calles que pongan en peligro a las personas marginadas en nombre de ‘nuestra seguridad’.

También es importante considerar los efectos del racismo en la vigilancia de los perpetradores. En el contexto de las ideologías racistas anti-negras que enmarcan a los hombres negros en particular como propensos a la violencia y la criminalidad, podemos esperar evaluaciones racializadas del riesgo para informar cómo y si los casos de delitos de odio son perseguidos, tanto por la policía como por los miembros de las comunidades afectadas. De hecho, Daikon* ha escuchado de los contactos que un video de un hombre negro que llama a otras personas negras a atacar a los chinos (a raíz de las noticias sobre el racismo hacia los migrantes africanos en Guangzhou) ha circulado en el foro de crímenes de odio de la Policía Met, en el que algunos ‘líderes comunitarios’ chinos han respondido demandando castigo y con llamados a una escalada masiva, para informarlo a la embajada china y para advertir a los chinos de la amenaza a nivel mundial. Este ejemplo revela no solo el pánico anti-negro, sino también un compromiso con un ‘antirracismo’ estrecho y autoprotector que no aprecia, si no respalda activamente, el papel de la policía en la brutalización de las personas y comunidades negras.

Cualquier respuesta de la comunidad a los ataques racistas debe mantener a todos a salvo. Canalizar la energía en el castigo de los perpetradores individuales ofrece justamente eso, castigo, no seguridad, al no abordar las causas profundas de la sinofobia y sus manifestaciones en diferentes comunidades, e ignorar el racismo estructural de la policía. Necesitamos reconocer a la policía como una institución que defiende la supremacía blanca y rechazar la colaboración y la complicidad con la policía y la blancura.

Confiar en el estado para la protección divide a las comunidades de otras maneras también. Como Jon Burnett ha argumentado, cuando el odio se criminaliza, es el estado el que establece la agenda y las prioridades para combatir el “odio” de acuerdo con sus intereses. Esto obliga a las diferentes comunidades a competir entre sí por el reconocimiento estatal y la financiación limitada para sus causas, administradas a través de ‘líderes comunitarios’ (a menudo simples nacionalistas) que no son responsables ni necesariamente representativos de las diversas comunidades que dicen representar.

Esto desalienta las críticas a la policía y las agencias estatales, al tiempo que fomenta la competencia y la enemistad entre las comunidades. En este momento, es importante reconocer que no solo las personas del este y sudeste asiático están experimentando ‘crímenes de odio’ relacionados con Covid: una trabajadora de transporte negra, Belly Mujinga, murió recientemente a causa del virus Covid-19 después de que un hombre escupió sobre ella alegando tener coronavirus; el Grupo de Monitoreo reportó un lenguaje cada vez más violento usado hacia los negros; y una extrema derecha empoderada están circulando teorías de conspiración antisemitas y difundiendo noticias falsas de que los musulmanes están violando las pautas de distanciamiento social. Tenemos que prestar atención a las diversas formas en que se envalentonan los racismos existentes y se utilizan para hacer chivo expiatorio a las personas marginadas en tiempos de crisis, y construir coaliciones sobre el terreno más allá y contra el estado, cuyas políticas y narrativas de los medios son siempre la causa de brotes en ataques racistas, y que hacen cumplir un sistema que coloca a las comunidades racializadas más cerca de la violencia y la muerte.

Alternativas a llamar a la policía.

Las estadísticas de delitos de odio sugieren que los delitos de odio denunciados contra los asiáticos del este y sudeste se han triplicado durante el brote de coronavirus. El riesgo y el miedo son reales. Es crucial que construyamos y desarrollemos prácticas de cuidado y seguridad comunitaria que sean independientes de la policía. Consideremos las siguientes sugerencias como una invitación a pensar juntos sobre cómo podemos mantener seguras a nuestras comunidades.

Intervención del espectador

Una práctica útil en términos de prevención y reducción es la intervención de espectadores. La intervención del espectador en general implica reconocer una situación (potencialmente) dañina y elegir intervenir para prevenir (más) daños. Reconoce que los perpetradores de ‘crímenes de odio’ están empoderados por climas particulares de hostilidad racista alimentados por los medios porque sienten que su comportamiento está legitimado y, a menudo correctamente, creen que nadie intervendrá. También puede alentar a otros transeúntes que de otro modo podrían tener miedo o no estar seguros de cómo intervenir para crear una resistencia colectiva que empuje contra un clima de complicidad. Además, a menudo parte del daño del abuso racista es sentirse aislado y doblemente degradado por ser ignorado. Ser un espectador activo comunica a la víctima que usted reconoce y rechaza el daño que se está haciendo.

La intervención del espectador puede tomar una variedad de formas. Es importante destacar que no necesariamente implica confrontar directamente al perpetrador, lo que a menudo corre el riesgo de intensificar la situación. A continuación se muestra una guía general útil: “No seas un espectador: 6 consejos para responder a los ataques racistas”, un enfoque abolicionista para la intervención del espectador por parte de BCRW y el Proyecto Nia.

 Bajo el distanciamiento social, algunos de los cursos de acción recomendados no serán posibles, pero los principios son los mismos. Los espectadores activos aún pueden enfocarse en la persona objetivo desde una distancia adecuada: saluda con la mano para ver si necesitan apoyo, fingen que se conocen, llaman la atención de los demás, documentan el incidente con su consentimiento y se registran después del incidente. Aquí hay algunos gráficos útiles de Cradle Community sobre la intervención de espectadores durante el distanciamiento social.

El grupo Chinxs para la acción afirmativa también han producido recursos útiles sobre qué hacer al experimentar o presenciar el abuso racista.

Atención autónoma y redes de apoyo.

La intervención de espectadores puede ser útil para evitar daños en el momento, pero también necesitamos formas continuas de atención y apoyo. Por supuesto, esto ya existe en nuestras relaciones personales y comunidades, y a veces lo más útil que se puede hacer si se sufre abuso racista es comunicarse con amigos y personas de su confianza para hablar sobre lo sucedido.

Sin embargo, existen aquellos para quienes las redes existentes no pueden satisfacer sus necesidades: pueden enfrentar la falta de gas o la incomprensión. Existe la necesidad de desarrollar iniciativas comunitarias entre las personas que puedan entenderse mejor y apoyarse mutuamente que sean accesibles independientemente de informar a la policía. Ha habido algunas iniciativas comunitarias en este sentido, por ejemplo, la sesión de discusión después de la pieza interactiva de actuación de Youngsook Choi ‘Unapologetic Coughing’, que reunió principalmente a personas de la diáspora del este y sudeste asiático para discutir acciones prácticas y curativas frente al ‘racismo epidémico’. El Consorcio Filipino Kanlungan también ofrece consultas gratuitas para problemas de salud mental relacionados con Covid-19.

También hay excelentes recursos generales desarrollados por grupos de base. Sisters Uncut ha producido un recurso útil sobre ‘Cuidarnos unos a otros durante Covid’, que describe algunas estrategias para responder al daño, ya sea que experimente daño o apoye a otra persona que ha sido perjudicada.

Archivo comunitario

Actualmente nos enfrentamos a un gobierno que reescribe su propia complicidad en la muerte masiva de la historia. Es crucial reconocer y recordar lo que realmente está sucediendo en este momento (y siempre). En términos de racismo hacia las comunidades del este y el sudeste asiático bajo Covid-19, debemos pensar en desarrollar métodos para archivar historias e incidentes que no dependan de la policía ni impliquen su denuncia. Aquí hay una iniciativa dirigida por voluntarios que archiva datos e historias sobre la discriminación contra los asiáticos orientales y del sudeste asiático. Permite a las personas informar sus propias experiencias y enviar publicaciones en redes sociales, artículos de noticias, etc.

Daikon es un colectivo de mujeres y personas no binarias del sudeste y este de Asia que viven en un contexto europeo. El zine Daikon como una plataforma para construir comunidad, proporcionar espacio para voces y narrativas subrepresentadas, examinar críticamente y responder a la desigualdad estructural, y construir recursos radicales y educativos por y para las personas del sudeste y este de Asia de géneros marginados en la diáspora.

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Agamben ‘s Boredom

by M.T.

The witness`s refusal to confess when the situation demands it could be considered a form of perversity. At least from a moral point of view, if not out of psychophysiological considerations. However, to what extent can each of us consider themselves witnesses of truth – a stance which Giorgio Agamben and his apostles seem to be taking – is something that will probably be decided on The Last Judgment. For the moment, the open circle of testifiers has to settle with partial truths, with news and ideas gathered through the imperfect method of dialectics. Under these conditions, Agamben`s labeling of medicine as “victorious faith” requires a more attentive analysis and a more nuanced discussion. In the context of the current pandemic, the Italian philosopher blames the medical science of foul play and of having acquired, through mischievous means, the power over certain life aspects that would normally pertain to other domains. By comparing it to Christianity and Capitalism, as systems of belief (although “ideologies” would probably be a more appropriate term), the philosopher from Rome draws our attention to the rights and liberties we have sacrificed on the profane altar of a cult disguised as science.Because even the less illuminated souls of non-philosophers are entitled to the presumption of innocence and in order to avoid chicanery, we shall refrain from questioning Agamben`s hypothesis, only briefly mentioning its evident refutabilaty. Out of consideration for the play of reason, we shall accept Agamben`s category of “religions” and we will agree that nowadays medicine could be seen as a religion or a cult. Still, the second part of his idea – the implied and disquieting subtitle according to which this new cult has lately gained the upper hand – is just an empty warning. If there has indeed been a fight and its winners were decided, then it were an honorable one and Agamben has to renounce the title of impartial moderator – a virtue cherished by any unbiased philosopher.

1. First of all, isn`t the separation between dogma and the cultic practice inherent in any domain? The believer may worship the Cross without proceeding to scriptural exegesis and often the Christian life is just a gray area for the appositeness of black and white dogmas. If we are to impeach virology, then we must do the same to ancient philosophy which is situated at the border of classical languages studies, and hermeneutics. What Agamben disregards is the long way from the virologist`s lab to the patient`s bed – a long list of specialists like the epidemiologist, the infectious disease doctor, the lawyer, the emergency physician, the nurse etc. Virology deals with medical practice no more than the theologian deals with the seats arrangement in the church. As for the “exaggerated dualistic opposition”, of which medicine is guilty as well, Agamben wrongly identifies the beneficent principle with recovery, and it is wrong because nowhere in the medical dogma is the process more important than the outcome – that of health. That being said…

2. What`s new to this medical dogma is the dissolution of any time frame, Agamben maintains. But Humanity has seen other epidemics and it has survived them all. I fail to see in which news report has it ever been said that COVID19 is here to stay forever. It will pass, like others before! This aspect invoked by Agamben is not only wrong, but utterly false and unasked-for. Only two months have passed, and some see salvation as already in sight. But it may be that the subjective time is hypersensitive to the imperceptible variations of the relative one and has lost sense of its Newtonian flow. Even so, it is this kind of flow that still governs the destiny of all life-forms, be they fully deserving ones, like humans, or barely tolerated, like viruses. We didn`t set out to burn books or throw accusations of spreading fake news, but an alarming rhetoric could be an early sign of paranoid pathology.

3. We should be grateful that at least “the collusion between religion and profane power” is not thrown on the back of the new cult, as Agamben admits that this modus operandi has successfully been used by previous ideologies. Exactly how it became a “cultic practice and not a rational scientific demand” is vague, because all that Giorgio Agamben proves during his battle with the dragon is that he doesn`t know much about the beast he is confronting. Cardiovascular diseases are not contagious, as he asserts. In its magnanimity, the medical dogma allows each individual`s free will to decide upon their body and uses the red line it has with the profane power only when there`s an urgent need. We need only mention public spaces in which smoking is not allowed and the taxes imposed by some states on alcohol and sugar, to see what an invalid claim this is. Yes, it is true that the medical religion uses legal norms to promote its ruling principle, but there is nothing new in this, and medicine is definitely not the frontrunner when it comes to such practices. And if we are to push the analogy even further and remind the Church its forgotten principles and practices, we should add to the embracing of lepers the long-forgotten festum fatuorum, exhorting the clergymen to descend among the parishioners and to consider, at least for one day, the disingenuous prayer of an unbeliever who is confined to a hospital bed due to an oxygen mask. As for capitalism and its presumed “losses of productivity”, the philosopher is not guilty but only troubled by a mild perception disorder. The silent winner as always, capitalism once again sought to end the battle in its advantage – what was lost through tourism and old industries was fully recovered by developing its newer assets: information technology, digital industry and bioengineering. During the last collision between the Christian god and the doctors and philosophers of the last century, capitalism easily replaced the coachmen with chauffeurs; now it replaces engineers with programmers. There is no need to reprieve it. Perhaps we should remind those who are interested in the subject that they should focus their attacks not on the medical, but on the capitalist clergy. If anything, there should be a Christian-Medical alliance in the hopes of defeating the religion of money.

4. The state of exception is perceived as so only by the infidels of the medical religion. Those from within the cult know that the current events are only a part of the natural world, just as on the bedside of the sick the doctor is the one proclaiming calmness, because they accept the possible death as part of life. Precisely for their capacity to see the bigger picture during a crisis, the doctor is the one we call upon to evaluate all possible outcomes. But evaluation of possibilities does not mean the power of decision. While waiting for the eschaton, the Christian knows that it is God`s Word, and not their own, that which will be decisive. And so, the Christian adopts a healthy quietness when confronted with what is inaccessible to them. This “world that feels as though it is at the end and yet is not in a position, like the Hippocratic doctor, to decide whether it will survive or it will die” now has the opportunity to remember its own narrowness and to put a halt on its juvenile sedition. By conjoining “together the perpetual crisis of capitalism with the Christian idea of an end time” the medical religion brings back on the front page a few spiritual practices that the modern person seems to have forgotten – the joy of simple things, the search for freedom on the inside and not outside of our souls. If the World did find a new religion during times of suffering, the medical religion was just what it needed.

5. The best part about the new religion is that it does not offer only one redemption and salvation, but many. The Evil God, the virus, can be triumphed over countless times, keeping us in a constant state of love and gratitude for the Good God – Health. Unlike the Christian God, who offered us knowledge but at the same time denied us eternity, using it as existential lure, Health is the beneficent god who not only promises itself, but offers itself to us in practice. The religion of science won the race with Christianity and capitalism because it is indifferent to our limited capacity of believing or disbelieving in its God.

Philosophers must indeed enter into conflict with religion, but for the sake of justice and truth, not for the enchantment of the battle itself. Unfortunately, regardless of the era we`re in, philosophers are still humans, as necessary and frail as always. Our duty, the duty of those ignorant scoundrels who deal with their salvation and redemption, is to gently nag them and to notify them when their hostility is misplaced. History thought us, even through great deniers such as Spinoza, that philosophy found its place in the world only in so far as it was willing to regard inoffensively the dominant religion (to encourage analysis and dialogue, instead of carping disguised as critique); that raising sincere questions has been more valuable than proclaiming verdicts and that, ultimately, a breath of fresh air is the only redemption we may hope for.


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¿Qué es el Blackout Tuesday? Industrias, marcas y más se vuelven negras en solidaridad con Black Lives Matter

J’na Jefferson*
Periodista de música y cultura

Si visitas Instagram hoy, lo más probable es que no veas nada más que imágenes negras. ¿Por qué es esto?

Blackout Tuesday, una acción colectiva iniciada por las trabajadoras negras de la industria musical Jamila Thomas (Directora Senior de marketing en Atlantic Records) y Brianna Agyemang (Gerente Senior de Campaña de Artistas en Platoon), tenía inicialmente la intención de detener la industria musical el 2 de junio para para mostrar solidaridad con el movimiento Black Lives Matter a raíz de las protestas derivadas del asesinato de George Floyd el 25 de mayo. Detener la industria de la música tenía el objetivo de pausar momentáneamente la industria evitando que artistas y sellos lanzaran nuevas actividades musicales y comerciales. El hashtag destinado a ser utilizado con la iniciativa era #TheShowWillBePaused.

“La industria de la música es una industria multimillonaria, una industria que se ha beneficiado principalmente del arte negro”, se lee en la publicación de Instagram de la iniciativa. “Nuestra misión es responsabilizar a la industria en general, incluidas las grandes corporaciones + sus socios que se benefician de los esfuerzos, las luchas y los éxitos de los negros”.

Sin embargo, marcas y negocios por fuera de la música también se han sumado a la propuesta y están alentando a sus seguidores a que suban fotos completamente negras en sus redes sociales usando el hashtag #BlackoutTuesday. En lugar de publicar como habitualmente, se alienta a las personas que quieran participar a llevar sus cruzadas en las redes sociales y su interés en el movimiento un paso más allá y publicar enlaces con recursos a los que las personas puedan acceder para obtener más información sobre cómo ayudar a comunidad negra. También se les pide que no compren ni vendan nada para mostrar fortaleza y moderación económica.

Les organizadores también están alentando las donaciones para las familias de las víctimas, así como a fondos para pagar las fianzas de la comunidad. También se busca informar más sobre campañas de base. En su sitio web, han incluido también enlaces para apoyar a las familias de George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery, así como fondos y recursos de la comunidad para obtener más información sobre cómo prevenir el racismo.

Es de suma importancia que quienes participan en Blackout Tuesday en las redes sociales (especialmente Twitter e Instagram) no utilicen los hashtags #BlackLivesMatter o #BLM en sus publicaciones. Para que más ojos vean los posibles incidentes que ocurren en las protestas de todo el país a través de estos mismos hashtags (#BlackLivesMatter o #BLM), es imperativo que los usuarios de las redes se abstengan de usarlos en sus publicaciones. Si ya han publicado su cuadrado negro con estos hashtags, les rogamos que editen su publicación y los eliminen. Los hashtags más apropiados serían #BlackoutTuesday y #TheShowWillBePaused.

Con suerte, ésta no será sólo una acción de 24 horas y sus participantes mostrarán que están comprometidos y comprometidas a largo plazo.

*Agradecemos a J’na Jefferson el permiso para traducir su texto. Originalmente publicado en The Root.

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Black Life- Bare Life

George Floyd, In memoriam

Plotinus understood life. Life is not a quantity! He claimed in mysterious lines hard to decode.  In these few words he decapsulated the whole enigma of livelihood. According to him, everything, from the skies and the suns until the tiniest microscopic mineral was endowed with life, participating of this joyful gift of plenitude. In contrast, the most living of living beings, the most empowered of life and illusions of eternity, humans, seem to disrespect this mystery, this unquantifiable, unmeasurable power inasmuch as they are so happily killing beings, killing minerals and ants, destroying animals, burning mountains and even contemptuously killing each other with the most outrageous means, nevertheless void of any sense or meaning. 

Charles Mills wrote the “racial contract” now so actual in the face of the death of George Floyd, whose name has remained in my skin since his cruel and merciless fading away, his assassination in the hands of the so called authorities of powerful institutions almost half responsible of a tacit contract with racism. As Adam Serwer in the Atlantic[1] records, the death rate of Afro-Americans or Latinos in the United States killed by policemen is about 1000 per year, where it is difficult to assess, if the crimes were actually done motivated by the terrible invention of some supremacist groups, namely, racism. Difficult indeed to elaborate the whole history of the tacit contract, racial contract, reigning with impunity in different territories and in diverse dimensions, and even within legal systems, as Mills argues. 

The argumentation of Mills is based on numbers, but also in the ideas behind the numbers. The death of people whose very unimportant color was looked upon as a crime, was overrated as the worst appearance men can have in some confused worlds. Full of indignation we should face the death of Floyd and of many others, whose name should always be remembered, as a symbol of the deadly crime of being a person of color. The problem with colors assigned to the human skin, is that colors are not just colors, but symbols, signs, interrogation and exclamation marks, or as in the case of many already gone: endpoints in the lines of their brief lives. 

A well-remembered Mexican-Ecuadorian philosopher, Bolivar Echeverría, said once, that white is not a color. Indeed, even physically speaking he was right. White is a construct, a complex structure of power, of “heavenly” rights, of “just” wars, of justification of murder, torture, violation, in sum of supremacy. It is a fair looking skin covering the values and the concepts which made slavery, conquest, imperialism and finally, racism possible.

“White is not a color” is not a simple idea: it contains a whole source of wisdom and vision. When we see each other, face to face, there is no color in between: there are eyes, and minds, and lives in play. The last thing important is the skin which just protect us, or in some cases, exposes us to unforeseen dangers. The dangers, not produced by the skin, but IN the skin, then internalized in the blood and even in the soul, if we call to remembrance the Debate of Valladolid (1550-51), where the existence of the soul, meaning the human existence of some “individuals” was called into question, in order to justify the divine assignment to “correct” the false ways of the false color, the non-white  –whatever that means. 

How white is whiteness? That is so absurd as to try to measure the different nuances in color of each olive in the world, the green, the fair green, the black, the pale olives, the yellow ones. And then again, each color, each kind of olive could be further divided into individual colors, the pale within the pale, the darkest within the black olives, and so on ad nauseam. What would we do if we find a pale one within the dark ones, should it be classified as a “pale-dark” olive, which is somehow a contradictio in adjecto, or maybe as a “dark-pale” olive, which doesn’t come close to any meaningful solution? What if we find an albino-olive? Does it pertain to the realm of albino-olives? But aren´t they albino-dark belonging olives and albino-pale related ones? This olive-classification is so absurdly near to the Nazi-selection of “Judaism” or to the old Spanish classification of races: mestizo, mulato, and so on, which somehow as concepts, and sadly sometimes as hipostasiated personal existing substances, remain even nowadays. 

Violence seems to me at times a very tiny word to understand its extreme meaning or meaninglessness, how did it make its way through humanity in so varied and even, cynically expressed, artistic figures? Violence is just a result of something else, of something which is nonviolent in appearance. Violence is sometimes as peaceful as the white color from the clouds. Violence can emerge even in the gaze, in the way two faces encounter each other. Violence has indeed many faces, and that is precisely its efficiency. To call the police because a guy supposedly paid with a fake bill of no more than 20 bucks, to call the police because a guy “seems” to be harassing me, or because he is conspicuously and cruelly running and ruining in my beautiful white street. These innocent calls out of desperate and hungry empty hearts are maybe not as innocent and friendly as the voices in the phone pretend to be. These innocent calls called the police, and then the violent chain began with this short anonymous call, and so the police came and without even watching around, just like an automatic radar, goes and chases the darkest face in the room, in the street, in the parking lot. And then, why not, kill him, ´after all he is dark and therefore guilty´, ´after all he is poor and therefore guilty´, ´after all he´s supposedly a narco and therefore guilty´. Guilt is a construct integrated in dark faces, in the colorlessness and soullessness of undervalued living beings.

Life is not a quantity and neither a color.


[1] https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2020/05/americas-racial-contract-showing/611389/

Giorgio Agamben, Recviem pentru studenți

O traducere autorizată a eseului filosofului Giorgio Agamben (n. 1942), publicat în „Jurnalul crizei” pe pagina Institutului Italian de Studii Filosofice, la data de 23 mai 2020. Giorgio Agamben a predat de-a lungul carierei sale academice în Italia la Universitățile din Macerata, Verona și Institutul Universitar de Arhitectură din Venezia), Statele Unite ale Americii (la Universitățile Berkeley și Northwestern, în Germania la Universitatea Heinrich Heine din Düsseldorf, în Franța la Collège International din Paris, și în Elveția la Universitatea din Lugano și European Graduate School. În limba română au fost traduse mai multe cărți din opera lui, dintre care amintim: Homo SacerPuterea suverană și viața nudă (2006); Starea de exceptie (2008); Timpul care rămâne. Un comentariu al «Epistolei către Romani» (2009); Stasis. Războiul civil ca paradigmă politică (2015); Opus Dei. Arheologia oficiului (2016); Împărăția și gloria. Pentru o genealogie teologică a economiei și a guvernării. (2018); iar în curând va apăreaMisterul răului: Benedict al XVI-lea și sfârșitul veacurilor.

A se prelua indicând următoarele surse: Traducere de Dan Siserman pentru Forum Nepantla. Text în original: https://www.iisf.it/


După cum ne așteptam, anul viitor cursurile universitare vor avea loc online. Ceea ce era evident pentru un observator atent, anume că așa-zisa pandemie va fi folosită ca pretext pentru difuzarea din ce în ce mai generalizată a tehnologiilor digitale, se realizează în mod punctual.

Nu ne interesează aici transformările corespunzătoare ale didacticii, în care elementul prezenței fizice (întotdeauna atât de important în relația dintre elevi și profesori) dispare definitiv pe măsură ce dispar discuțiile colective din timpul seminarelor, care erau partea cea mai plină de viață a predării. Acest fapt face parte din barbaria tehnologică pe care o trăim în prezent, în care este anulată vieții orice experiență a simțurilor, precum și pierderea privirii, întemnițată definitiv într-un ecran spectral.

Mult mai decisiv în ceea ce se întâmplă este ceva despre care, în mod semnificativ, nu se vorbește deloc, anume sfârșitul studenției ca mod de viață. Universitățile s-au născut în Europa din asociații de studenți – universitates -, cărora își datorează acest nume pe care îl poartă. A fi student implica, în primul rând, o formă de viață în care studiul și audierea prelegerilor erau cu siguranță trăsături determinante, dar nu mai puțin importante erau întâlnirea și schimbul constant de idei cu ceilalți scholarii, care proveneau cel mai adesea din cele mai îndepărtate locuri și care se reuneau în nationes în funcție de locul de origine. Această formă de viață a evoluat în diferite moduri de-a lungul secolelor, dar, de la clerici vagantes ai Evului Mediu până la mișcările studențești ale secolului al XX-lea, exista o dimensiune socială a fenomenului. Oricine a învățat într-o aulă universitară știe bine cum sub proprii ochi se legau prietenii și se constituiau, în funcție de interesele culturale și politice, mici grupuri de studiu și de cercetare, care continuau să se întâlnească chiar și după încheierea cursurilor.

Toate aceste lucruri, care au durat aproape zece secole, se termină acum pentru totdeauna. Studenții nu vor mai locui în orașele în care se află universitățile lor, ci fiecare va asculta lecțiile închis în propria cameră, despărțit uneori de sute de kilometri de cei care erau cândva colegii săi de clasă. Orașele mici, care cândva erau centre universitare de prestigiu, își vor vedea comunitățile de studenți, care adesea alcătuiau partea lor cea mai plină de viață, dispărând de pe străzile lor.

Despre fiecare fenomen social care moare se poate spune că într-un anumit sens și-a meritat sfârșitul și este cert că universitățile noastre atinseseră un asemenea grad de corupție și de ignoranță specializată, încât nu este cazul să le jelim, iar forma de viață a studenților era în consecință la fel de sărăcită. Cu toate acestea, două puncte trebuie să rămână ferme:

1. Profesorii care acceptă – așa cum se întâmplă în masă – să se supună noii dictaturi telematice și să își țină cursurile doar online reprezintă echivalentul perfect al profesorilor universitari care în 1931 au jurat fidelitate regimului fascist. Așa cum s-a întâmplat atunci, este probabil ca doar cincisprezece din o mie să refuze, dar numele lor vor fi cu siguranță amintite alături de cele ale celor cincisprezece care nu depuseseră atunci jurământul.

2. Studenții care iubesc cu adevărat studiul vor trebui să refuze să se înscrie în universitățile transformate în acest fel și, ca la începuturi, să se constituie în noi universitates, în cadrul cărora, contrar barbariei tehnologice, se va putea păstra viu cuvântul trecutului și să se nască, dacă e să se nască,  ceva de ordinul unei noi culturi.


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Giorgio Agamben, Medicina ca religie

(traducere din italiana de Dan Siserman. Sursa: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-la-medicina-come-religione )


Faptul că știința a devenit religia timpurilor noastre, aceea în care oamenii cred că cred, este deja evident de ceva timp. În Occidentul modern au coexistat și, într-o certă măsură, încă coexistă trei mari sisteme de credință: creștinismul, capitalismul și știința. În istoria modernității, aceste trei „religii” s-au intersectat adesea, intrând din când în când în conflict, pentru ca mai apoi, în diferite moduri, să se împace, până când au ajuns progresiv la un fel de coexistență pașnică și articulată, dacă nu chiar la o adevărată și adecvată colaborare în numele unui interes comun.

Ceea ce este nou este faptul că între știință și celelalte două religii s-a reaprins, fără a băga de seamă, un conflict subteran și implacabil, ale cărui rezultate victorioase pentru știință sunt acum în fața ochilor noștri și determină într-o manieră fără precedent toate aspectele existenței noastre. Acest conflict nu privește, așa cum s-a mai întâmplat în trecut, teoria generală și principiile, ci, ca să zic așa, practica cultică. De fapt și știința, ca orice religie, cunoaște forme și niveluri diferite prin care își organizează și își ordonează propria structură: elaborării unei subtile și riguroase dogmatici îi corespunde în practică o sferă cultică extrem de amplă și răspândită, care coincide cu ceea ce numim tehnologie.

Nu este surprinzător că protagonistul acestui nou război religios este acea parte a științei în care dogmatica este mai puțin riguroasă, iar mai puternic este aspectul pragmatic: medicina, al cărui obiect imediat este corpul viu al ființelor umane. Să încercăm să stabilim caracteristicile esențiale ale acestei credințe victorioase cu care va trebui să ne reglăm conturile din ce în ce mai mult.

1. Prima caracteristică este aceea că medicina, precum capitalismul, nu are nevoie de o dogmatică specială, ci doar se limitează la a-și împrumuta conceptele fundamentale din biologie. Spre deosebire de biologie, ea își articulează aceste concepte într-un sens gnostic-maniheist, adică conform unei exagerate opoziții dualiste. Există un zeu sau un principiu malign, anume boala, ai cărui agenți specifici sunt bacteriile și virusurile, și un zeu sau un principiu benefic, care nu este sănătatea, ci vindecarea, ai cărei agenți cultici sunt medicamentele și terapia. Ca în fiecare credință gnostică, cele două principii sunt clar separate, dar, în practică, se pot contamina reciproc, iar principiul benefic și doctorul care îl reprezintă pot comite o greșeală și colabora în necunoștință de cauză cu inamicul, fără ca prin aceasta să fie invalidată în vreun fel realitatea dualismului și necesitatea cultului prin care principiul benefic își luptă bătălia. Și este semnificativ faptul că teologii care trebuie să-și stabilească strategia sunt reprezentanții unei științe, virologia, care nu-și are locul propriu, dar se află la granița dintre biologie și medicină.

2. Dacă această practică cultică a fost până acum, ca orice liturghie, episodică și limitată în timp, fenomenul neașteptat la care asistăm este acela că a devenit permanentă și atotcuprinzătoare. Nu mai este vorba despre a lua medicamente sau de a ne supune, atunci când este necesar, unei examinări medicale sau unei intervenții chirurgicale: întreaga viață a ființelor umane trebuie să devină, în orice moment, locul unei celebrări cultice neîntrerupte. Inamicul, virusul, este întotdeauna prezent și trebuie combătut fără încetare și fără niciun posibil armistițiu. Religia creștină cunoștea, de asemenea, tendințe similare de totalitarism, doar că vizau doar unii indivizi – în special călugării – care alegeau să-și pună întreaga lor existență sub stindardul „rugăciunii neîncetate”. Medicina ca religie preia acest percep paulin și, în același timp, îl inversează: acolo unde călugării se reuneau într-o mănăstire să se roage împreună, acum cultul trebuie să fie practicat la fel de asiduu, dar rămânând separat și la distanță.

3. Practica de cult nu mai este liberă și voluntară, expusă doar sancțiunilor de natură spirituală, ci trebuie făcută obligatoriu, în mod normativ. Complicitatea dintre religie și puterea profană nu este, cu siguranță, un fapt nou; ceea ce este însă cu totul nou este faptul că nu mai privește, așa cum s-a întâmplat în cazul ereziilor, profesiunea dogmelor, ci exclusiv celebrarea cultului. Puterea profană trebuie să vegheze ca liturghia religiei medicale, care coincide acum cu întreaga viață, să fie respectată punctual în fapte. Că avem aici de a face cu o practică cultică și nu cu o exigență științifică rațională este evident în mod imediat. Bolile cardiovasculare sunt de departe cea mai frecventă cauză de mortalitate în țara noastră și se știe că acestea ar putea scădea dacă s-ar practica un stil de viață mai sănătos și dacă s-ar respecta o anumită dietă. Dar niciunui medic nu i-a trecut vreodată prin minte că această formă de viață și de alimentație, pe care el o recomandă pacienților, ar putea deveni obiectul unei reglementări legale, care ar decreta ex lege ce trebuie mâncat și cum trebuie trăit, transformându-ne întreaga existență într-o obligație sanitară. Tocmai acest lucru s-a întâmplat și, cel puțin deocamdată, oamenii au acceptat ca și cum ar fi fost evident să renunțe la libertatea lor de mișcare, muncă, la prieteni, la iubiri, la relațiile sociale,  la propriile convingeri religioase și politice.

Aici vedem măsura în care celelalte două religii ale Occidentului, religia lui Cristos și religia banului, și-au cedat primatul, aparent fără luptă, medicinei și științei. Biserica și-a renegat pur și simplu principiile, uitând că sfântul, al cărui nume actualul papă îl poartă, îmbrățișa leproșii, că una dintre lucrările milostivirii era vizitarea bolnavilor, că sacramentele pot fi administrate doar în prezență. Capitalismul, de partea sa, deși cu unele proteste, a acceptat pierderi de productivitate pe care nu îndrăznise niciodată să le socotească, sperând probabil pe mai târziu să ajungă la un acord cu noua religie, care în acest punct pare dispusă să negocieze o soluție.

4. Religia medicală a preluat fără rezerve din creștinism urgența escatologică, pe care aceasta din urmă a lăsat-o baltă. Deja capitalismul, secularizând paradigma teologică a mântuirii, eliminase ideea sfârșitului timpurilor, înlocuind-o cu o stare permanentă de criză, dar fără răscumpărare sau sfârșit. Krisis este la origine un concept medical, care desemna în corpusul de texte ale lui Hippocrate momentul în care medicul decidea dacă pacientul va supraviețui. Teologii au preluat termenul pentru a indica Judecata de Apoi care are loc în ultima zi. Dacă observăm starea de excepție cu care ne confruntăm, am putea spune că religia medicală unește criza perpetuă a capitalismului cu ideea creștină a unui timp ultim, a unui eschaton în care decizia finală este întotdeauna în curs, iar sfârșitul este atât accelerat, cât și dilatat, în încercarea neîncetată de a-l putea guverna, fără însă a-l rezolva o dată pentru totdeauna. Este religia unei lumi care se simte la sfârșit și totuși nu este în stare, ca și medicul hippocratic, să decidă dacă va supraviețui sau va muri.

5. Precum capitalismul și spre deosebire de creștinism, religia medicală nu oferă nicio perspectivă de mântuire și răscumpărare. Dimpotrivă, vindecarea pe care o urmărește nu poate fi decât temporară, întrucât zeul cel rău, virusul, nu poate fi eliminat o dată pentru totdeauna, căci se modifică încontinuu și își asumă mereu forme noi, cel mai probabil tot mai periculoase. Epidemia, așa cum sugerează etimologia termenului (demos înseamnă în greacă popor în calitate de corp politic, iar polemos epidemos este în Homer numele pentru războiului civil) este, în primul rând, un concept politic, care se pregătește să devină noul teren al politicii – sau non-politicii – mondiale. Într-adevăr, este posibil ca epidemia cu care ne confruntăm să fie realizarea războiului civil mondial care, conform celor mai atenți politologi, a luat locul războaielor mondiale tradiționale. Toate națiunile și toate popoarele sunt acum într-un război de anduranță cu ele însele, deoarece inamicul invizibil și evaziv cu care se luptă se află în noi.

Așa cum s-a întâmplat de mai multe ori în decursul istoriei, filosofii trebuie să intre din nou în conflict cu religia, care nu mai este însă creștinismul, ci știința sau acea parte din ea care și-a asumat forma unei religii. Nu știu dacă focurile de arme vor reveni și cărțile vor fi puse la index, dar cu siguranță, gândirea acelora care continuă să caute adevărul și să respingă minciuna dominantă va fi, așa cum se întâmplă deja în fața ochilor noștri, respinsă și acuzată de răspândirea de știri (știri, nu idei, pentru că știrile sunt mai importante decât realitatea!) false. Ca în toate momentele de urgență, reale sau simulate, vedem încă o dată cum ignoranții îi calomniază pe filosofi și cum ticăloșii încearcă să profite de nenorocirile pe care ei înșiși le-au provocat. Toate acestea s-au întâmplat deja și vor continua să se întâmple, dar cei care mărturisesc pentru adevăr nu vor înceta să facă acest lucru, pentru că nimeni nu poate depune mărturie în locul martorului.


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Amanda Vox/Lockdown Art VII


Every week Amanda Vox documents life in lockdown/quarantine via collages. A collage seems most appropiate to depict such a multi-facetted phenomenon, as it combines images, faces, elements that normally don’t belong toegether, but nevertheless intertwine in a meaningful visual experience. A collage has the advantage of being able to portray how the life of one thing gets interrupted and at the same time completed by other, unexpected things. Such a descriptive logic fits well with the everyday experience and confusion of self-isolation, that paradoxically connects us to a global pandemia, to an indefinite and indeterminate event seeping in every corner of our lives.



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Bioseguridad y Política. Giorgio Agamben

Traducción de Federica G. Luna autorizada por quodlibet.it

Aquello que impacta de las reacciones a los dispositivos de excepción que se han introducido en nuestro país (y no solo en el nuestro) reside en la incapacidad de observar más allá del contexto mediático, donde éstos parecen operan. Por el contrario, como debería hacerlo el análisis politico, pocos son los que intentan interpretarlos como síntomas y signos de un experimento más amplio, en el cual está en juego un nuevo paradigma de gobierno para hombres y cosas. En un libro pubicado ya hace siete años, que debería leerse hoy atentamente, (Tempêtes microbiennes, Gallimard 2013), Patrick Zylberman describió el proceso por el cual la seguridad sanitaria, que había permanecido hasta entonces al margen de los cálculos políticos, estaba convirtiéndose en parte esencial de la estrategia política estatal e internacional. Esto no es nada más que la creación de un “terror sanitario” como instrumento para gobernar aquello que se ha definido como el “worst case scenario”, el peor de los escenarios. Y, de acuerdo con esta lógica de lo peor que en el 2005 ya había sido anunciada por la organización mundial de la salud: “ la llegada de dos a 150 millones de muertes por la influenza aviar”, se sugería una estrategia política para la cual los estados de entonces no estaban preparados. Zylberman muestra que el dispositivo sugerido se articulaba en 3 puntos: 1) construcción, sobre la base de un riesgo posible, de un escenario ficticio donde los datos se presenten a modo de favorecer comportamientos que permitan gobernar en situaciones extremas; 2) adopción de la lógica de lo peor como regimen de racionalidad política; 3) la organización integral del cuerpo de los ciudadanos a modo de reforzar al máximo la adhesión a las instituciones de gobierno, produciendo una suerte de civismo superlativo, donde las obligaciones se presenten como prueba de altruismo y el ciudadano no tenga más derechos a la salud (health safety), sino que éstos se transformen en obligaciones a la salud (biosecurity).

Aquello que Zylberman describía en el 2013 se ha constatado hoy puntualmente. Es evidente que, más allá de la situación de emergencia ligada a un cierto virus que quizá en el futuro deje el puesto a cualquier otro virus, lo que está en cuestión es el diseño de un paradigma de gobierno cuya eficacia supera por mucho la de todas las formas de gobierno que haya conocido la historia política de Occidente hasta el presente. Si en la decadencia progresiva de las ideologías y la fe política, las razones de seguridad han logrado que los ciudadanos acepten las limitaciones de su libertad, que antes no podían aceptar, la bioseguridad se ha mostrado capaz de cesar absolutamente toda actividad política y cualquier vínculo social, como la forma máxima de participación cívica. Esto ha llevado a la paradoja de que las organizaciones de izquierda, que tradicionalmente estaban acostumbradas a reivindicar los derechos y denunciar las violaciones a la constitución, acepten sin reserve las limitaciones de la libertad impuestas por decretos ministeriales privados de toda legalidad; cosa que ni siquiera el fascismo fue capaz de soñar como algo posible.

Evidentemente – y la misma autoridad del gobierno no cesa de recordarlo – el así denominado “distanciamiento social” llegará a ser el modelo de la política que avanza, (como han anunciado los representantes de la así llamado task force, cuyos miembros se encuentran en conflicto flagrante de intereses con la función que deberían ejercer) y aprovechará este distanciamiento para sustituir, por doquier, los vínculos humanos en su corporalidad, ahora convertidos en sospechosos de contagio, por los dispositivos tecnológicos digitales (entiéndase, contagio político). Las lecciones universitarias, como ha recomendado el MIUR, se seguirán haciendo online el próximo año, no se reconocerá nadie más al mirarse el rostro, cubierto por un tapabocas, sino a través de dispositivos digitales que reconocen datos biológicos, ya recogidos obligatariomente, y cualquier “acercamiento”, por razones políticas o simplemente por simpatía, seguirá prohibido.

Lo que está en cuestión es la concesión completa de los destinos de la sociedad humana, desde una perspectiva que, en muchos aspectos, parece haber adquirido de las religiones ya desvanecidas: la idea apocalíptica del fin del mundo. Luego de que la política fuera sustituída por la economía, incluso ésta deberá integrarse al nuevo paradigma de bioseguridad para poder gobernar, al que se sacrificará, además, cualquier otra exigencia. Es legítimo preguntarse, entonces, si una sociedad tal podrá definirse aún como humana o, si la pérdida de los contactos sensibles, del rostro, de la amistad, del amor pueda compensarse realmente por la seguridad sanitaria abstracta y, presumiblemente, completamente ficticia.

11 de mayo de 2020

Giorgio Agamben


Para otras traducciones de G. Agamben, aquí

Agamben ‘s Boredom

by M.T. The witness`s refusal to confess when the situation demands it could be considered a form of perversity. At...
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Plictiseala lui Agamben

de M. T. Refuzul martorului de a mărturisi atunci când vremurile cer asta poate fi considerat o formă de perversitate....
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Giorgio Agamben, Recviem pentru studenți

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Giorgio Agamben, Medicina ca religie

(traducere din italiana de Dan Siserman. Sursa: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-la-medicina-come-religione ) Faptul că știința a devenit religia timpurilor noastre, aceea în care...
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Bioseguridad y Política. Giorgio Agamben

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Nuevas reflexiones. Fragmento de una entrevista a Agamben en diario italiano. 22.04.2020

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Fase 2

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Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

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Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages.  ISBN: 9780520220713 Traducción...
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The science behind potential Corona virus vaccines

photo by Miguel Á Padriñán

The corona virus has spread across the globe and changed life as we knew it. During this difficult time, we are all waiting for potential treatment options or vaccines for this corona virus (SARS-CoV-2) and the coronavirus disease (COVID-19). 

There are two options to fight this viral infection, either vaccines or antivirals. Vaccines are best given before infection occurs as a preventative measure and antivirals are used for patients who are currently sick due to the virus infection. This article is a short summary of what type of vaccines could be developed against SARS-CoV-2.

The goal of a vaccine is to induce an immune response to block the disease-causing virus or other microbe to protect the body from disease. In other words, to ‘teach’ the body to protect itself from a disease-causing organism. This article discusses three types of vaccines.

  1. Virus-based vaccines – often a weakened or inactivated form of the virus.
  2. Protein-based vaccines – A viral protein or a segment of viral protein.
  3. Nucleic acid-based vaccines – DNA or RNA that encodes for a protein.

Many vaccines that are used today are virus-based vaccines. One example is the polio vaccine, which has nearly removed this, previously debilitating infection, from the face of the planet. Scientists can take the disease-causing agent (e.g. SARS-CoV-2) and weaken it so virus no longer causes disease, but the immune system can recognize the virus and develop antibodies against the virus. Should the ‘real’ virus infect a vaccinated individual at a later time point then the body has immunity to the disease.

Instead of injecting a weakened form of the virus it is possible to inject a viral protein to provide immunity. The viral protein is a piece of the virus that the immune system can recognize and develop antibodies against. Upon infection with the real virus, the body can recognize the protein with the antibodies and stop the virus from causing disease. Hepatitis B vaccines work with this method.

Nucleic acid-based vaccines are based on the principle that instead of giving the body a weakened virus or a piece of the virus (viral protein) we can let the body make the viral protein itself. This is done by injecting viral encoding DNA or RNA. The DNA or RNA enters the human cells and the cell uses that information to make the viral protein, which the immune system recognizes. The body would then be able to recognize the protein and stop the virus from causing disease. This approach is still theoretical since there are currently no approved nucleic acid-based vaccines. There are however ongoing human clinical trials.

With countries around the world beginning discussions and plans to re-open shops, restaurants, cafes, office, clubs – essentially to re-open everything – an effective vaccine for SARS-CoV-2 would be extremely helpful. Hopefully we all get some good news soon. Until then, stay safe.


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Amanda Vox/Lockdown Art IV


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Nuevas reflexiones. Fragmento de una entrevista a Agamben en diario italiano. 22.04.2020

Rembrandt, The Anatomy Lesson of Dr. Nicolaes Tulp, 1632

Traducción autorizada por quodlibet.it de un fragmento de una entrevista a Agamben , por Federica G. Luna

¿Estamos viviendo un nuevo totalitarismo con la reclusión forzada?

«Desde diversos lugares se está forumlando la hipótesis de que, en realidad, estamos viviendo el fin del mundo, i.e. el fin de la democracia burguesa fundada sobre los derechos, los parlamentos y la división de poderes, la cual está cediendo su lugar a un nuevo despotismo. Dicho despotismo será aún peor que los totalitarismos que hemos conocido hasta ahora, desde el punto de vista de la omnipresencia de sus controles y el cese de toda actividad política. Los politólogos americanos lo denominan Security State, esto es, un estado en el cual se pueden imponer cualquier tipo de límites a las libertades individuales por “razones de seguridad” (en este caso, la “salud pública”, término que mueve a pensar en los infames “comités de salud pública” durante el Terror). Además, en Italia estamos acostumbrados, desde hace tiempo, a una legislación por decreto de urgencia de parte del poder ejecutivo que, de esta manera, sustituye al poder legislativo y suprime, de facto, el principio de la división de poderes en que se funda la democracia. Asimismo, el control ejercido a través de videocámaras y ahora, como se ha propuesto, a través de teléfonos celulares, excede, por mucho, cualquier forma de control utilizada bajo regimenes totalitarios como el fascismo o el nazismo».


A propósito de los datos: además de los que se recogerán a través de teléfonos celulares, debería hacerse una reflexión también, acerca de los datos que se difunden en las numerosas conferencias de prensa, en general incompletos o mal interpretados.

«Este es un punto importante, dado que toca la raíz del fenómeno. Cualquiera que tenga cierto conocimiento de epistemología no podrá nada más que sorprenderse por el hecho de que los medios han difundido cifras sin ningún criterio de cientificidad en los últimos meses, no solamente sin ninguna relación con la tasa de mortalidad anual durante el mismo periodo, sino que tampoco se precisan las causas de los decesos. Yo no soy ni virólogo ni médico, solo me limito a citar textualmente fuentes oficiales fiables. 21,000 muertes por Covid-19 parece, o es, ciertamente, una cifra impresionante. Mas si se les compara con los datos estadísticos anuales, las cosas adquieren, justamente, un aspecto diferente. El presidente del Istat, Dr. Gian Carlo Blangiardo, comunicó hace unas semanas las cifras de mortalidad del año pasado: 647, 000 muertos (por ende, 1772 muertes al día). Si analizamos las causas en cada caso, podemos ver que los úlitmos datos disponibles del 2017 se registran 230,000 muertos per enfermedades cardiovasculares, 180,000 muertos por tumores, al menos 53,000 muertos por enfermedades respiratorias. Pero, un punto es particularmente importante y nos atañe de muy cerca».

¿Cuál?

«Cito las palabras del Dr. Blangiardo: “En marzo de 2019 los decesos por enfermedades respiratorias han sido 15,189, mientras que el año anterior a este fueron 16,220. Llama la atención, por cierto, que son más que los decesos por Covid (12,352) declarados en marzo de 2020.” No obstante, si esto es verdad y no cabe ninguna duda, sin querer minimizar la importancia de la epidemia, es preciso preguntarse si esto puede justificar las medidas de limitación de la libertad que nunca se habían tomado en la historia de nuestro país, ni siquiera durante las dos guerras mundiales. De ello surge la legítima duda de si acaso se quisieron descargar en la población las serias responsabilidades de los gobiernos, difundiendo pánico y aíslando a la gente en sus casas. Descarga de responsabilidades que siguió al desmantelamiento del servicio sanitario a nivel nacional y luego en Lombardía, al cometer una serie de errores no menos graves para afrontar la epidemia».

Los científicos tampoco han ofrecido un bello espectáculo. Pareciera que no están al nivel de dar las respuestas que se esperaban de su parte. ¿Qué piensa al respecto?

 «Resulta siempre peligroso confiar a médicos y científicos decisiones que, en última instancia, son de carácter ético y político. Mire, los científicos, con razón o sin ella, persiguen con buena fe sus propios razonamientos, que identifican con los intereses de la ciencia y, en cuyo nombre, están dispuestos a sacrificar cualquier escrúpulo de orden moral, como lo demuestra ampliamente la historia. No preciso recordar que bajo el nazismo, los científicos más estimados dirigieron la política eugenésica y no dudaron en utilizar los “lager” [campos de concentración] para hacer experimentos letales que consideraban útiles para el progreso de la ciencia y la cura de soldados alemanes. En el caso presente, el espectáculo resulta especialmente desconcertante porque, en realidad, a pesar de que lo oculten los medios, no hay acuerdo entre los científicos y algunos de los más ilustrados, como Didier Raoult, talvez el mayor virólogo francés, albergan opiniones diversas en cuanto a la importancia de la epidemia y la eficacia de las medidas de aislamiento. Este lo definió en una entrevista como una superstición medieval. En otra parte he escrito que la ciencia se ha convertido en la religión de nuestro tiempo. La analogía con la religión debe tomarse a la letra: los teólogos declaraban que no eran capaces de definir con claridad qué era Dios, mas dictaban a los hombres, en nombre de Dios, las reglas de conducta sin dudar en quemar a los herejes; así también los virólogos admiten no saber exactamente qué es el virus, mas, en su nombre, pretenden decidir cómo deben vivir los seres humanos».

Como ha sucedido tantas veces en el pasado, se ha dicho que nada será ya como antes y que nuestra vida debe cambiar. ¿Qué cree que vaya a suceder?

«Ya he intentado describir el tipo de despostismo que debemos esperar y contra el cual no debemos bajar la guardia. Sin embargo, si dejamos por un momento el ámbito de la actualidad e intentamos considerar las cosas desde el punto de vista del destino de la especie humana en la tierra, me vienen a la mente las reflexiones de un gran científico holandés, Ludwig Bolk. Según Bolk, la especie humana se caracteriza por una una inhibición progresiva de los procesos vitales naturales de adaptación al medio ambiente, los cuales son sustituídos por una hipertropia acrecentada por dispositivos tecnológicos con el fin de adaptar el medio ambiente al hombre. Una vez que este proceso sobrepasa un cierto límite, alcanza entonces un punto en que resulta contraproducente y se transforma en la autodestrucción de la especie. Fenómenos tales, como los que estamos viviendo, parecen mostrar que ya se ha llegado a este punto y que la medicina, que debería curar nuestros males, está arriesgando la posibilidad de crear un daño aún mayor. También debemos resistirnos con todos los medios contra dicho riesgo».


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Autobuses vacíos / COVID roaming libre

* El siguiente breve ensayo es un ejercicio especulativo sobre la posibilidad de una estética metafísica surgida de la nueva crisis del virus COVID-19. No se desea disminuir su gravedad o aprovechar esto como una oportunidad para aprender cosas nuevas. Forum Nepantla considera al COVID-19 muy en serio.

La situación actual de COVID-19 ha inundado las redes sociales y tradicionales con imágenes inquietantes: bulevares desiertos, tiendas cerradas y autobuses vacíos. Las imágenes nos recuerdan éxitos de taquilla post-apocalípticos con algún héroe solitario deambulando por las calles de una metrópolis genérica abandonada. Sin embargo, estos escenarios no son reales, aunque las imágenes lo sean y los sentimientos que despiertan aún más.

Ausencia pasada

De repente nos enfrentamos con la imagen muy vívida de nuestra propia ausencia. Una descripción bastante real de un futuro sin nosotros de pronto parece posible. Se nos hace posible representarnos un mundo posible sin ninguno de nosotros, lleno de virus, bacterias, ruinas, árboles, autobuses vacíos, etc. El efecto de esta imagen es comparable al descubrimiento de los restos fósiles o al impacto de la teoría de la evolución. Como Meillasoux dice en su libro After Finitude, los fósiles y la evolución han cuestionado y sacudido la centralidad de los humanos en esta tierra. Los fósiles y la evolución muestran un futuro distante sin humanos en él. Muestran la autonomía ontológica de las cosas, animales, moléculas, plantas, planetas. Rompen la autoridad de los viejos sistemas metafísicos que afirman que la realidad depende de un sujeto que percibe.

Ausencia futura

Mientras que los fósiles representan un pasado distante sin humanos, las imágenes actuales de calles y ciudades vacías nos muestran un futuro posible sin humanos. Ray Brassier ha escrito sobre tales futuros en Nihil Unbound. Continuando con las ideas de Meillasoux, afirma que la autonomía ontológica de las cosas no es algo perdido en el tiempo. Además, es algo que puede volver a suceder con una futura extinción de la humanidad. Esto debilita aún más los grilletes de percepción subjetiva aplicados a la realidad por aquellos que Meillasoux y Brassier llaman correlacionistas. Lo que muestran Meillasoux y Brassier es que las cosas existen, y existen más allá de nuestra percepción y más allá de nuestra presencia.

La estética (y no tanto la realidad) del COVID-19 lo pone de manifiesto. Nadie duda de la existencia de calles y autobuses vacíos, nadie duda de la existencia de un cierto virus que deambula libremente por nuestras ciudades. Los sentimos al máximo y asociamos con ellos una extraña realidad de nuestra propia ausencia. En este punto, sin embargo, ocurre algo extraño. La estética del virus se transforma, adopta valores humanos y propiedades humanas. De pronto se manifiestan con él la oportunidad de fortalecer comunidades, redescubrirnos, cantar en los balcones y solidarizarnos. Esta estética cultural revela dos puntos: primero, la fuerza de los humanos contra las adversidades, y segundo, la tendencia metafísica de negar la autonomía ontológica de las cosas. A continuación deseo discutir este segundo punto.

Viejos hábitos

Nada hace que la tendencia metafísica mencionada arriba sea más evidente que el siguiente comentario: el distanciamiento social y la cuarentena le dan al planeta un nuevo aliento. Aquí se cruzan dos crisis: el COVID-19 y el cambio climático. Ambos representan un posible futuro sin humanos. Ambos despiertan la sensación de ausencia. Percibimos que esta ausencia parece estar estrechamente relacionada con la existencia y la realidad de nuestro planeta. Proyectamos nuestra propia desaparición en la biosfera y en todo el planeta. En el caso del COVID, proyectamos nuestra propia fragilidad, nuestra propia incapacidad para respirar en el planeta. Sin embargo, la tierra no es tan frágil, y la vida en la tierra en general no está amenazada por la contaminación, nosotros sí. Lo mismo ocurre con el cambio climático.

COVID-19 es una situación grave que nos enfrenta con el pensamiento de nuestra propia ausencia, lo que sin embargo refuerza de inmediato nuestras propias tendencias para unir nuestra existencia con un cosmos unitario. Sin embargo, esta tendencia no está fundada. Extrapola un evento temporalmente local y lo universaliza. Esto le da a la crisis COVID-19 una dimensión de cataclismo. Ésto es lo que provoca un pánico global irracional. Sin embargo, no necesitamos pánico. Necesitamos mantener las cabezas frías y evaluar seriamente la situación, necesitamos una consideración equilibrada de una situación grave combinada con la cooperación interpersonal e interinstitucional.


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Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Cuestiones en torno a la pandemia actual desde la perspectiva de Ivan Illich

David Cayley

Traducción autorizada: Federica González Luna

La semana pasada inicié un ensayo en torno a la actual pandemia, donde intenté abordar la cuestión que considero central: ¿acaso el esfuerzo masivo y costoso de contener y limitar el daño que inflige el virus constituye nuestra única elección? ¿Se trata acaso de un ejercicio de prudencia nada más que obvio y inevitable que se realiza con el fin de proteger a los más vulnerables? ¿O es un esfuerzo catastrófico por mantener el control sobre aquello que está fuera de control, un esfuerzo que agrava el daño hecho ya por la enfermedad, con nuevos problemas que reverberarán en el remoto futuro? No he escrito por una larga temporada antes de haberme percatardo de que había asumido tantas cosas que estaban muy lejos de todo aquello que se expresaba a mi alrededor. Dichas asunciones han surgido, sobretodo, creo, de una larga conversación con la obra de Ivan Illich. Antes de poder hablar inteligiblemente sobre la presente circunstancia, esto sugería que primero debía bosquejar la actitud ante la salud, la medicina y el bienestar que Illich desarrolló a lo largo de una vida de reflexión en torno a estas temáticas. De acuerdo con ello, elaboraré un resumen, en lo que sigue, de la crítica de Illich a la bio-medicina e intentaré responder ciertas cuestiones a la luz de esta perspectiva.

Al inicio de su libro “La convivencialidad” (1973), Illich describe aquello que pensaba que constituía el curso típico del desarrollo que siguen las instituciones contemporáneas, utilizando la medicina como ejemplo. La medicina, afirma, ha pasado por “dos puntos de inflexión”. La primera fue atravesada a principios del siglo XX, cuando los tratamientos médicos devinieron efectivamente demostrables y los beneficios empezaron a sobrepasar a los daños. Para muchos historiadores de la medicina, esto es tan solo un parteaguas relevante –desde este punto hacia adelante el progreso proceguirá indefinidamente, a pesar de que quizá haya retrocesos, no habrá ningún punto, en principio, en que se detenga el progreso. Esto no era así para Illich. Proyectó la hipótesis, entonces, de un segundo punto de inflexión, que pensaba que ya había sido atravesado e incluso excedido para el tiempo en que escribía. Allende este segundo parteaguas, propuso que la contraproductividad iniciaría a establecerse – la intervención médica iniciaría a destruir su propio objeto, generando más daño que beneficio. Argumentaba que esto es característico de toda institución, bien o servicio –se puede identificar el punto en que algo es suficiente, y cuándo, esto mismo, ya es demasiado. “La convivencialidad” es un intento por identificar dichas “escalas naturales” – la única búsqueda  general y programática  de una filosofía de la tecnología llevada a cabo por Illich.

Dos años después en “Némesis Médica – luego retitulada, en su versión final y más abarcante, “Límites de la Medicina“ – Illich intenta mostrar a detalle los beneficios y los daños hechos por la medicina. En general, estaba a favor de las inovaciones a gran escala en lo tocante a la salud pública, las cuales han otorgado buen alimento, agua potable, aire limpio, eliminación de aguas residuals, etc. Asimismo alabó los esfuerzos puestos en marcha entonces en China y Chile por establecer un kit de herramientas médicas básicas y farmacéuticas disponibles y accesibles a todos los ciudadanos, en lugar de permitir que la medicina desarrollase bienes de lujo que permanecerían fuera del alcance de la mayoría. Sin embargo, el asunto principal de su libro consiste en identificar y describir los efectos contraproductivos que sentía que se iban hacienda cada vez más evidentes, en la medida en que la medicina atravesaba su segundo punto de inflexión. Llamó estos excesos de la medicina “iatrogenesis”, y los abordó bajo tres rúbricas: clínica, social y cultural. La primera, que ahora todo mundo entiende –obtener un diagnóstico errado, un medicamente erróneo, una operación falsa, enfermarse en el hospital, etc. Este daño colateral no es trivial. Un artículo de la revista canadiense “The Walrus” – Rachel Giese “The errors of Their Ways” abril de 2012 – estimó que 7.5% de los canadienses admitidos en hospitales cada año han sufrido al menos una vez un “evento adverso” y 24,000 mueren a causa de errores médicos. Por ese tiempo, Ralph Nader, que escribía para la revista Harper´s, sugirió que el número de personas que mueren anualmente en Estados Unidos a causa de errores médicos prevenibles es, de aproximadamente, 400,000. Es un número impresionante, incluso exagerado – la estimación de Nader constituye el doble per capita en contraste con The Walrus – pero este daño accidental no era el foco de atención de Illich en ningún sentido. Lo que le concernía era el modo en que el exceso de tratamiento médico debilita las aptitudes básicas sociales y culturales. Un ejemplo de lo que el llama iatrogenesis social consiste en que el modo en que el arte de la medicina, en donde el físico actúa como curandero, testigo y consejero,  tiende a dar paso libre a que la ciencia médica, en donde el doctor es un científico, debe tratar a su paciente, per definitionem, cual sujeto de experimentación y no como un caso singular. Finalmente, el daño último que inflige la medicina: la iatrogenesis cultural. Según Illich, esto ocurre cuando las habilidades culturales construídas y heredadas por muchas generaciones son socavadas y sustituídas, en su totalidad, gradualmente. Entre estas habilidades se encuentra, especialmente, la voluntad para sufrir y soportar la propia realidad, así como la capacidad de morir la  muerte propia. El arte de padecer se ve eclipsado, tal como argumenta, por la expectativa de que todo sufrimiento puede y debe ser erradicado inmediatamente  –una actitud que, en efecto, no elimina el sufrimiento sino que le arranca su sentido, convirtiéndole en una mera anomalía o aborto técnico. Finalmente, la muerte, de ser un acto íntimo, personal –que cualquiera puede realizar – pasó a ser una derrota carente de sentido, un mero cese de tratamiento, un desconectarse, como a veces se dice, sin ningún resto de corazón. Detrás de los argumentos de Illich se encuentra una actitud cristiana. Afirma que el sufrimiento y la muerte son momentos inherentes a la condición humana, son partes definitorias de su condición. Agrega que la pérdida de esta condición implicaría una rupture catastrófica tanto con nuestro pasado, como con nuestro ser-criatura. MItigar y mejorar la condición humana no está mal, como afirma. Pero perderla completamente ha sido una catástrofe en la medida en que a Dios solo se le conoce desde el ser-criatura – i.e. como creados o receptores de ser– no como dioses adueñándose de su destino.

“Nemesis médica” es un libro sobre un poder profesional – un punto que vale la pena pensar por un momento a la luz de los poderes extraordinarios que se están utilizando en nombre de la salud pública. De acuerdo con Illich, la medicina contemporánea siempre ejerce poder político, a pesar de que este aspecto puede ocultarse bajo el pretexto de que todo lo que se afirma es en pos del cuidado. En la provincial de Ontario, donde vivo, la “atención médica” acapara más del 40% del presupuesto gubernamental, lo cual debería evidenciar esta circunstancia. Pero este poder cotidiano, cuan grande sea, puede expandirse mediante aquello que Illich denomina “la ritualización de la crisis”. Esto confiere a la medicina “la licencia que normalmente tan solo puede reclamar la milicia”. Continúa:

Bajo el estrés de la crisis, el profesional, el cual se cree que está al mando, puede presumir facilmente de inmunidad ante las reglas ordinarias de justicia y decencia. Aquél a quien se le asigna el control sobre la muerte cesa de ser un hombre ordinario… Pues conforma una tierra fronteriza, que no es totalmente de este mundo, el espacio de tiempo y de comunidad reclamados por la empresa médica son tan sagrados, cuán sagrada es su contraparte militar.

En una nota al pie a este pasaje, Illich añade que “quien reclama exitosamente el poder en una emergencia suspende y puede destruir la evaluación racional. La insistencia del físico en su capacidad exclusiva de evaluar y resolver crisis individuales lo coloca simbólicamente en la vecindad de la Casa Blanca.” Aquí puede trazarse un paralelo interesante con el jurista alemán Carl Schmitt, quien en su Teología Política, asevera que el sello de la verdadera soberanía reside en estar por encima de la ley, puesto que el soberano puede suspenderla en caso de emergencia – declarar una excepción – y así, goberanar en su lugar como la fuente misma de la ley. Éste es preciamente el poder que Illich atribuye al doctor al “reclamarlo… en caso de emergencia”. Circunstancias extraordinarias lo hacen “immune” a las “reglas ordinarias” y capaz de declarar nuevas reglas, según sea el caso. No obstante, hay una diferencia interesante, y para mí, reveladora, entre Schmitt e Illich. Schmitt está bloqueado por lo que él denomina „lo político”.

Illich se percata que mucho de lo que Schmitt llama soberanía ya ha escapado, o bien, ha sido usurpado de la dimensión política y reintroducido en diversas hegemonías profesionales.

10 años después de la aparición de “Nemesis médica”, Illich regresó y revisó su argumento. De ninguna manera renunció a lo que había escrito, sino que lo complementó de modo bastante dramático. En su libro, afirma ahora, estaba “ciego a un efecto iatrogénico mucho más profundo: la iatrogénesis del cuerpo mismo.” “No se percató del grado al cual, a mediados de siglo, la experiencia de ´nuestros cuerpos y nosotros mismos´ se había convertido en el resultado de conceptos y atención médicos.” En otras palabras, en “Nemesis médica”, escribió como si hubiese un cuerpo natural, fuera de la red de técnicas por las cuales se construye la autoconciencia, y ahora podía mirar que no existe dicho punto de vista. “Cada momento histórico”, continúa, “se encarna en un cuerpo específico de la época.” La medicina no solo actúa sobre un estado pre-existente – más bien participa en la creación de dicho estado.

Este reconocimiento consistió únicamente en el principio de una nueva línea en Illich. “Nemesis médica” se dirigió a una ciudadanía que imaginaba ser capaz de actuar para limitar el alcance de la intervención médica. Ahora habla de gente cuya imagen se ha generado por la bio-medicina. En la primera línea de “Nemesis médica” afirma que “el establecimiento médico se ha convertido en la mayor amenaza a la salud.” Ahora juzga que la mayor amenaza a la salud reside, precisamente, en la búsqueda de la salud. Detrás de este cambio radica su idea de que el mundo, mientras tanto, ha padecido un cambio epocal. “Creo”, me dijo en 1988, “que ha acontecido un cambio en el espacio mental en donde habita mucha gente. Una especie de colapso catastrófico de un modo de ver las cosas ha llevado a la emergencia de mirar las cosas de otro modo. El tema de mi escritura consiste en la percepción del sentido en que vivimos; y, en este respecto, estamos, en mi opinión, en este momento, pasando ya a otro punto de inflexión. No esperaba ver este pasaje durante mi vida.” Illich calificó “el nuevo modo de mirar las cosas” como el advenimiento de lo que llamaba la “era de los sistemas” o la “ontología de los sistemas”. La era, cuyo fin, observó, estaba dominada por la idea de la instrumentalidad –de utilizar medios instrumentales, como la medicina, para alcanzar un fin o un beneficio, como la salud. Pero aquello que caracterizó dicha época fue una distinción entre sujetos y objetos, medios y fines, herramientas y usuarios, etc. En la era de los sistemas, agregó, estas distinciones han colapsado. Un Sistema, concebido cibernéticamente, integra todo – no tiene ningún afuera. El usuario de una herramienta usa la herramienta para realizar un fin. El usuario de un Sistema está al interior del Sistema, constantemente adecuando su estado para el Sistema, en la medida en que el Sistema ajusta su propio estado para ellos. Un individuo contreñido, que persigue su bienestar, renuncia a un Sistema inmune que recalibra constantemente sus límites porosos con el Sistema que lo rodea.

Con este nuevo “discurso analítico de sistemas”, como Illich lo llamaba,  el estado característico de la gente consiste en un estado de incorporeidad. Esto refleja una paradoja, evidentemente, dado que  lo Illich llama “persecución patogénica de la salud” implica una preocupación intensa, continua y virtualmente narcisista por el propio estado corporal. La razón por la cual Illich lo concebía como un estado de incorporeidad se puede entender major con el ejemplo de una “conciencia de riesgo” que el denominaba “ la ideología más importante celebrada hoy en día”. El riesgo des-encarna, decía, porque “es un concepto estrictamente matemático”. No pertenece a personas sino a poblaciones –nadie sabe qué pasaría a esta o aquella persona, sino lo que sucedería a un agregado de dichas personas que se expresa en la probabilidad. Identificarse a si mismo con un producto estadístico es comprometerse, dijo Illich, con una “auto-algoritmización intensiva.”

Su encuentro más angustioso con dicha “idiología celebrada religiosamente“ ocurrió en el campo de la génetica probada durante el embarazo.Fue introducido a ella por un amigo y colega, Silja Samerski, quien estudiaba que el asesoramiento genético era obligatorio para mujeres embarazadas que consideraban pruebas genéticas en Alemania – un asunto que más tarde retomaría en el libro „La trampa de la decisión“ (Imprint-Academic, 2015). La prueba genética durante el embarazo no revela nada definitivo sobre el niño/a que espera la mujer de la prueba. Todo aquello que detecta consiste en marcas, cuyo significado incierto, puede expresarse en probabilidades – probabilidades calculadas a través de toda la población a la que pertenece el sujeto en cuestión, según su edad, historia familiar, etnicidad, etc. Una vez que se le comunica, por ejemplo, que hay un 30% de posibilidades que su bebe tenga este o aquel síndrome, no se le informa nada acerca de si misma o del fruto de su vientre – tan solo se le indica lo que podría sucederle a alguien como ella. No sabe nada más sobre las circunstancias actuales, más que aquello que sus esperanzas, sueños e intuiciones le revelan, aunque el perfil de riesgo, que se ha adquirido del doppelgänger estadístico, requiere de una toma de decision. La elección es existencial; la información se basa en la curva de probabilidad en que se ha incrustado a quien elige. Para Illich, esto constituye un horror perfecto. No es que no pudiese reconocer  que toda acción humana es un tiro en medio de la oscuridad – un cálculo prudente frente a lo desconocido. Su horror era observer que la gente se reconsiderara en la imagen de un constructo estadístico. Para él, esto constituye el eclipse de la persona en manos de la población; como un esfuerzo para prevenir al futuro de lo imprevisto;  y un sucedáneo de modelos científicos para las experiencias con sentido. Y esto sucedía, como se percató Illich, no solo con respecto a la prueba genética durante el embarazo, sino más o menos a lo largo de toda la frontera de la salud pública. Cada vez más gente actúa prospectivamente, probalísticamente, de acuerdo a sus propios riesgos. Se estaban convirtiendo, como acierta en bromear Allan Cassels, investigador de la salud, “en pre-enfermos”—vigilantes y activos contra enfermedades  que cada quien podría adquirir. Los casos individuales poco a poco se subsumen a casos generales, cual instancias de una categoría o clase, más que como predicamentos singulares, y los doctores, de modo creciente, se van convirtiendo en mecanismos serviles de esta nube de probabilidades, más que consejeros íntimos,  alertas a diferencias específicas y significados personales. Esto es lo que Illich denominaba “auto-algoritmización” o estado de incorporeidad.

Una manera de alcanzar el cuerpo iatrogénico, al cual Illich miró como un efecto primario de la biomedicina contemporánea, consiste en retornar a un ensayo que fue distribuído ampliamente, así como discutido en su milieu de princpios de los 90´s. Este ensayo, intitulado „La biopolítica del cuerpo posmoderno: constituciones del si-mismo en el discurso del sistema inmune“, fue escrito por la historiadora y filósofa de la ciencia Donna Haraway y apareció en el libro de 1991 “Simios, cyborgs y mujeres: la reinvición de la naturaleza.“ Dicho ensayo resulta interesante no solo en la medida en que creo que influyó a Illich en su idea del modo en que el discurso bio-médico se estaba desplazando, sino también en la medida en que Haraway, viendo – en mi opinión— casi lo mismo que Illich, saca las conclusiones diametralmente opuestas, punto por punto. En este artículo, por ejemplo, ella afirma, con referencia a lo que denomina „cuerpo post-moderno”, que “los seres humanos, como cualquier otro componente o subsistema, debe localizarse en una arquitectura del Sistema cuyos modos básicos de operación sean probabilísticos, estadísticos.” “En un sentido”, continúa, “los organismos han dejado de existir como objetos de conocimientos dando paso a sus components bióticos.” Esto lleva a una situación en donde “los objetos, espacios o cuerpos no son sagrados en si mismos; y los compontentes pueden interrelacionarse con cualquier otro si el standard adecuado, el código adecuado, puede ser construído con miras a procesar signos en un idioma común.” En un mundo de interrelaciones, en donde las fronteras regulan las „tasas de flujo“ en lugar de trazar diferencias reales, “la integridad de los objetos naturales” pierde su importancia. “La ´integridad´o ´sinceridad´ del propio Occidente,” afirma, “da lugar a métodos de decisión, sistemas expertos, y provee de estrategias de inversion.”

En otras palabras, Haraway, como Illich, entiende que las personas, en cuanto seres singulares, estables y santificadas, se han disuelto en subsistemas provisionales de autoregulación en constante intercambio con sistemas mayores con los que se encuentran imbrincados. En sus palabras, “todos somos quimeras, híbridos teóricos y fabricados a partir de máquina y organismo… nuestra ontología es el cyborg.” La diferencia entre ambos radica en sus reacciones. Haraway, en algún lugar en el volúmen donde se encuentra el ensayo aquí citado, publica lo que denomina „Manifiesto Cyborg.” Llama a la gente a reconocer y aceptar su nueva situación y, no obstante, a leerla con miras a la liberación. En una sociedad patriarcal no existe ninguna condición aceptable que cualquiera desearía retomar, así que ofree “un argumento hedonista en medio de la confusión de fronteras y para la responsabilidad en construcción.” Para Illich, por otra parte, la “ontología cyborg”, como la denomina Haraway, no constituye ninguna opción. En su caso, aquello que está en cuestión es el propio elemento de lo humano en cuanto seres animados con un origen y un destino divinos. Mientras los últimos vestigios de sentido se iban desvaneciendo a los ojos de sus contemporáneos, el miró un mundo que se había hecho “immune a su propia salvación”. “He llegado a la conclusion”, me dijo llanamente, “de que cuando el ángel Gabriel le dijo a la muchacha de Nazareth en Galilea que Dios quería estar en su vientre, señalaba un cuerpo que ya se ha ido del mundo en el que vivo.”

La “nueva manera de ver las cosas”, pensando en el horizonte biomédico, ascendió, de acuerdo con Illich, al “nuevo estatus de religiosidad.” Utilizó el término religiosidad en un sentido amplio para referirse a algo más profundo y más invasivo que la religión formal o institucional. La religiosidad es el espacio que habitamos, nuestro sentimiento sobre el modo y la razón porque las cosas son como son, el horizonte mismo que da forma al sentido. Lo que vió aproximarse fue una religiosidad de entera inmanencia en la que el mundo es causa de si y no existe ninguna  fuente de sentido u orden exterior – “un cosmos”, como dijo, “ en las manos del hombre.” El máximo bien en un mundo de este carácter es la vida, y el deber primario de la gente es conservarla y promoverla. Sin embargo, ésta no es la misma vida de la que se habla en la Biblia –la vida que viene de Dios –más bien se trata de un recurso que las personas poseen y deben administar con resposabilidad. Esta vida naturalizada, divorciada de su fuente, es el nuevo dios. La salud y la seguridad son sus auxiliaries. Su enemigo: la muerte. La muerte aún impone una derrota definitiva, pero sin ningún sentido personal. No hay un momento oportuno para morir –la muerte sobreviene cuando falla o culmina el tratamiento.

Illich se reniega a “interiorizar sistemas en si mismo”. No está dispuesto a renunciar ni a la naturaleza humana, ni a la ley natural. “No puedo ocultar la certeza”, expresó en una entrevista con su amigo Douglas Lummis, “de que las normas con las que debemos vivir corresponden al saber sobre lo que somos.” Esto lo llevó a rechazar la “responsabilidad por la salud”, concebida como la administración de sistemas interrelacionados. ¿Cómo se puede ser responsable, preguntaba,  de lo que no tiene ni sentido ni fondo? Más vale renunciar a dichas ilusiones reconfortantes y vivir, más bien, en un espíritu de autolimitación que definía como “renunciación valiente, disciplinaday  autocrítica realizada en comunidad.”

En suma: Illich, en sus últimos años, concluyó que la humanidad, al menos en su entorno, había abandonado su sentido y había movido todos sus bártulos con dirección a un constructo de un Sistema sin ningún fundamento de decisión ética. Los cuerpos que habitan las personas y con los que avanzan se han convertido en constructos sintéticos tejidos desde CAT-scans y curvas de riesgo. La vida ha devenido un ídolo quasi-religioso, presidiendo toda “ontología de sistemas”. La muerte ha devenido una obsenidad insignificante más que una compañera inteligente. Todo esto fue expresado enérgicamente y de modo inequívoco. No pretendía suavizarlo u ofrecer consuelo  “por otro lado…”. Aquello que le incumbía era lo que lo rodeaba, y todo lo que le ocupaba era tratar de regristrarlo con la mayor sensibilidad posible y abordarlo, con maxima veracidad. A sus ojos, el mundo no estaba en sus manos, sino en las manos de Dios.

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Fase 2

Agamben, blog, fase, 2

*Traducción autorizada por quodlibet.it de la entrada de G. Agamben del 20.04.2020, por Federica G. Luna

Como era previsible y como intentamos recordar a quien prefirió cerrar los ojos y las orejas, la así denominada ´fase 2´, o bien, el retorno a la normalidad, resultarán aún peores de frente a lo  que se ha visto hasta ahora. Hay dos puntos, entre aquellos que se están preparando, que resultan particularmente odiosos y en flagrante violación de los principios constitucionales: la limitación de la movilidad en términos de separación por edad en diferentes grupos, esto es, la obligación de los adultos mayores de setenta años de permanecer encerrados, así como el mapeo serológico obligatorio para toda la población.  Como se ha observado puntualmente en un llamado que ahora circula en Italia: esta discriminación es inconstitucional, en la medida en que crea una gama de ciudadanos de serie B, mientras que todos los ciudadanos deberían ser iguales ante la ley, y les priva, de facto, de su libertad mediante una imposición completamente injustificada, que arriesga con dañar la salud de las personas en cuestión, en vez de protegerla. Así lo demuestran las recientes noticias del suicidio de dos mayores de setenta años, que ya no podían vivir en condiciones de aislamiento. Igualmente ilegítima resulta la obligación de realizarse un mapeo serológico, a partir del art. 32 de la Constitución, que estipula que nadie está obligado a someteres a un examen médico salvo por ley, mientras que una vez más, como se ha repetido hasta ahora, las medidas se establecen por decreto gubernamental. 

Además, continúan las limitaciones concernientes a la distancia y las prohibiciones de encuentro, lo que significa la exclusión de cualquier posibilidad de una verdadera actividad política. 

Es menester expresar sin reserva la oposición individual en torno al modelo de sociedad fundado en el distanciamiento social y el control ilimitado que amenaza con establecerse. 


Photo by Amanda Vox


Memegrafía de una sociedad que ríe

Los memes pasaron de ser un fenómeno de nicho para convertirse en uno de los principales vehículos de comunicación de información en la sociedad digital actual. Esto por una buena razón. Los memes ofrecen en un formato visual compacto una gran cantidad de información. Esto se debe a su función de indexación. Encapsulan en este pequeño formato movimientos políticos, sociales y culturales, que de inmediato vienen a la mente cuando uno ve un cierto tipo de meme. Su función de indexación se extiende por su carácter humorístico. La información generalmente se presenta de una manera que nos impulsa al menos a soplar aire por la nariz en una tímida manifestación corporal de risa. Esta combinación de indexación visual y entrega humorística de información parece ser viral. Infecta a cada uno de nosotros cambiando la forma en que vemos la información. ¿Por qué nos contagiamos?

¿Humor?

El aspecto visual tiene, por un lado, un gran impacto como medio de información, pudiendo empaquetar en una imagen todo el contexto de su producción. La dimensión humorística de los memes permite al receptor absorber esta información sin sufrir toda su tensión e impacto. Voy a explicar esto último.

Hay tres teorías básicas sobre la esencia del humor. Aquellas que ponen el foco en el alivio, las que lo ponen en la noción de superioridad y la teoría de la incongruencia (ver Barber, 2017). La teoría del alivio dice que nos reímos cuando liberamos la tensión acumulada provocada por una situación inesperada o inusual.

La teoría de la superioridad argumenta que la risa se basa en nuestras tendencias competitivas que nos instan a manifestarnos como superiores hacia los demás. Según esta teoría, los chistes disminuyen la autoridad de otras personas y nos permiten sentirnos superiores.

La teoría de la incongruencia describe el humor y la risa como resultado de situaciones inesperadas. Similar a la teoría del alivio, sostiene que el humor es la transición de un estado de tensión a un estado de relajación. Sin embargo, la teoría de la incongruencia también sostiene que esta transición tiene valores epistemológicos: nos permite abordar ciertas situaciones con una cierta flexibilidad epistémica, con una cierta apertura. Por esta razón, el humor a menudo se ha considerado una actitud saludable en la vida, algo con lo que concuerdo.

Los tres teorías consideradas simultáneamente

Los memes reúnen en sí las tres teorías. Nos ayudan a aliviar la tensión mediada por imágenes cómicas. De ahí el gesto de soplar aire a través de nuestras narices. Presentan información de maneras inesperadas y nos ayudan a acercarnos a esa información de una manera lúdica y risueña. Al liberar la tensión y ayudarnos a adoptar un estado relajado, también debilitan el impacto que podría tener cierta información. Por lo tanto, pueden hacernos sentir superiores a esa información o situación. Por estas razones, el humor a menudo nos permite acercarnos a la información con una cierta distancia, con un cierto sentimiento de seguridad. Este sentimiento de seguridad hace que sea más fácil lidiar psicológica- y epistémicamente con una situación determinada, que de otra manera podría ser estresante. Todo esto es bueno y positivo a nivel personal e individual, dentro de la pequeñas comunidades que interactúan por medio de memes.

La otra cara

Sin embargo, el humor también tiene un lado negativo. Nos da el espacio para distanciarnos de los problemas que no nos conciernen, nos permite marginar el sufrimiento. El humor, y especialmente los memes, determinan una topografía de la distancia, una geografía de eventos extranjeros. Nos permite tomar conciencia de una determinada situación y para luego reírnos de ella desde algún rincón distante de la sociedad, dejando que otros se ocupen de ella. Este ha sido el caso con la reciente crisis COVID-19 °.

Cuando el COVID-19 era un virus nuevo y exótico, aislado en algún lugar de China, los memes eran en su mayoría bromas irónicas sobre las preferencias culinarias chinas, sobre escenarios de videojuegos de la vida real, sobre personas desesperadas con enormes botellas de agua en la cabeza para protegerse del virus. Y luego, de la nada, al igual que el virus, apareció este meme (junto con algunas otras variaciones):

La exótica y distante crisis se acercaba lentamente y pronto afectaría a la sociedad en su totalidad. Al hacerlo, eliminó la posibilidad de reírse del virus desde algún rincón distante del mundo. La pandemia nos obligó a reconocerlo y en ese momento se produjo un cambio. La gente comenzó a cambiar su comportamiento. Se comenzó a usar memes como vehículos de solidaridad, para ganar conciencia de algo y para compartir consejos útiles. En esa fugaz transición de la risa al impacto y viceversa, se necesitaba un cambio y la verdadera flexibilidad epistémica, antropológica, social y política parecía inminente y posible. Ahora es el momento de actuar y cambiar, el momento de responsabilidad y solidaridad. Pero también es para una evaluación crítica y no solo para la risa. Sin embargo, para hacer frente al shock y alcanzar su aceptación productiva, los memes pueden ayudar. También pueden correr la voz sobre información útil sobre cómo reaccionar ante determinada situación.

El lado oscuro

Sin embargo, su lado oscuro todavía está presente. Aunque la pandemia ha eliminado la posibilidad de resguardo geográfico, también ha sacado a la luz las dimensiones más profundas y oscuras de nuestra sociedad. Ella dejó al descubierto muestras de marginación política, ética, racial y de clase.

Los memes (no todos) se burlan de la desesperada carrera por comprar papel higiénico. Se burlan de los pobres que no se permiten días libres o un chequeo médico. Los memes avergüenzan a los ignorantes que no entienden la gravedad de la situación. También culpan a los ancianos o los débiles, que son, por otro lado, los más afectados. Al hacerlo, los memes permiten a algunos reírse de sus preocupaciones desde un lugar resguardado de su jerarquía social. Esto los hace sentir bien, superiores, seguros y liberan así su propia tensión. En medio de esta pandemia, no marginemos a los grupos de riesgo ni a ningún otro grupo con humor barato e ironía. Por el contrario, seamos responsables y solidarios y distanciemos socialmente para que podamos estar más cerca de los


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Every week Amanda Vox documents life in lockdown/quarantine via collages. A collage seems most appropiate to depict such a multi-facetted phenomenon, as it combines images, faces, elements that normally don’t belong toegether, but nevertheless intertwine in a meaningful visual experience. A collage has the advantage of being able to portray how the life of one thing gets interrupted and at the same time completed by other, unexpected things. Such a descriptive logic fits well with the everyday experience and confusion of self-isolation, that paradoxically connects us to a global pandemia, to an indefinite and indeterminate event seeping in every corner of our lives.


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Voices of hunger

I have written an earlier entry on hunger and the simplicity of morality inspired by Adorno and a song by SantaFe Klan. I have argued there that hunger is not a mere insufficiency of material goods that have to be replenished by increasing production. On the contrary – hunger is a voice, a voice of the neglected, a voice that often goes unheard. With Adorno I then said, that society needs to hear the voice of hunger and make room for innactivity, for non-profitable, that is. Furthemore, hunger is not a mere, general concept. It is like I said a voice, an actual voice. It has an actual face and an actual person bearing it – this is what SantaFe Klan delivers in his song.

Here I want to talk about such actual, real voices of hunger. Since my first entry on hunger I stumbled upon two such voices/cases from Romania.

Constanta is a harbour-city in Romania – the place where Ovid was exiled and found his eternal resting place. It’s port lies on the Black See and sees a lot of activity in oiling. Associated with this activity is also the oil platform Uranus, operated by Grup Servicii Petroliere (GSP). In the past months GSP has drilled oil for OMV-Petrom (Petrom is a Romanian oil company owned by OMV). The workers employed by GSP have not received their wages in the last 5 months (as the local newspaper tomisnews reports). 20 of them have gone on hunger strike on 30th of March that still continues, in a desperate attempt to get their voices heard.

hunger strike
the 20 workers on hunger strike on the oil platform Uranus

Their voices were indeed heard, but not their demands. In an attempt to get them of the oil platform and continue drilling, a complaint was filed at the Constanta Court acusing one of the employees of being infected by the Sars-Co-2. According to the Romanian legislature concerning the COVID-19 pandemic anyone suspected of being infected by the novel coronavirus and anybody that has been in contact with them must be placed immediately under quarantine. This would get the workers of the platform and put them under quaranting, ending their strike.

The employees of GSP have given statements to the local media that the person accused of being infected was indeed examined by a doctor and tested. The result was negative. They also claim to have talked about the whole situation with representatives of OMV. The latter claim they are aware of the difficult situation but cannot help the workers, given that they are contracted by an intermediary – GSP.

This is a common story. Intermediaries allow big corporations to externalize any responsibility. They cannot make private partners enforce any sort of policy. Many companies flock to marginal countries of the EU for this exact reason, for outsourcing – to ease their social responsibility and purge themselves from any accusations.

OMV’s claim that the situation is out of their hands is however only locally valid. They can indeed not force anybody to pay their employees. They can however choose not to work with intermediaries that neglegt their employees. They can terminate the contract with GSP or at least put pressure on said intermediaries.

Keep in mind that the workers have been working without pay for the last 5 months. This brings us back to Adorno. The employees of GSP have continued working, increasing production, in the hope that their work will be reimbursed. Their hunger strike breaks this logic. The lack of production and the extreme measure of ongoing hunger strike makes their voice visible. The problem is that this voice is heard only to be silenced. Either through juridical tricks or via a mere economical transaction: “here is your money, now go back to work”.

Their hunger strike should not be seen as a mere cry for help that gets silenced once the immediate needs of individuals are met. Their voice of hunger is moreover a voice of the marginalized, of those exposed to the distant end of a centralized economy – centralized in Western and Central Europe and in the upper classes determining the policies of said economy. Let’s look at another, more recent example, from Eastern Europe.

A week ago the Romanian government gave in to the pressures of the German government and allowed thousands of Romanian seasonal workers to head for Germany in the middle of a pandemic. Romania has been for over a month now in a strict lockdown – with closed borders, fines for those that wonder out of their houses, militarized hospitals, and strict curfews. Overall the Romanian authorities have managed quite well the COVID-19 outbreak considering their limited resources. With few exceptions Romania has not yet seen any overcrowded hospitals nor shortages of essential products.

Unfortunately, Romania is one of the few countries – perhaps the only one – that has seen overcrowded airports during the current pandemic.

seasonal workers
thousands of seasonal workers waiting to depart to Germany in the Cluj Airport. Photo from: https://cluju.ro/foto-aproximativ-1500-de-romani-asteapta-pe-aeroportul-cluj-sa-plece-in-germania/

All the people seen in the photo are waiting to depart to Germany to harvest asparagus – a really non-essential root that has enjoyed a long culinary history in Western Europe. They are heading to Germany as a result of a special agreement between the German and Romanian governments that have open an air bridge especially for the precious asparagus.

As the picture clearly shows no social-distancing measures are enforced here. Things get worse on the low cost flights that the Romanian season workers will board and will probably continue to go downwards on the farms on which they work. They normally live in close quarters, with not enough room to respect hygiene measures essential during a pandemic. Even if the employers and the German government can implement special working conditions, the fact is that these workers will work close together in the open field, 12 hours a day, in conditions that German nationals would never accept.

A further important point in this story is that many of the seasonal workers come from one of Romania’s most affected region by the Sars-CoV-2, Suceava, where clusters of thousands of infected people have been reported. In these conditions the risk of reigniting new infection hotspots seems too high. Why would the German government insist on opening its borders to seasonal workers – from Romania, Poland, and Bulgaria especially?

Let’s start with the obvious, namely economic gain. Germany has exported in 2019 a total of 4.826,5 tons of asparagus worth 21,8 milion Euros. Add to that the 142.000 (2018/19) ton inland consumption of asparagus – of which only 24.000 tons were imported – and you get a pretty figure for the asparagues market. Beyond the material production of asparagus, using seasonal workers – that are usually contracted through intermmediaries from the country of origin and demand lower wages as the German residents – saves the German state a nice figure. Adding to this, the current use of seasonal workers saves the German state a lot of money in medical care, this being covered by the country of origin. Using German residents would be a lot more cost inefficient – especially during a pandemic – given that the German state would have to care for all the domestically employed harvesters. Economically it seems then that allowing seasonal workers to enter Germany is less risky than employing domestic work force. If the asparagus plantations turn into infection clusters however, this story will drastically change. Let’s hope it won’t.

A further reason to employ foreign seasonal workers would be the lack of domestic work force. As already implied, the working conditions in harvesting are hard and German nationals avoid them. Farmers also prefer workers that are in dire need of income and are thus inclined to accept harsher working conditions and lesser wages.

“Many farm owners seem happier in any case to have rapid access to the “easterners”. In the words of one German farmer interviewed by the tabloid Bild: “Most Germans are not used to working stooped in the fields for hours on end. They complain about backache. Romanians and Poles are stronger and they work weekends and public holidays.”

It turns out that besides a steely back, the Romanians and Bulgarians also need to be so desperate for work they don’t dare ask for a pandemic wage premium even if the employer requires them to work 12 hours a day, seven days a week, since switching farms will not be an option. For the duration of the contract they remain at the mercy of the employer, who alone has the power to organise the return journey.”

C. Rogozanu, D. Gabor, The Guardian

It seems then that the precarious financial status of Romanian, Bulgarian, or Polish farmers are a condition for increasing and maintaining production. At the same time the same financial needs (metaphorically called hunger here) are the ways of externalizing responsibility and marginalizing it at the periphery of the EU thus minimizing risk within Western and Central Europe.

This is not a unidirectional story though. Such political and economical practices are bidirectional and interdependent [1]. The German government – in this case, although it seems that the UK and Italy are preparing similar measures – relies on the cooperation of the Romanian government, that in its turn expects a heavy return in profit from the seasonal workers which will eventually return home and spend their money domestically. Additionally the externalisation of responsibility and the import of cheap labour is dependent on the expectation of Romanian, Bulgarian or Polish farmers of earning quick wages as well as their expectations of being neglected by their respective governments.

“The Romanian government agreed, admitting that it had no income support system for this group of workers, who are usually invisible to the media unless as an object of class-driven scorn.”

C. Rogozanu, D. Gabor, The Guardian

The network of hunger is intricate and extensive. It is a locally manifest phenomenon that entertains an entire logic of profit and intensive production that gives companies and governments the required social and juridical flexibility to minimize losses and risks.

Such cynical risk assesments are however short lived – especially during a pandemic. There are already reports of Romanian workers in Germany infected with Sars-CoV-2 and a report of one dead. After social and media outrage as well as counseled by German union leaders, the German government has backtracked on its asparagus-strategy and is restricting entry to seasonal workers again. This restriction may come too late though. As several German press agencies [2] report, there are already thousands of seasonal workers active on asparagus plantations.


[1] see C. Bichieri, Norms in the Wild, 2016; or Nay, O. (2013). Fragile and failed states: Critical perspectives on conceptual hybrids. International Political Science Review, 34(3), 326–341.

[2] see bnn.de or bild.de


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Una cuestión

*Traducción autorizada de la entrada de G. Agamben del 14.04.2020 publicada en quodlibet.it, por Federica G. Luna

La peste marcó el inicio de la corrupción para la ciudad… Ya ninguno estaba dispuesto a perseverar en aquello que previamente consideraba bueno, pues creía que podría morir, quizá, antes de alcanzarlo.

Tucídides, La Guerra del Peloponeso, II, 53

Quisiera compartir una cuestión, con cualquiera que así lo desee, en torno a aquello que hace más de un mes no ceso de reflexionar. ¿Cómo fue posible que un país entero haya colapsado ante una enfermedad sin  percatarse de ello en términos éticos y políticos?  Las palabras que he utilizado para formular dicha cuestión han sido evaluadas atentamente una a una. La medida de la abdicación a los principios éticos y politicos es, en efecto, bastante sencilla: se trata de preguntarse por el límite allende el cual no se está dispuesto a renunciar a ellos. Creo que el lector que se tome la molestia de considerer los siguientes puntos no podrá estar más de acuerdo – sin percatarse o fingiendo no hacerlo – en que se ha traspasado el umbral que separa la humanidad de la barbarie.

  1. El primer punto, quizá el más grave, concierne a los cuerpos de las personas muertas. ¿Cómo hemos sido capaces de aceptar, únicamente en nombre de un riesgo que ni siquiera podemos precisar, que las personas queridas y los seres humanos en general no solamente fallezcan solitarias, sino que –cosa que jamás se había vivido en la historia, desde Antígona hasta el presente – sus cadáveres sean quemados sin funeral alguno? 
  2. Además, hemos admitido sin problema, únicamente en nombre de un riesgo que no es posible precisar, limitar nuestra libertad de movimiento en una medida jamás vista antes en la historia del país, ni siquiera durante la guerra mundial (el toque de queda, durante la guerra, estaba limitado a ciertas horas). Consecuentemente, hemos admitido, solamente en nombre de un riesgo que no podemos precisar, suspender de facto nuestras relaciones amistosas y amorosas, pues el prójimo se ha convertido en una posible fuente de contagio.
  3. Todo ello ha podido sobrevenir –y aquí tocamos la raíz del fenómeno – por haber escindido la unidad de nuestra experiencia vital, la cual consiste siempre en una experiencia inseparablemente corpórea y espiritual, en una entidad puramente biológica por una parte y en vida afectiva y cultural, por la otra. Ivan Illich ha mostrado, y David Cayley lo ha recordado recientemente, que la responsabilidad de la medicina moderna en lo tocante a dicha escisión se da por sentada y que, más bien, se trata de la mayor de las abstracciones. Sé bien que dicha abstracción la ha realizado la ciencia moderna a través de dispositivos de reanimación, que son capaces de mantener un cuerpo en estado de pura vida vegetativa.

No obstante, si esta condición se extiende más allá de los confines espacio-temporales que le son propios, tal como se intenta hacer actualmente, y si deviene una suerte de principio de comportamiento social, se caerá entonces en una contradicción de la cual no hay salida. 

Sé que alguno se apresurará a responder que se trata de una condición limitada temporalmente, trás la cual todo retornará a ser como antes. Resulta ciertamente peculiar que se pueda repetir esto, tal vez sin mala fe, pues, desde el momento en que las autoridades mismas proclamaron la emergencia, no cesan de recordarnos que cuando la emergencia sea superada, se deberá continuar observando las mismas instrucciones y que el “distanciamiento social”, como se le denomina con singular eufemismo, constituirá el nuevo principio de organización social. 

En este punto, dado que he apelado a la responsabilidad de cualquiera de nosotros, no puedo dejar de mencionar la responsabilidad, aún más grave, de aquellos que debieron cumplir con la tarea de vigilar la dignidad del hombre. En primer lugar, la Iglesia, habiendo devenido sierva de la ciencia –que ya es la religión de nuestro tiempo –ha renunciado radicalmente a sus principios esenciales. La Iglesia, bajo el Papa llamado Francisco, ha olvidado que Francisco abrazaba a los leprosos. Ha olvidado que una obra de misericordia consiste en visitar al enfermo. Ha olvidado que los mártires enseñaron que se debe estar dispuesto a sacrificar la vida antes que la fe; y que renunciar al prójimo significa renunciar a la fe. Otra categoría de labores que asímismo ha fracasado es la de los juristas. Desde hace tiempo estamos acostumbrados al uso imprudente de decretos de urgencia, mediante los cuales el poder ejecutivo sustituye de facto al legislativo, aboliendo aquel principio de la separación de poderes que define la democracia. No obstante, en este caso, todo límite ha sido superado y se tiene la impresión de que las palabras del primer ministro y del jefe de protección civil adquieren el status de ley inmediatamente, como se decía de las palabras del Führer. Y no se ve claro, una vez excedidos los límites de la validez temporal de los decretos de urgencia, cómo se podrán mantener estas limitaciones de la libertad, tal como se proclama. ¿Con qué dispositivos legales? ¿Con un estado de excepción permanente? Es tarea de los juristas verificar que las reglas de la constitución sean respetadas, pero éstos callan. Quare silete iuristae in munere vestro?

Sé que invariablemente no faltará alguno que haya realizado este grave sacrificio en nombre de los principios morales. A ellos les recuerdo que Eichmann, aparentemente en buena fe, no se cansaba de repetir que había hecho lo que hizo a conciencia, por obedecer aquello que consideraba ser precepto de la moral kantiana. Una norma que afirme que se debe renunciar al bien para salvar el bien es igualmente falsa y contradictoria tal como aquella que, en nombre de la protección de la libertad, impone renunciar a ella. 

13 de abril de 2020

Giorgio Agamben


The furious Japanese people in alliance with the corona-virus

by Jun Fujita Hirose

April 1, 2020 in Tokyo

Disclaimer: This is a raw translation of Jun Fujita Hirose’s article “Los furiosos japoneses en alianza con el corona”, published in Lobosuelto.

During the last two months, many Japanese have been living an ambivalent relationship with the corona-virus. It is true that it scares them, but at the same time they secretly begun to work in alliance with it. That secret alliance occurs under the current Japanese government, almost unanimously considered to be the most corrupt and harmful government in Japanese history since the end of the World War II.

In September 2013 in Buenos Aires, in his speech addressed to the members of the international Olympic committee who were going to vote the host city of the 2020 Olympic games, Shinzo Abe, current Japanese prime minister reelected at the end of the previous year, stated: “The situation is under control. There is no health problem of any kind for the present or for the future. Nowadays under the blue sky of Fukushima children play soccer”. He said this when all the inhabitants of Japan knew very well that the reality was something else and that the Tepco (Tokyo Electric Power Company) Fukushima nuclear power plant would not stop emitting an enormous amount of radioactivity for many years, affecting the earth, the air and the water. For them, the organization of the Olympics in Tokyo in 2020 was nothing more than an offensive denial of the real situation in which they lived, a denial forcefully orchestrated by the Abe government in complicity with the global economic power. Thus, a powerful feeling of rejection of the so-called “Tokyo 2020” was installed and immediately spread among the Japanese population.

The reality that the Japanese government wants to deny and suppress under the hallucinating effect of entertainment is not only that of constant radioactive contamination but also that of the irreversible decline of Japan as an economic superpower. Many Japanese, and young people in particular, are creating new ways of life, different from those of thirty years ago. The ongoing Fukushima accident itself only speeds up as a result of this. In Japan, nobody or quasi nobody is excited today, not even with a mega event like the Olympics powered by the electricity produced by the reopened nuclear reactors, nor with a mega construction like the one of the High-speed rail network between Tokyo and Nagoya. All of these mega projects are bad and anachronistic simulations of the glorious Japanese post-war period.

During its first two years (2013-2015), the Abe government sparked two particularly massive popular protest movements: first, against the hastily drafted secrets protection bill, and then, against the government’s decision to change the constitutional interpretation and the consequent new legislation on the Armed Forces of Self-defense. In both cases, the Japanese ended up facing their own political powerlessness in the face of a quasi-openly fascist government. This explains the fact that after the defeat of the protests against militarization in 2015, no mass mobilization took place in Japan despite a series of corruptions by Shinzo Abe himself that were revealed. In these past five years, popular disagreement against the Prime Minister and his coalition government of the Liberal Democratic Party and Kōmeito was expressed only in a discursive way, in particular on Twitter.

In this desperate political context the corona-virus appeared. Abe’s government seems to have understood from the initial stages that the virus could constitute a serious threat to his beloved Tokyo 2020. Thus began his battle against the virus, a battle that consisted mainly of deliberately underestimating the effect of the epidemic on Japanese territory, minimizing the number of PCR tests, and avoiding adopting any drastic preventive measure. Abe’s government, as well as the international and Japanese Olympic committee, absolutely wanted to maintain the image of a Japan corona free when Covid-19 was becoming a global pandemic. And this new government refusal of the real situation is what led many Japanese to enter into a clandestine alliance with the corona-virus.

On March 24, the Japanese government, together with the International Olympic Committee, publicly announced the one-year postponement of Tokyo 2020. And with this, the Abe government suddenly allowed itself to speak of the possible declaration of a state of emergency and the possible taking of a containment measure for the city of Tokyo. Did the corona win? Only partially from the point of view of the furious Japanese citizens. It is true that we celebrate the appearance, so desired for many years, of a real threat to the neoliberal fascist power, but what we wanted and want is an immediate cancellation and not at all a postponement, which means only a prolonged purgatory time, in that Abe’s government will reorganize its postponed Olympics as a “testimonial event of humanity’s victory over the new corona-virus” (Abe dixit).

Many Japanese are already ready to become infected and even die by overthrowing the government of Shinzo Abe and by permanently burying this abominable Tokyo 2020. It is a new form of armed struggle that is being born here in a corner of the Far East. The Japanese rebels identify with the corona-virus, which moves in turn identifying itself with the great movements of absolute deterritorialization of the Earth. In an armed struggle, is it not always Earth which provides us with weapons?

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Angel Cabrales / Tender Care Piñata

* with a commentary by A.R. Sandru

Tender Care Piñata is a visual commentary on children in detention centers presented at Cabrales’ exhibition It Came From Beyond the Border

The exhibition depicts the epistemic conflict of a fictitious danger – in the form of UFO’s – that is in fact completely benign – the UFO’s are in fact Mexican sweets called conchas.

To the untrained eye, the conchas are not self-evident, they do no present themselves immediately as benign, nor as neutral sweets. They are as the title of the series suggestes something from beyond the border. As unknown objects they can become objects of fear, they can become the transitive target of projections of fear and hatred.

The choice of depicting the threat from beyond the border as flying conchas reveals the ridiculeness of fictitious danger, of defense mechanisms and of exagerated measures against migrants.

The core of this ridiculuous fictitious danger is exposed in the video featured at the It Came from Beyon the Border, that shows the mundane triviality of life beyond the border. It presents it however in a diffuse manner, in an almost tyring play of colour saturations. This manner of depicting mundane life functions in the same logic as the posters: it shows how fear is projected onto its imagined object, and does not reside within it. Here is the video, which will act as context and reinforcer of the message of Tender Care Piñata, that follows immediately after.

Original Score by Henry Van made for the It Came From Beyond the Border exhibition by Angel Cabrales, all rights reserved by Angel Cabrales. The Video and music was originally projected on a faux border wall at the Ro2 gallery in Dallas TX in January of 2019

In the background of the above video and posters, the brutality of the Tender Care Piñata apears more evidently. Here is Cabrales’ description of the Tender Care Piñata:

The traditional seven-point piñata is a representation of the struggle against temptation and sin. Each point represents one of the seven deadly sins: envy, sloth, gluttony, greed, lust, anger/wrath, and pride with the center representing evil. The candy in the center has been said to represent the good taken from the world. The stick which is used to break the piñata symbolizes love. It is supposed to destroy the sins by hitting and breaking the pinata into pieces. The candies and treats that come pouring out from the broken piñata symbolize the forgiveness of sins and a new beginning.


The Tender Care Piñata takes this meaning and replaces the candy with children wrapped in survival blankets, representing the children taken to detention centers throughout the United States due to the current administration’s immigration stance. The pinata is now a steel cage, unbreakable, unwavering, cold and uncaring.

And here is the installation itself:

Putting the posters and the It Came from Beyond the Border video together with the Tender Care Piñata the conflict between the benign danger of flying conchas orpeople selling fruit and the draconis measures that cage a fictitious threat becomes manifest.

Amanda Vox/LockdownArt (II)


Every week Amanda Vox documents life in lockdown/quarantine via collages. A collage seems most appropiate to depict such a multi-facetted phenomenon, as it combines images, faces, elements that normally don’t belong toegether, but nevertheless intertwine in a meaningful visual experience. A collage has the advantage of being able to portray how the life of one thing gets interrupted and at the same time completed by other, unexpected things. Such a descriptive logic fits well with the everyday experience and confusion of self-isolation, that paradoxically connects us to a global pandemia, to an indefinite and indeterminate event seeping in every corner of our lives.

Here’s Amanda’s docuepisode of this week.

Confusión sexual: “Mano dura” y Coronavirus (II)

Imagen: Sarita Colonia, santa peruana de lxs marginales

1. Sexo

La última y, tal vez, más cuestionable medida del gobierno peruano para reducir la difusión de la epidemia de Coronavirus es una restricción de movilidad basada en el sexo que, sin embargo, ha sido puesta en vigor usando la expresión de género como criterio. Expresada de manera aparentemente simple, la norma indica que, a partir del 3 de abril, las mujeres sólo pueden salir los días martes, jueves y sábado. Por su parte, los hombres sólo pueden dejar su domicilio los días lunes, miércoles y viernes. En domingo, nadie puede dejar su casa (https://andina.pe/agencia/noticia-gobierno-oficializa-dias-salida-diferenciados-para-hombres-y-mujeres-791339.aspx).

La medida, previamente aplicada sólo por Panamá (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52130235), fue anunciada en un discurso presidencial a la nación. Ante la novedad, radicalidad y confusión terminológica, cada unx ha decidido prestar atención a diferentes aspectos del discurso. Algunxs ridiculizaron la arbitrariedad de la decisión (¿por qué no, mejor, dividirnos por signos zodiacales?), muchxs mostraron su transfobia y homofobia, otrxs parodiaron la situación de nuestro país machista en los días en que no habría hombres y no pocxs se plantearon preguntas relativas a la situación de lxs ciudadanxs transgénero. Las preguntas, en este caso, cubrían un amplio espectro. Desde “¿qué días deben salir lxs [mujeres y hombres] transexuales?” hasta “¿cómo haremos para que la Policía y el Ejército no multipliquen sus abusos contra las minorías sexuales?”

Aunque es natural, el último grupo de preguntas no emergió espontáneamente. Su raíz es la confusión provocada por el decreto supremo, el discurso presidencial y las declaraciones de los ministros de defensa y del interior. Veamos:

  1. El DS se refiere a una división según sexo (femenino y masculino) e incluye que, para su aplicación, “queda prohibido cualquier tipo de discriminación.” (https://busquedas.elperuano.pe/normaslegales/decreto-supremo-que-modifica-el-articulo-3-del-decreto-supre-decreto-supremo-no-057-2020-pcm-1865326-2/)
  2. El presidente intentó dejar en claro su interpretación del decreto, con una declaración ambigua y errática (aunque histórica y bien intencionada):

“Nuestro Gobierno es inclusivo, no tengan ningún temor. Cuando hablamos de varones y mujeres no estamos solamente tomando en cuenta una mentalidad. De uno u otro. Dentro de una igualdad de género, en su concepto más grande, pueden haber ciudadanos que se encuentran en otro tipo [sic], según sus sentimientos. (…) Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional van a tener instrucciones para que esto no sea pretexto de ninguna medida de carácter homofóbico.” (https://larepublica.pe/politica/2020/04/02/coronavirus-en-peru-vizcarra-he-demostrado-que-mi-gobierno-es-inclusivo/)

La situación plantea un escenario donde diferentes vectores se encuentran en conflicto: la diversidad de género de facto, el control policial excepcionalmente militarizado, la protección legal mínima de la población transexual, el desconocimiento de la mayoría de ciudadanxs, y la amenaza global de un virus invisible. Para alguien más familiarizado con los conceptos en juego, la confusión e incluso contradicción de las declaraciones es notoria. Para aquellxs que, como yo, no son especialistas en género, un gusto agrio aparece al desmenuzar el problema. Detrás de este nuevo mecanismo de defensa yace un dilema provocado por el cruce de premisas que derivan de diferentes principios.

2. Expresión de género

La idea es, en apariencia, simple. Quienes fuimos a la escuela en el Perú estamos familiarizados con ella: separar a la población por la mitad usando el sexo biológico como criterio. Como solían no decirnos nuestrxs profesores, “dos filas, quienes tienen pene a la izquierda, quienes tienen vagina a la derecha.” Esta idea escolar es acorde con las asociaciones que despierta el orden de “mano dura”, como se explica en la primera parte de este artículo. Igualmente (y tal como se menciona allí) su ejecución afecta preferentemente a las minorías sexuales. Para agilizar el proceso y librarnos de exámenes genéticos e inspecciones de genitales, en el DNI de cada unx figura alguna de las dosalternativas.

Más allá de las impresiones que suscita, el razonamiento detrás de esta restricción tiene algo de sensato. A mi parecer, intenta cumplir con tres objetivos principales:

a) Dividir a la población en (casi) dos mitades

b) Impedir la aglomeración de ciudadanxs en lugares públicos

c) Brindar un mecanismo de control rápido y a distancia

Aunque los dos primeros objetivos son cuestionables, el tercero es el decisivo. Es también donde empiezan los problemas, conceptuales y prácticos.

La intención de tener un mecanismo rápido de control a distancia es evitar el contagio de uno de los grupos más expuestos de la población: policía y fuerzas armadas. Por un lado, se trata de evitar el contacto entre guardias y contagiados potenciales. Por otro lado, si el objetivo es evitar muchedumbres, la supervisión debe ser a vista de pájaro. En otras palabras, si la vigilancia dependiera de largas filas, donde el DNI pasa de una mano a otra para revisar los datos, entonces el objetivo no se cumpliría.

Es aquí donde comienza la transformación de criterios. Para cumplir con el tercer objetivo principal, el criterio no puede ser el sexo, que figura en el DNI, sino la expresión de género. En simple, no se trata de órganos genitales ni de cromosomas, sino de faldas y cabellos. Como indica el ministro de defensa, de “apariencia” y “vestimenta”. ¿Ven el problema? Regresaré a ello.

Para hacer frente al machismo y la violencia contra la mujer, el Estado peruano ha dejado de lado su postura reduccionista y anticientífica de la sexualidad. De un tiempo a esta parte, se acepta finalmente la diferencia e independencia entre identidad de género y sexo biológico y, tal como declaró el presidente, se protege la diversidad. Contra el DS, el presidente anunció que su norma es una cuestión de género, no de sexo. Aunque los adictos al autoritarismo quieran renunciar incluso a ello, la identidad no es una imposición de la familia, la comunidad o la naturaleza. La identidad es una operación de la autonomía y la libertad individual, en interacción con los contextos normativos donde crecemos y nos movemos. Aunque el DNI indique nuestro sexo biológico, guarda silencio sobre nuestra identidad de género.

¿Cómo se puede dar cuenta, entonces, de la identidad de género y el cumplimiento del (espíritu) de la nueva restricción? Preguntando a cada unx, no hay más. Aunque no sea evidente, los ministros de interior y defensa parecen haberlo entendido al señalar que lo que se tendrá en cuenta en el control de la población es la expresión de género, aun cuando ésta y la identidad de género no sean idénticas y puedan ir por cuerdas separadas. Imagino que no disociarán la expresión en “vestimenta y apariencia” de la expresión verbal, pues esta última es la que nos permite evadir ambigüedades con mayor eficiencia. Pero esto es, probablemente, wishful thinking. Lo que hay detrás de este problema, y constituye el dilema de fondo, son dos paradigmas irreconciliables.

3. Identidad de género

Como hemos visto, la norma escrita se basa en el sexo (biológico). Sin embargo, esto contradice uno de los objetivos de la misma, que es brindar un mecanismo de control rápido y a distancia. También contradice la postura actual sobre género del Estado, y la interpretación del propio presidente.

La misma norma, basada en la expresión de género, según las declaraciones de los responsables de las fuerzas armadas y la policía, cumpliría con el objetivo de control rápido y distante. Sin embargo, esto supone que la expresión de género sea binaria (o masculina o femenina) y que soldados y policías en todo el país tengan las competencias para determinar quién expresa masculinidad y quién expresa feminidad. La supuesta eficiencia de esta orden reposa, en el mejor de los casos, en la idea de que la expresión de género es homogénea en el Perú. En el peor de los casos, se está suponiendo que expresión de género y sexo se corresponden, mezclando papas con camotes.

Ciertamente, la expresión de género es relativamente uniforme y conservadora, pues, en el Perú, ésta se cuece con mucha represión desde la infancia escolar. Sin embargo, es claro que nuevamente serán afectadxs aquellxs que escapan de la norma y que son objetivo frecuente del abuso policial. La única salida que se me ocurre es reconocer unívocamente que el criterio de distinción es la identidad de género, y que el último punto de referencia para determinarla es la opinión de la persona en cuestión.

Esto querría decir que el verdadero espíritu de la norma reposa en confiar en la responsabilidad ciudadana. Y con ello regreso al problema del autoritarismo que exploré en la primera parte de este artículo. Lxs conservadores consideran que esta norma es ridícula, y que debería confiarse únicamente en lo que dice el DNI. Pero esto pierde de vista los objetivos del DS, pone nuevamente en riesgo a las minorías sexuales, y asume que la represión y la vigilancia policial son el único camino hacia el orden. No han entendido que la salida de esta crisis depende de la toma de conciencia de nuestra responsabilidad y nuestro accionar solidario, sin dejar a nadie atrás.

Distanciamiento Social*

Agamben, distanciamiento social
* Esta traducción del texto de G. Agamben nos fue autorizada hoy mismo por quodlibet.it, editorial y blog italianos de Agamben y grandes autores de la misma. Agradecemos mucho este derecho y estaremos traduciendo lo que consideremos relevante.

No sabemos dónde nos espera la muerte, esperémosla por doquier. La meditación sobre la muerte es meditación sobre la libertad. Quien haya aprendido a morir, ha des-aprendido a servir. Saber morir nos libera de cualquier sugestión y de toda restricción.

Michel de Montaigne

A partir de la historia se nos ha enseñado que cada fenómeno social ha tenido, o puede tener, implicaciones políticas, por lo que resulta oportuno examinar atentamente el nuevo concepto que ha ingresado hoy en el léxico político de Occidente: “distanciamiento social”. Si bien el término se ha producido como un eufemismo de frente a la crudeza del término “confinamiento” utilizado hasta ahora, resulta apremiante preguntarse: cómo sería un orden político que se fundase en dicho término. Esto es tanto más urgente, cuanto no se trata únicamente de una hipótesis meramente teórica, si acaso es verdad, como se comienza a decir por doquier, que la actual emergencia sanitaria puede considerarse como un laboratorio donde se preparan nuevas estructuras políticas y sociales que esperan a la humanidad.

Como sucede siempre, aunque existan los tontos que sugieren que tal situación puede ser considerada ciertamente desde una óptica positiva; y que las nuevas tecnologías digitales permiten, desde hace tiempo, comunicarse felizmente a distancia, no creo que una comunidad fundada sobre el “distanciamiento social” sea habitable en sentido humano y político. En todo caso, sea cual sea la perspectiva, me parece que éste es el tema a reflexionar. Una consideración inicial concierne la naturaleza verdaderamente singular del fenómeno producido con las medidadas del “distanciamiento social”. Canetti, en aquella obra maestra llamada Masa y poder, define la masa sobre la cual se funda el poder a través de la inversión del miedo a ser tocado. Mientras los hombres generalmente temen ser tocados por un extraño, y mientras todas las distancias que los hombres instituyen a su alrededor nacen de dicho temor, la masa representa una situación única, donde tal miedo se torna en su contrario.

<<Tan solo en la masa, el hombre puede redimirse del temor a ser tocado…En el momento en que se abandona a la masa, no teme más a ser tocado…Ninguno que se aproxime es igual a nosotros, lo sentimos como si nos sintiéramos a nosotros mismos. De repente, es como si todo acaeciese al interior de un cuerpo único… Dicha inversión del miedo a ser tocado es peculiar a la masa. El alivio que se extiende en ella alcanza una medida tanto más evidente cuanto más densa sea, justamente, la masa.>>

No sé qué habrá pensado Canetti en torno a la nueva fenomenología de masa que tenemos de frente: aquello que han creado las medidas de distanciamiento social y el pánico es, ciertamente, una masa – pero una masa, por decirlo así, invertida, formada por individuos que se distancian entre si a cualquier costo. Una masa que no es densa, y que está, por ende, enrarecida y, no obstante, sigue siendo una masa; si acaso, como precisa Canetti poco después, ella se define por su carácter compacto y su pasividad, en el sentido de que << un movimiento verdaderamente libre no sería posible de ninguna manera…ella espera un líder, que le será mostrado.>>

Algunas páginas después, Canetti describe la masa formada a través de un interdicto, <<en donde muchas personas reunidas desean no hacer más que aquello que han hecho individualmente hasta tal momento. El interdicto es repentino: se lo imponen a si mismos…en cualquier caso, esto sucede con máxima fuerza. Es categórico como una orden; por ello, el carácter negativo es, empero, decisivo.>>

Es importante que no se nos escape el hecho de que una comunidad fundada sobre el distanciamiento social no tendría qué hacer, como se podría creer ingenuamente en un individualismo llevado hasta el extremo: ésta sería, más bien, como aquello que vemos hoy en torno a nosotros, una masa enrarecida y fundada sobre una prohibición, pero, precisamente por ello, particularmente compacta y pasiva.  

6 abril de 2020
Giorgio Agamben


Amanda Vox/Lockdown Art


Every week Amanda Vox documents life in lockdown/quarantine via collages. A collage seems most appropiate to depict such a multi-facetted phenomenon, as it combines images, faces, elements that normally don’t belong toegether, but nevertheless intertwine in a meaningful visual experience. A collage has the advantage of being able to portray how the life of one thing gets interrupted and at the same time completed by other, unexpected things. Such a descriptive logic fits well with the everyday experience and confusion of self-isolation, that paradoxically connects us to a global pandemia, to an indefinite and indeterminate event seeping in every corner of our lives.

The Virology of the Exterminating Angel

The Exterminating Angel (1962), one of Buñuel’s masterpieces, has turned particularly suggestive during the self-quarantine. In the movie, as everyone knows, a group of distinguished members of the bourgeoisie are invited to a dinner. After the feast they go to the music room next door to relax, but some hours later, as they realize that it is time to go back home, they notice that they are trapped there. It’s not that the door is closed, they just can not exit the room. This premise is simple but offers a deep metaphor of the bourgeoisie and its social dependence: while all the servants end up leaving the mansion after finishing their duties, the patrones start entering panic mode, being unable to satisfy their basic needs inside the room.

Buñuel’s film was seen always as a social parable, but now  we can discover some pandemic insinuations in it. The self-quarantine is necessary to delay the collapse of the health system. However, I wonder if we are not in a ‘exterminating-angel-situation’ here. On the one side, citizens have adopted self-quarantine as a form of social responsibility to protect more vulnerable people. On the other side, we usually identify seclusion as a form of social control, and in this case, biopower. This voluntary seclusion as a form of social responsibility is paradoxical. I saw some meme about staying at home as a form of saving the world. We are happy to be helpful in a very lazy way. We also don’t want to get sick. In any case, at the end, or in the bottom of our heart, although we have many reasons to stay home, we don’t know why we are unable to go out.

Of course the voluntary quarantine is not totally voluntary. In some countries police officers are patrolling the streets. Like in Buñuel’s movie we do not want to go out, because we are afraid of going out. Desire: the bourgeois structure of desire is fear, fear of losing privilege and status. At this point the pandemic is a global fear. What the owners fear is to lose what they have. The object of their desire is positive and therefore it has the form of fear. Workers also are afraid, but their fear is not structuring their desire. The desire of the worker is repressed by the positive desire of owners. Their desire is thus negative. 

What is our desire? We don’t want to go outside. We don’t want to stay inside. Our society is not completely Marx’s society. We are consumers. Like the bourgeoisie, we are afraid. Like the workers, we fill our negativity with the goods that we produced. In the age of quarantine, we are glad to isolate from everything, without knowing where to run.

As Butler recently pointed out:

“The virus alone does not discriminate, but we humans surely do, formed and animated as we are by the interlocking powers of nationalism, racism, xenophobia, and capitalism. It seems likely that we will come to see in the next year a painful scenario in which some human creatures assert their rights to live at the expense of others, re-inscribing the spurious distinction between grievable and ungrievable lives, that is, those who should be protected against death at all costs and those whose lives are considered not worth safeguarding against illness and death.”

I focused here on the quarantine, but this is the less deadly aspect of what we are living. We are just at the beginning of a terrible scenario. A virology of fear should warn us to stay on guard.

The memes-ography of a laughing society

From a niche phenomenon memes have become one of the main vehicules of communicating information in our current network society. This for a good reason. Memes deliver in a compact visual format a great amount of information. This is due to their indexing function. They incapsulate in this tiny format political, societal, and cultural movements, that immediately spring to mind when one sees a certain type of meme. Their indexing function is extended by their humoristic character. Information is usually presented in a way that prompts us to at least blow air through our noses in a timid bodily manifestation of laughter. This combination of visual indexing and humoristic delivery of information seems to be viral. It infects each and any one of us changing the way we see information. Why do we get so infected by them?

Humor?

The visual aspect has on the one side a major impact on the delivery of information, being able to pack in an image the entire context of its production. The humor dimension of memes allows the receiver on the other side to absorb this information without suffering its full tension and impact. Let me expand.

There are three basic theories of humor: the relief, the superiority, and the incongruity theory (see Barber, 2017). The relief theory states that we laugh when we release built up tension prompted by some unexpected or unusual situation.

The superiority theory argues that laughter is based on our competitive tendencies that urge us to manifest ourselves as superior towards others. According to this theory Jokes diminish the authority of other people and allow us to feel superior.

The incongruity theory describes humor and laughter as the result of unexpected results. Similar to the relief theory it holds humor to be the transition from a tense to a more relaxed state. The incongruity theory however also holds that this transition has epistemological values: it allows us to approach certain situations with a certain epistemic felxibility, with a certain openness. For this reason, humor has often been considered a healthy attitude in life – which I also believe.

All three together

Memes are all three of these theories. They help us relief tension mediated by comical images. Hence the gesture of blowing out air through our noses. They present information in unexpected ways and help us to approach that certain information in a flaxible, playful manner. By releasing tension and helping us adopt a relaxed state they also weaken the impact a certain information might have. They thus may make us feel superior to that information or situation. For these reasons, humor often allows us to approach information with a certain distance, with a certain feeling of safety. This feeling of safety then makes it easier to deal psychologically and epistemically with a certain situation, that might otherwise be stressful. This is all good and well on a personal, individual level, within small interacting communities.

The flipside

Humor however also has a flipside. It gives us the space to distance ourselves from issues that do not concern us, it allows us to marginalize suffering. Humor – and memes especially – determine a topography of distance, a geography of foreign events. It allows us to become aware of a certain situation and then laugh it away to some distant corner of society, letting others deal with it. This has been the case with the recent COVID-19 crisis°.

Wihlst COVID-19 was an exotic new virus, isolated somewhere in China, memes were mostly ironic jokes about Chinese culinary preferences, about real life videogame scenarios, about desperate people wearing huge water bottles on their heads in order to protect themselves from the virus. And then, out of nowhere – just like the virus – this meme appeared (along with some other variations):

Imagini pentru me realizing corona is in my country meme

The exotic, distant crisis was slowly closing in on everyone. By doing so it eliminated the possibility of laughing the virus away to some distant corner of the world. The pandemic forced us to acknowledge it and in that forceful impact change occured. People started changing their behaviour. They startet using memes as vehicules of solidarity, as images of awarness and helpful advice. In that fleeting transition from laughter to impact and back again, change was needed and true epistemic, anthropological, social, political flexibility seemed imminent and possible. Now is indeed the time for action and change, for responsibility and solidarity. But it is also for critical assesment and not just for laughter. In coping with the impact and its productive acceptance memes however can help. They can also spread the word on what is to be done.

The darkside

Their darkside is still present though. Eventhough the pandemic has eliminated the possibility of geographical marginalization, it has also brought to light the deeper and darker dimensions of our society. It shows political, ethical, race and clase marginalization.

Memes (not all) make fun of the desperate racing to buy toilet paper. They ridicule the poor that do not afford days off or a medical check. Memes shame the uneducated that do not understand the severity of the situation. They also blame the elderly or the weak that are the only ones at risk. In doing so memes allow some to laugh their worries away to some marginal place of their social hierarchy. This makes them feel good, superior, safe, and release tension. In the midst of this pandemic, let us not marginalize risk groups or any other group through cheap humor and irony. Let us on the contrary be responsible and solidary and distance ourselves socially so that we can be closer to those in need.

  • Barber, M. (2017) / Religion and Humor as Emancipating Provinces of Meaning, Springer.
  • ° see also Empty buses