Before Lockdown

Cuando cruzar un puente al aire libre era parte de la normalidad

(autoetnografía)

“Y el tiempo dirá si al final nos valió lo dolido,

perderme, por lo que yo vi, te rejuvenece, ay

la vida es más compleja de lo que parece”

La vida es más compleja de lo que parece

JORGE DREXLER

NOTA PRELIMINAR 

Esto ocurrió justo en los albores del siglo veintiuno (el nuevo milenio no tenía ni siquiera la edad suficiente para ser admitido al kindergarten del siglo que comenzaba), en un momento histórico que, analizado desde las restructuraciones en la economía global y el auge en las infraestructuras tecnológicas que se denominaban de punta, auguraban el principio de un milenio que sería el escenario de cambios radicales en la imaginación humana gracias al desarrollo económico y la puesta en escena de un cosmopolitismo “con rostro humano” que facilitaría los intercambios globales entre individuos, colectividades e incluso regiones sin aparentes lazos históricos, comerciales o etnológicos. Era el inicio de una quimera que, en mi caso, comenzó a paso veloz y bajo una filosofía personal anclada en la búsqueda de la autonomía radical y la implausible utopía de una economía planetaria con la capacidad de establecer “puntos y aparte” con una velocidad inusitada a las desigualdades sociales que dominaban la vida de la gran mayoría de la población planetaria/global.   

I

Llegué a la Gare d’Austerlitz a las siete de la mañana procedente de la Estación de Sants de Barcelona. Estaba nublado y lo primero que hice fue buscar con el olfato y mi intuición de estudiante del mapa urbano de París al literario río Sena, persuadido, como tantos otros, por mis lecturas de autores franceses decimonónicos: Gautier, Baudelaire, Rimbaud, Huysmans, Zola… Cuando al fin miré las aguas rancias y grises del Sena por vez primera, saboreando la quiche de espinacas que había comprado en un mercadillo a un lado de la estación de Austerlitz, no imaginé que iba a recorrer, de sur a norte y viceversa, ese río lánguido todos los días durante una larga temporada. Mis esperanzas artístico-literarias no tardaron en desvanecerse, igual que mis ahorros, ignorante de que el París al que llegaba hacía muchísimo tiempo que había desmenuzado y digerido la poesía y las narraciones literarias que permitían a multitud de personajes deambular con un café en el estómago por los Campos Elíseos con un escueto puñado de francos: lo que llevaba en el bolsillo apenas me duró para medio comer unos días, pues había llegado, también, justo en los albores de la dura gravedad de los Euros. París ya no sólo era Francia, porque Francia y su capital ya eran parte de Europa y de un proyecto geopolítico supranacional que hiciera posible la circulación de un nuevo tipo de moneda por todo el orbe de los intercambios económicos. Ante tal situación, más consumida por las fórmulas acuñadas por economistas integrados a la Umberto Eco que por las plumas perezosas de los mejores representantes del nouveau roman, ansioso y aterido por la imposibilidad de encontrar a un “amigo” cibernético que había prometido proporcionarme alojamiento en su sillón, me acostumbré a tumbarme a dormir y dormitar -sentado e inclinado con la cabeza entre las manos- en las butacas de las paradas de autobuses cerca de la estación de Austerlitz. Así fue como aprendí a medio dormir aquella temporada en ese infierno urbano que el adolescente Rimbaud había descrito como una belleza amarga. 

  
[Selfie en el Pont Neuf, París, circa 2002]

II

Esa fue mi primera temporada en París, aferrado a la evasiva de regresar a México antes de lo proyectado, bajo la protección de una serie de estrategias de supervivencia que con el paso de los días sólo se consolidaban hasta el punto de llegar a convertirse en parte de mi personalidad hasta el año que hoy camina a paso de pandemia. Así que me aferré a la calle, que fue fría y poco amable, por dos motivos: el primero, que no sabía en ese momento si iba a lograr regresar a París en un futuro hipotético. La oportunidad estaba frente a mí, no como la deseaba, pero ahí estaba. El segundo motivo era que a mis veinte años apenas cumplidos ya tenía ciertas pretensiones literarias, por lo que la calle parisina me pareció en aquel momento una etapa forzosa en el largo y exhaustivo sendero de la escritura. Aunque esto, hoy, me parece una falacia, es decir, lo de sumar la calle con la escritura con la pretensión de lograr páginas inolvidables. Además, durante todo el tiempo que trajiné de la Gare d’Austerlitz a la Gare du Nord, no sin dejar de visitar el resto de las estaciones de trenes de la ciudad, entre las que la Gare de Lyon me impresionó por la estructura metálica de su nave, de una manera similar a la impresión que le ocasiona la nave metálica de la Gare d’Austerlitz al personaje principal de la novela homónima de W.G. Sebald. Si soy sincero, no escribí nada, no pude escribir nada, apenas unas cuantas notas que con el paso del tiempo carecen de sentido, dirección y sustancia. Toda mi atención era absorbida por la observación continua del siguiente trecho de calle que esperaba mi paso ágil y perentorio, como si tuviera un lugar concreto en el que debía presentarme con un propósito que si bien no era totalmente misterioso si escapaba incluso a mis expectativas estéticas. Transcurría casi todo mi tiempo domando el hambre, que había afincado su residencia de manera permanente en mi cuerpo, dormitando en las bancas de jardines y parques, y acostumbrado, con enfermiza inocencia, a no perder mis pertenencias, que se resumían a lo que llevaba puesto y un reloj de pulso (el poco dinero que llevaba encima lo repartía entre el interior de una de mis botas y la guarida impenetrable de mi ropa interior.) Cargaba un saco militar entre azul marino y ceniza, donde atesoraba una vieja cámara fotográfica semiautomática Minolta de 35 mm que durante mi infancia se había convertido en reliquia familiar; además, en el saco militar llevaba un cepillo y pasta de dientes, un rastrillo y jabón de barra, un recipiente cilíndrico con protector solar, una toalla ligerísima cuyo color he olvidado y una casaca del París Saint-Germain, la que usaban como locales en el estadio Parc des Princes antes de que la firma estadounidense Colony Capital comprara el club en 2006.

III

La toalla de poco me sirvió, pues durante los meses a la intemperie en la capital francesa sólo pude ducharme una vez, justamente en los baños/regaderas de la Gare d’Austerlitz, estación que se convirtió en mi punto de auto-encuentro y desencuentro conmigo mismo. Y donde, sentado en una butaca, mientras miraba con poca atención las llegadas y partidas de trenes, elegía las estrategias de supervivencia del resto del día y el comienzo del próximo día. Aunque, como es imposible falsear la historia personal al punto del autoengaño, con frecuencia mis estrategias desembocaban en ensoñaciones donde la luz y el sopor llegaban a conformar visualizaciones cuasi salidas de la realidad virtual o incluso en delirios que debido al hambre semejaban simulaciones anticipadas de lo que en la actualidad nos parece sencillo designar realidad aumentada. Por ejemplo, una noche, ya cuando comenzaba a hacer ese viento frío que asola las calles otoñales parisinas, más flaco que una vara y más solo que un aullido de lobo estepario, ya invadido de desesperación, en un instante en que el hambre y el deseo de dormir en una cama impulsaban en tándem mis pasos, ya agotado de llevar mi saco militar pendiendo a un costado de mi espalda, desilusionado del Sena y la famosa catedral de Notre Dame (ahora en reconstrucción), hastiado de cruzar los interminables puentes que llevan de un lado a otro como si se tratara de abrir y cerrar los ojos ante el misterio ya sin la capacidad de sorprenderse, abandonado frente a mi propia arrogancia juvenil, delirante al punto de creer que todos mis problemas y mi falta de sueño se debían a mi diario ejercicio de cargar la toalla y el recipiente cilíndrico con protector solar, los tiré a la basura, en uno de esos contenedores para la basura que parecen salidos de un catálogo de diseñador demasiado costoso que hay en los pabellones exteriores del Louvre. Así que me quedé sin toalla y sin protector solar. Quería culpar a alguien, pero no tenía suficientes fuerzas para pensar ni meditar, como Descartes lo habría hecho, el propósito concreto de mis acciones de androide abrumado por no lograr hallar un sitio para recobrar la energía vital y sensorial que necesitaba para hacer frente a la realidad más próxima que constantemente se avecinaba como un Gregor Samsa ya transformado en escarabajo gigante. 

IV

Después de deshacerme de esos objetos que me parecían onerosos, me dediqué a recorrer sin descanso la ribera del Sena y, a ratos, me concentraba en el flujo grisáceo y la torre famosa que despuntaba en las distancias infalibles de París. Si hubiera sido el personaje de una película independiente que buscaba enfocar un fragmento de la génesis de un aspirante a artista perdido en un mundo que siempre ha sido flotante -parafraseando el título de la novela de Kazuo Ishiguro– y que día a día se oscurecía por dentro ante la inminencia irreversible de la sucesión de instantes que se acumulaban en su cuerpo, mientras caminaba intentando apresar sin éxito una angustia amorfa y escurridiza. Tal escena hubiera tenido como tema sónico de fondo la versión acústica de “Present Tense” que Jonny y Thom interpretan como si se tratara de un dúo inseparable; ese hubiera sido sin duda uno de los temas del soundtrack de esa etapa de mi adolescencia tardía, incluso aunque el mundo aún no sabía que “Present Tense” circularía en la realidad sónica hasta el año 2016. 

V

Durante toda mi estancia en esa ciudad que llegó a convertirse en un no-lugar, sólo establecí un contacto complejo con dos personas: Kanu, un nigeriano que buscaba la manera de ir a Madrid a reunirse con su hermana (quien le ayudaría, según él, a encontrar trabajo, pese a que no sabía ni siquiera decir “hola” en español) y Rafaelito, un dominicano que se unió a Kanu y a mí solamente durante una noche. La historia de Rafaelito es breve, así que la contaré. Kanu y yo estábamos sentados, dormitando, en las butacas de la estación de Austerlitz mientras el tal Rafaelito, vestido de límpido blanco, aguardaba desesperado frente a nosotros. Llevaba tanto tiempo sin hablar en español con alguien que no fuera yo mismo, que me animé, por su apariencia, a preguntarle si era latinoamericano. Me explicó con una dicción más veloz que un tren bala que había llegado a París por la tarde y que a las cinco de la mañana tenía que tomar un tren para ir a España, según él a pasar unas vacaciones que iba a sufragar con lo que obtuvo con la venta de su automóvil allá en Santo Domingo. Describió el auto como un tremendo sedán con toda clase de añadiduras apantallantes: alerones cromados, un estéreo con magnífico sonido, llantas más redondas que el planeta Tierra, etcétera… En fin, el tal Rafaelito iba a estar ahí sólo por unas cuantas horas, así que esperaba, impaciente, deseoso de llegar a Madrid para comenzar con las vacaciones de su vida, porque, como dijo un par de veces, su sueño era conocer la capital española y ver con sus propios ojos la Plaza Mayor y la Fuente de Cibeles. Le pregunté si había estado antes en París. Negó con la cabeza. Así que sin dilaciones le propuse guiarlo por la ciudad para que por lo menos pudiera ver Notre Dame y el turbio río Sena. Lo llevaría, le propuse, a cambio de que nos comprara a Kanu y a mí un bocadillo de jamón y una rebanada de pizza en un establecimiento que estaba abierto las veinticuatro horas frente a la estación. A Rafaelito le pareció razonable la oferta y sin más demoras, pese a que era casi medianoche, cruzamos el Bulevar del Hospital, conseguimos las provisiones, y luego nos encaminamos hacia Notre Dame con Rafaelito siempre a la zaga porque llevaba arrastrando su equipaje con rueditas por las calles irregulares de la ciudad de las luces amargas (en el camino, nos hicimos una foto con mi Minolta, adjunta al final de esta autoetnografía). 

VI

La historia de Kanu es más compleja, por eso no la contaré con todos sus detalles. Sólo es necesario saber que pasamos juntos varias semanas. Lo encontré, también, en la estación de Austerlitz y le ofrecí un pedazo de chocolate y un trago de leche (mi desayuno-comida-cena del día). Tomó el chocolate y rechazó con una sonrisa la leche, gesto que me hizo simpatizar rápidamente con él. Nos comunicábamos en un inglés difícil. Era común que no nos entendiéramos y que pasara todo el tiempo caminando detrás de mí, así que lo esperaba y, cuando estaba a mi lado, le pedía que caminara junto a mí. Kanu asentía con una sonrisa y una expresión de amistad, pero progresivamente me perdía el paso hasta recobrar la distancia que nos separaba como el leitmotiv de nuestras caminatas cotidianas. En una ocasión me explicó, sin dejar de asentir con movimientos de la cabeza, que yo caminaba demasiado rápido, pero no me pidió desacelerar ni cambiar el ritmo de nuestras exploraciones por tantos barrios parisinos como nos fue posible, buscando a veces con insistencia en el Barrio Latino algún signo de latinidad que justificara tal nombre, pero siempre desembocábamos un tanto desorientados en la Plaza de la Bastilla. Mi triunfo fue hacerlo beber leche, justo una mañana que me explicó con extrema cordialidad que esa tarde teníamos que caminar hasta una estación de autobuses para que abordara el ómnibus que lo llevaría a Madrid donde buscaría a su hermana. Me mostró el boleto (París-Madrid, con la fecha exacta de ese día), que llevaba escondido debajo de los pantalones y un pedazo de papel con el número telefónico de su hermana. Cuando al fin llegamos a la estación de autobuses, nos separamos en la calle, no sin antes compartir un abrazo y el mutuo deseo de tener suerte. 

VII

Toda esta confesión, a guisa de ensayo personal, viene hoy a cuento porque al leer la última entrada de Forum Nepantla, “Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette”, que no sólo me hizo recordar la noche que vi dos veces, de manera consecutiva, Va Savoir (2001) de Rivette porque me hizo reír como un niño por las alusiones a Heidegger -film basado en una obra de Pirandello que no le atribuyen al siciliano de Agrigento, lugar donde me hice la última fotografía con mi ex y que con frecuencia acude a mi mente por las vistas marinas que ofrece la ciudad alta de Agrigento-, sino porque una especie de inercia interior me llevó a hurgar dentro de uno de mis antiguos libros, esos que compré cuando aún era estudiante de licenciatura en la UNAM, y hallé las dos fotos que complementan este texto (mi primero en español para Nepantla), entre las páginas de la novela incompleta de Georges Perec 53 jours

[De derecha a izquierda: Rafaelito, Kanu, myself, París, circa 2002]

ON A THEORY OF VIRTUAL SOCIAL SYSTEMS FOR CHILDREN

elvis presley digital wallpaper

“loko yosa darumayi yatha” (all the world is like a wooden doll in the hands of a master of puppets)

SRIMAD BHAGAVATAM, I-VII

This text/manifesto follows “The Many Selves of Being One Self.”

Virtually we all belong to spaces of sensorial interactions, even without our consent. The fact that we are virtually active participants of a network of sensorial interactions makes life a constant challenge that humans in previous historical periods did not consciously experience. I am choosing the term “sensorial interactions” because it is through our senses that we are able to perform an impact in the virtual sphere. Over the last year, I have been obsessively pondering the reality of telepathy and the human behaviours that it produces, at both the individual and the collective levels. However, in order to think seriously about a theory of virtual social systems, it is necessary to focus on the implications that each of our senses force into our individual vital experience. Hearing, for instance, has a predominant role in a virtual sphere against the belief that virtual experiences are rooted in visual experiences. This indeed requires further exploration. For instance, if we are passively contemplating a crowded plaza where people transit carrying out their quotidian endeavours, without us being conscious, sound will have a more expansive impact in our vital experience than, for example, light. It can be a voice, the chirping of the pigeons ruminating in the plaza, or simply the drilling of the men working in the surroundings, but inevitably the chromatics of sound will alter our way of feeling and in consequence our reactions within the virtual sphere. To further explore what I mean with the predominant role of sound within the virtual sphere, I will share an experiment that I have been running in my mind/mindsets as the day begins to unravel once I have recovered the consciousness inherent to being awake. 

***

EXPERIMENT

(based on a trained immersion in a sonic reality that invokes 

passive/undesired 

and 

active/desired 

forms of otherness)

Are you there? Can’t move my voice. The old man is dead. The child is crazy, he only shouts and cries. The She is not a she. The woman is older than her voice. Stop the birds. The lion can’t speak. Everyone wants to fall asleep. The street makes no sense. No one understands surrealism. That voice only complains about the aching body. I got no family. The cat is high. We promise it if that is what you really want, the android softly whispers. I hate music, the man next door attempts to shout with his dying voice. “Reading does not pay much,” the ignorant imagines that he is shouting as three nurses put him down to sleep. I will never be a man, if manhood is indeed feeling like a man, a crowd spits with hate towards my window while all I want is smoking. Those kids want to hear your stories from another world that you gathered while running next to Perseus. Please sing us a song, the lonely lover says. The monster wants to get back to me, a tiny voice makes its appearance as the drums of a metal song begin to shake the speakers. Covid lives in the subway, a high-pitched voice shouts attempting to sell hammers and miniature spelling manuals. Kill it!, begs the kitty. The crowd, nevertheless, always wants the same. What is that? A change while performing the same train of thoughts and sounds. Dough? Wool? Are you really a Muslim? Can’t get it, you are not really a Muslim, but the kindest and more generous people you have ever met are Arabs. We were generous in a very different way. I agree, but I constantly hear in mise-en-abyme: “take your filthy hands out of my desert.” Bring the rain here. When are they gonna accept that telepathy is really happening and I’m not crazy. They told me to do it, you were gonna finish with that heart. Can you feel a pain somewhere in your body? Great. Why don’t you upgrade the algorithms? Is Corona(virus) a hoax? Why did the Italian painter said, while the interviewer was attempting not to listen, that “they” are inducing irreversible mental patterns in the community? Who is the Invisible Militia? Did you really walk in the air? Did you really see those lights? Please do it again… Who are we? Why is Mercury so mean? How can I upgrade? Remember what they just said? That all the crowd really wants is… while performing the same… Is it really possible? Is the mind really more powerful than a blow? History constantly refutes that bullshit. Can we really defeat technology? We are in a virtual sphere of interactions, we are only incorporeal voices. I am still alive! Children… Poor children… Remember our voices (Indian accented voices, quite beautiful and also slowly breaking apart, then suddenly stopping). Is Silicon Valley already awake? Where is Adrian from? What is philosophy? Therefore I have been philosophizing often throughout the years. Stop these voices inside my head and my stomach! How can I do that without feeling much pain? Why do you dream so much with Tessa? How can you really disappear? “Get your filthy hands out of our desert.” “Bring in a different type of rain.” We are tired of these fonts. The bell suddenly rings. Time out. End of the experiment (note the progression of register, eloquence, and content). Postscript petitioned by a film fan: Can I avoid the fate of Léolo by Jean-Claude Lauzon? Will I ever endeavor the Viagem ao Princípio do Mundo by Manoel de Oliveira? Can Milena by Véra Belmont exist without Mahler’s fifth symphony? Is the shamanic strength of The Shout by Jerzy Skolimowski enough to recover her and kill the beast? And finally, when will we purge again? Can we at least listen to Identikit by Radiohead?

***

It is often inevitable to focus on the creaks that emerge within ourselves as we begin to rearticulate those voices that constantly attempt to inhabit all the free space in our mind/set/s. It could easily be that in prior times the volume of those voices was so low that they constantly passed unnoticed as sonic realities, but nonetheless they still performed an impact in our vital experience. Furthermore the somatosensory system constantly articulates waves of sound within our bodies, for this reason I will move on to address the sonic realities attached to coenaesthesia. According to the discipline of biological anthropology, coenaesthesia refers to the biological consciousness of being alive. Through the acquisition of the consciousness of having vital organs that perform directly and indirectly physiological functions we are able to experience life with an acute level of complexity, thus transforming our consciousness in ways that an isolated social interaction tends to simplify. By engaging in virtual social interactions, even if these are undesired, our persuasion of participating in a collective network of sensations makes us reject through subtle reactions the implications that coenaesthesia brings into our individual realm. It is through this individual and subtle set of rejections that we move from the individual to the collective experience of the virtual social sphere. 

            A virtual social sphere is a space of constant interactions and engagements between human and non-human bodies. In Vibrant Matter: a political ecology of things (Duke UP, 2010), Jane Bennett advances a theory of “vital materiality” and goes on to analyse the role that elements such as stem cells, fish oils, electricity, metal, and trash play in the configuration of events that affect the human and non-human bodies. Through the political and ecological interplay of these bodies, Bennett argues that materiality “is as much force as entity, as much energy as matter, as much intensity as extension… calling into mind a childhood sense of the world as filled with all sorts of animate beings, some human, some not, some organic, some not” (20). This theoretical approach that places materiality as a vital actant, leads to the communicative dimension that entangles the lives and afterlives of human and non-human bodies regardless of their specific atomic configuration. In relation to the various channels that organic and artificial forms of consciousness have created to allow the communication between human and non-human bodies, telepathy – in all its possible forms – has played a crucial role in the development of the virtual social sphere, and it also allows us to differentiate it from other social spaces that have been labelled as virtual, such as those created through the use of technological devices (I have mentioned in other texts some of the multiple uses of Android devices and Artificial Intelligence in the postmodern era). Telepathy itself is not a new technology, but it does reinforce the idea that our brain is one of the most powerful “Android” devices that we can possess as far as we are able to gain control over its power and energy. Without a brain and the energy that it infuses in our senses, a living being would not be able to enter a virtual social sphere. And even though the natural realm is the most complex biosystem on Earth to the extent of manifesting itself in ways that often go beyond our comprehension, a virtual social sphere (as a key feature of the Anthropocene) implies conscious brain activity and sensorial participation. Therefore, a virtual social system is a network of virtual social spheres. Within a community there are various virtual social spheres interacting with one another and producing and reproducing ways of feeling and sensorial behaviours. 

            It is paradoxical that even though our senses articulate the structure of coenaesthesia thanks to brain energy, we as humans still have little control over the ways in which we assimilate the reactions that our senses produce in our bodies. As we are able to gain consciousness and take control of our telepathic and sensorial behaviours in the virtual social sphere, which is where most of our life is happening (we all live in a virtual social sphere even without our consent as I mentioned at the beginning of this text), individual entities can allocate their energy in specific “tasks” in order to mobilize and, possibly, transform their reality. A virtual social system, moreover, is the theoretical organization of manifold virtual social spheres. As telepathy implies also a confusing level of anonymity, the organization of a virtual social system requires brain levels of coordination that surpass the abilities of an individual entity. The conclusion of this text, crafted for children, signals towards, on the one hand, the progressive acquisition of consciousness of the virtual social sphere/s where our life is happening, and, on the other, that without this consciousness we run the risk of being mobilized within a virtual social system that might, without our consent, play a negative effect within ourselves.


Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

En el año 1994, Rineke Dijkstra realiza una serie de tres fotografías llamada New Mothers
Read More
Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

GOSPEL FOR THE LIVING ONES

We began building mom's  home the day the bombings  began. First it was the smoke.  Later it arrived the fire...
Read More

Una interacción entre -mostrar y no mostrar

en la fotografía en color Highly carcinogenic blue asbestos waste on the Owendale Asbestos Mine tailings dump, near Postmasburg, Northern...
Read More
Una interacción entre -mostrar y no mostrar

Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Read More
Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

Machine Gun Confusion

The shapes are that of two people. They do each have a soul, But it’s hard for them to remember...
Read More

Brand New Heaven

I tried to accept everything, so that I could come to Heaven. But when I got there, Heaven was closed...
Read More
Brand New Heaven

Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages.  ISBN: 9780520220713 Traducción...
Read More
Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

I Can Only Wonder

If we are always foreigners when one  of us walks across the Pont de Sully [what is then foreigner?]  I...
Read More
I Can Only Wonder

Before Lockdown

Cuando cruzar un puente al aire libre era parte de la normalidad (autoetnografía) "Y el tiempo dirá si al final...
Read More
Before Lockdown

Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Una claustrofóbica en prisión y una gemela con un hermano igual,             de otro país. Una llamada por cobrar ya pagada. ...
Read More
Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Visibilidad e invisibilidad del racismo, algunos apuntes sobre el cambio de nombre al edificio “David Hume” en la Universidad de Edimburgo

Recientemente se dio a conocer la noticia de que, en la Universidad de Edimburgo, las autoridades de la institución (atendiendo a la petición de un grupo de estudiantes) decidieron retirar el nombre de David Hume a uno de sus edificios. La decisión se tomó con base en la evidencia histórica que se posee respecto de las múltiples opiniones racistas que el filósofo escocés externó en algunas de sus cartas, y también por considerar que dichas actitudes racistas, dado que no expresan la diversidad histórica del hombre contemporáneo, no deben tener un lugar dentro de la institución.  

Lo anterior no significa que David Hume haya dejado de ser un pensador importante no sólo en filosofía, sino en otras disciplinas (como la historia o la economía). Tampoco hablamos de la prohibición de sus obras dentro de la universidad, sino que la medida se tomó con el propósito de hacer visible el problema del racismo y, dado que Hume fue un hombre racista y esclavista, se piensa que al retirar su nombre de un edificio universitario se contribuye a este propósito.

Si bien es cierto que, en nuestra época, es evidente que tenemos un severo problema con el racismo y que, sin duda, esta práctica discriminatoria debe erradicarse; me parece que sí es criticable pensar que una medida como cambiar el nombre de un edificio puede contribuir a generar una cultura no racista, aunado a que pasa por alto problemas de otra índole que no me parecen adecuados.

El edificio se encuentra dentro de un recinto universitario. No hablamos de cualquier universidad, sino de la Universidad de Edimburgo (la tercera más importante de Reino Unido después de Oxford y Cambridge y una universidad ubicada en el top 20 de las mejores universidades del mundo).  ¿No tienen los universitarios de Edimburgo el criterio suficiente para entender que si el edifico se llama “David Hume” es en virtud de su obra y no de sus ideas racistas? ¿No les parece paternalista que sea la institución o un grupo de estudiantes quienes tengan que efectuar esa separación y no el resto de la comunidad? Yo creo que la formación del criterio propio es fundamental para erradicar la cultura del racismo y no veo cómo las opiniones (porque ni siquiera hablamos de sus teorías) de un filósofo puedan afectar el cauce de la diversidad histórica y contemporánea. ¿Qué tan frágil tiene que ser la concepción de dicha diversidad como para pensar que el nombre de un edificio pueda afectarla?

La intención primordial de este acto, como he dicho, responde al hecho de visibilizar el problema del racismo. En ese sentido, dicha intención es efectista y, en tanto tal, podría decirse que funciona adecuadamente (el hecho mismo de que estemos reflexionando respecto de lo ocurrido en el edificio de la Universidad de Edimburgo puede ser una evidencia de ello). Sin embargo, habría que preguntarse si sociedades europeas como la escocesa necesitan (a estas alturas) visibilizar este tipo de problemas, más aún cuando a nivel mundial y en tiempos recientes han habido numerosos acontecimientos (como el asesinato de George Floyd) que han puesto al descubierto la gravedad que acarrea la cultura del racismo. Ante estos hechos ¿Es necesario continuar en la lógica de visibilizar los problemas sociales? ¿no sería mejor que las sociedades contemporáneas comenzaran a modificar las jerárquicas estructuras sociales que, históricamente, han coadyuvado al surgimiento de prácticas discriminatorias y que, en la actualidad, aún siguen operando casi de la misma manera?

Desde mi punto de vista, las acciones para visibilizar el racismo fueron pertinentes inicialmente, cuando éste realmente se encontraba oculto en el discurso institucional, pero después de hechos históricos como, por ejemplo, la adopción por parte de la ONU de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial en 1965, parece que el problema ya no consiste en visibilizar, sino en transformar aquello que ya se ha visibilizado. Y es, en este último punto, en el que las sociedades contemporáneas se han estancado, a tal grado de que la perpetración de las acciones que intentan visibilizar los problemas sociales han comenzado a obstaculizar, incluso, el cumplimiento de sus propios objetivos.  

¿Qué es lo que se in-visibiliza cuando se pretende visibilizar el problema del racismo cambiando el nombre de un edifico? En mi opinión, toda la estructura social que, inconscientemente, legitima las prácticas discriminatorias. La Universidad de Edimburgo posee una íntima relación, de carácter histórico, con la Realeza Británica. Las autoridades de la institución hablan de la necesidad de reflejar en la comunidad universitaria la diversidad histórica y contemporánea, pero en ese proyecto no se contempla algo como la separación de la universidad con la Realeza (lo cual pienso que coadyuvaría mucho más a fomentar una cultura no racista y discriminatoria). Muchos rectores de la Universidad de Edimburgo han sido militares, que trabajaron para la Corona Británica en ciertos acontecimientos, como la reconquista de Sudán o la Guerra de los Boéres y que han pertenecido a la Cámara de los Comunes. Su rectora actual es una princesa que es parte de esa realeza. ¿Piensan ustedes que instituciones monárquicas fundadas en conceptos como “Familia real” o “Realeza británica” reflejan o deberían reflejar la diversidad histórica contemporánea? Las acciones efectuadas por dichas instituciones han tenido mucho mayor peso en la propagación del racismo y del esclavismo que las opiniones personales de un filósofo como David Hume. En ese sentido, quizá el universitario escocés y la universidad escocesa deberían estar más preocupados por replantear las bases estructurales de su sociedad que por la denominación de sus edificios.  Pueden cambiar el nombre a los recintos, pero en sus mecanismos se continúa reproduciendo la misma anquilosada estructura medieval ¿O acaso ha habido algún rector afrodescendiente en la Universidad de Edimburgo?, recordemos que Reino Unido es el noveno país del mundo con la mayor migración de poblaciones afrodescendientes.

Por último: hablamos de aspectos personales de un filósofo. ¿Era Hume deleznable como persona? Por supuesto que sí. No sólo era racista, era mujeriego, burlón, soberbio. No era una buena persona, eso está claro. Sin embargo, un problema político como el racismo no puede ni debe pretender solucionarse desde el ámbito particular. El problema no es si el individuo posee creencias falsas (como “los afrodescendiente son inferiores”), el problema es la estructura social a la cual pertenece legitima esa creencia desde su operatividad. En la época de Hume había una estructura social que, desde su operatividad, legitimaba el racismo. En nuestra época tenemos estructuras sociales que también lo hacen y que, en el mejor de los casos, sólo se han limitado a señalar el problema a nivel discursivo, pero no a solucionar el problema de fondo: el asesinato de George Floyd nos muestra que no hemos progresado mucho en relación a la época en la que vivió Hume y la idea de la diversidad histórica sigue siendo, en la práctica, un mito del hombre contemporáneo.   

Lo anterior me hace pensar que la acción efectuada por las autoridades de la Universidad de Edimburgo responde más a una necesidad de fomentar una buena imagen de la institución a partir de la corrección política (que es una genuina obsesión de las sociedades contemporáneas), pero no me parece una medida mínimamente resolutiva para erradicar la cultura del racismo.

*Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva de lxs autorxs y no necesariamente reflejan la posición del equipo editorial.

Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

En el año 1994, Rineke Dijkstra realiza una serie de tres fotografías llamada New Mothers
Read More
Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

GOSPEL FOR THE LIVING ONES

We began building mom's  home the day the bombings  began. First it was the smoke.  Later it arrived the fire...
Read More

Una interacción entre -mostrar y no mostrar

en la fotografía en color Highly carcinogenic blue asbestos waste on the Owendale Asbestos Mine tailings dump, near Postmasburg, Northern...
Read More
Una interacción entre -mostrar y no mostrar

Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Read More
Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

Machine Gun Confusion

The shapes are that of two people. They do each have a soul, But it’s hard for them to remember...
Read More

Brand New Heaven

I tried to accept everything, so that I could come to Heaven. But when I got there, Heaven was closed...
Read More
Brand New Heaven

Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages.  ISBN: 9780520220713 Traducción...
Read More
Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

I Can Only Wonder

If we are always foreigners when one  of us walks across the Pont de Sully [what is then foreigner?]  I...
Read More
I Can Only Wonder

Before Lockdown

Cuando cruzar un puente al aire libre era parte de la normalidad (autoetnografía) "Y el tiempo dirá si al final...
Read More
Before Lockdown

Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Una claustrofóbica en prisión y una gemela con un hermano igual,             de otro país. Una llamada por cobrar ya pagada. ...
Read More
Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

No es otra fantasía asiática: la sexualidad liberadora de Mitski

por Kaitlin Chan

Versión original en inglés: https://kaitlinchan.com/not-your-asian-fantasy-mitskis-liberatory-sexuality

The Handmaiden (2016) dirigida por Park Chan-wook.

Cuando estaba en la universidad, mi navegador de Internet se inundó con anuncios de “¡Mujeres asiáticas sexys en su área!”. Al principio me pareció divertido. ¿Mi computadora estaba husmeando en las conversaciones que había tenido con amigxs sobre la escena gay de citas dominada por blancxs de mi universidad? ¿O había reconocido las huellas que dejé en la web que indicaban mi identidad de género (mujer) y etnia (china)? En cualquier caso, esos anuncios espeluznantes fueron algunas de las únicas referencias a la sexualidad de las mujeres asiáticas que encontré. Ni una sola mujer asiática fue citada en mis guías de estudios queer, o en la proyección de películas en el cine del campus donde yo trabajaba entonces. No fue hasta que solicité que la película coreana sobre lesbianas The Handmaiden sea proyectada que pude ser testigo de alguien de un origen étnico vagamente similar al mío teniendo una vida sexual. Mis amigas asiáticas AFAB (“assigned female at birth”= asignada mujer al nacer) a menudo hablaban sobre sus experiencias de deseo sexual, placer propio y conexión. Pero más allá de nuestras conversaciones, hubo una escasez de discurso y representación. ¿Éramos solo una categoría porno, un punchline?

Uno de los muchos anuncios que vi al navegar por la web en la universidad

En 2015, todo cambió para mí cuando una cantante y compositora japonésa-estadounidense vino a mi universidad para actuar. Se llamaba Mitski y estaba promocionando su segundo álbum, Bury Me At Makeout Creek. Apenas dos años después de SUNY Purchase, lanzó prolíficamente nueva música en un sello independiente y realizó giras sin parar. Canciones como “Liquid Smooth” (de Lush, 2012) me hicieron jadear de manera audible. Su voz clara y resonante cantaba descaradamente sobre alguien que no solo anhelaba, sino que pedía, ser tocado. Sus letras que convocan la energía sexual como un río furioso y un pico montañoso son un “fuck u” a los tropos agotadores sobre mujeres asiáticas exóticas y pasivas, estereotipos que perpetúan la violencia contra nosotras. Su música evoca no solo las posibilidades del placer sexual, sino también las profundidades del dolor sexual. También dentro de Lush está “Bag of Bones”, una pieza inquietante donde la protagonista se “deshace” y se “agota” después de una noche agitada. Si bien había otros señuelos temáticos para mí, como sus referencias a la muerte, la angustia milennial y el capitalismo, fueron sus letras sobre el sexo las que despertaron las partes más vergonzosas y ocultas de mi psique. Yo también quería ser enterrada en Makeout Creek.

Adam Driver con el disco Lush (2012) de la cuenta de memes de Twitter Adam Driver Holding Your Favourite Album.

La historia de los cuerpos de las mujeres asiáticas como objetos explotables y difamados crea un contexto para las ansiedades contemporáneas. Desde nociones míticas de vaginas apretadas o de costado hasta la fetichizante ‘fiebre amarilla’ en círculos de la alt-right y el vergonzoso mito del tráfico de huevos de jade que serían supuestamente de origen “chino antiguo”, gran parte de la cultura contemporánea sugeriría que en Asia la sexualidad de las mujeres está indisolublemente ligada a los legados de orientalismo y racismo, sin mencionar los valores patriarcales incrustados en algunas interpretaciones de la cultura asiática tradicional. Una proporción significativa de mujeres jóvenes asiático-americanas en la universidad cita “el mantenimiento de los valores culturales, familiares y religiosos y la armonía” como su razón principal para abstenerse de tener relaciones sexuales. Si bien esta es una decisión perfectamente razonable para un adulto joven, esto deja a las mujeres asiáticas interesadas en explorar su identidad sexual sin muchos puntos de referencia. Si articular su sexualidad es una afrenta a ser asiática, entonces, ¿dónde deja eso a las mujeres asiáticas que buscan placer más allá de ser invisibles o hiper-fetichizadas? Para mí, la música de Mitski ilumina una vía de escape.

Gwyneth Paltrow mintiendo a Jimmy Kimmel sobre los huevos de jade. Captura de pantalla del blog de la Dra. Jen Gunter.

Si bien la música de Mitski a menudo se confunde con un gesto autobiográfico, una suposición indudablemente generada por un prejuicio de género, Mitski realmente teje un intrincado elenco de personajes que escapan a las caracterizaciones tradicionales de las mujeres asiáticas como simples y agradables. Está la extenuante frontwoman de “Recuerda mi nombre” de Be The Cowboy, que le pide a su amante que “haga un poco de amor extra” que pueda “guardar para el show de mañana”. En el ardiente y malhumorado I Bet on Losing Dogs, la protagonista se lamenta de enamorarse de parejas inestables y vuelve a su imaginación sexual en busca de consuelo. Cuando se imagina a su amante mirándola a los ojos boca abajo cuando llega al clímax, se vislumbra brevemente un momento fugaz de satisfacción.

En la canción estridente y sucia de Townie, que Jia Tolentino describe como una historia de “aventura sexual”, la narradora sin aliento y audaz proclama audazmente que no seguirá las expectativas de su padre, sino los impulsos de su propio cuerpo. Quizás lo más icónico, en el video musical de “Your Best American Girl”, Mitski se besa con su propia mano en un traje rojo cereza mientras da testimonio de una despreocupada pareja blanca y heterosexual de hipsters chapando. No hay allí narraciones simplistas de dominación sexual o sumisión. Aquí tenemos una creadora en la cima de sus poderes que narra las complejas estructuras en que el sexo se cruza con el poder, la inseguridad y la respetabilidad. En otras palabras, ella nos muestra a las cosas tal como éstas son realmente.

El video musical de Mitski’s Your Best American Girl (2016) dirigido por Zia Anger.

Describiría mi vida amorosa en la universidad como tumultuosa en el mejor de los casos. Había esperado romance, intimidad y alegría. Lo que experimenté fue… algo completamente distinto. Pasé muchas noches de fin de semana angustiada envuelta en confusión y miedo. Además de no tener vocabulario para articular mis experiencias, también estaba demasiado avergonzada para hablarlo. Mis amigxs parecían inexplicablemente experimentadxs y “adelantadxs” en sus hazañas. Sin nadie más a quien recurrir, escuché a Mitski. Usando auriculares en la cama, acostada en la oscuridad. Los débiles sonidos de los grillos de Nueva Inglaterra se filtran en su inquietante voz. Con canciones que se rehúsan a expresar las experiencias corporales de anhelo, desesperación y éxtasis por medio de eufemismos, la música de Mitski me revivió de la presión de ser tokenizada y enajenada, conduciéndome hacia el control de mi cuerpo y el empoderamiento. Las líneas finales de “Townie” se duplican como mi mantra cada vez que me siento decepcionada con lo que veo en el espejo: “Voy a ser lo que mi cuerpo quiere que sea”. Algunos días, mi cuerpo quiere que sea una mujer fatal. La mayoría de los días, trato de esconder mis cicatrices del mundo y de las personas que me rodean. Todos los días, trato de escuchar lo que mi cuerpo me dice. Y todos los días escucho a Mitski.

Yo en mi segundo año, o lo que llamo mi año “Bury Me at Makeout Creek” (2015).

Sobre la autora:

Kaitlin (陳嘉賢) es dibujante y trabajadora cultural basada en Hong Kong. Actualmente se encuentra trabajando en una novela gráfica sobre la el ser queer, la amistad y lo que significa buscar una identidad por fuera de las categorías establecidas.

Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

En el año 1994, Rineke Dijkstra realiza una serie de tres fotografías llamada New Mothers
Read More
Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

GOSPEL FOR THE LIVING ONES

We began building mom's  home the day the bombings  began. First it was the smoke.  Later it arrived the fire...
Read More

Una interacción entre -mostrar y no mostrar

en la fotografía en color Highly carcinogenic blue asbestos waste on the Owendale Asbestos Mine tailings dump, near Postmasburg, Northern...
Read More
Una interacción entre -mostrar y no mostrar

Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Read More
Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

Machine Gun Confusion

The shapes are that of two people. They do each have a soul, But it’s hard for them to remember...
Read More

Brand New Heaven

I tried to accept everything, so that I could come to Heaven. But when I got there, Heaven was closed...
Read More
Brand New Heaven

Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages.  ISBN: 9780520220713 Traducción...
Read More
Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

I Can Only Wonder

If we are always foreigners when one  of us walks across the Pont de Sully [what is then foreigner?]  I...
Read More
I Can Only Wonder

Before Lockdown

Cuando cruzar un puente al aire libre era parte de la normalidad (autoetnografía) "Y el tiempo dirá si al final...
Read More
Before Lockdown

Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Una claustrofóbica en prisión y una gemela con un hermano igual,             de otro país. Una llamada por cobrar ya pagada. ...
Read More
Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Destination Unknown

We will meet directly at the airport or downtown. We’ll see each other and we’ll pause for a second. Should we hug? Yes. Probably. I won’t linger too much even though I want to. We won’t kiss. You’ll ask me whether you can help me with my baggage. 

That’s alright. I just have one bag. Also, I don’t feel very comfortable with people carrying my stuff. 

Feminism, you’ll say.

Yeah, right. 

We’ll get in the car or we’ll take the city bus or the train. We’ll share the awkward silence, which, if you think about it, isn’t really awkward. It is just accumulated tension. An acknowledgement of longing, if you wish. 

I’m happy you agreed to meet me. 

You’ll smile.

You’ll try to be funny. I’ll try to be funny. 

Exaggerated language and forced laughs. Let’s skip the funny parts. It’s better to leave the silence to take over. Neither of us will say what we want to, anyway. And even if we’d do, it will not capture it. We’d feel like losers. We’ll use discrete touches to cover up the shame of not being able to articulate. 

We understand each other better when we don’t speak. 

Then, we’ll reach the place. We’ll enter an empty room. Comments on the furniture. The awkward silence creeps in again. This time, it’s the pause in between words.

I smile. You smile.

Are we smiling for the same reason?

There’s room for a joke here, but we’ll refrain from it. 

Alright then. I’ll take a shower. 

Can I join? 

I can’t stop you, can I?

We both want silence, but neither of us can’t seem to stop talking. We need the words to cover up the spaces. To distract us from what we’re most afraid of.

Tea? 

Yes, please. 


Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

En el año 1994, Rineke Dijkstra realiza una serie de tres fotografías llamada New Mothers
Read More
Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

GOSPEL FOR THE LIVING ONES

We began building mom's  home the day the bombings  began. First it was the smoke.  Later it arrived the fire...
Read More

Una interacción entre -mostrar y no mostrar

en la fotografía en color Highly carcinogenic blue asbestos waste on the Owendale Asbestos Mine tailings dump, near Postmasburg, Northern...
Read More
Una interacción entre -mostrar y no mostrar

Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Read More
Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

Machine Gun Confusion

The shapes are that of two people. They do each have a soul, But it’s hard for them to remember...
Read More

Brand New Heaven

I tried to accept everything, so that I could come to Heaven. But when I got there, Heaven was closed...
Read More
Brand New Heaven

Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages.  ISBN: 9780520220713 Traducción...
Read More
Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

I Can Only Wonder

If we are always foreigners when one  of us walks across the Pont de Sully [what is then foreigner?]  I...
Read More
I Can Only Wonder

Before Lockdown

Cuando cruzar un puente al aire libre era parte de la normalidad (autoetnografía) "Y el tiempo dirá si al final...
Read More
Before Lockdown

Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Una claustrofóbica en prisión y una gemela con un hermano igual,             de otro país. Una llamada por cobrar ya pagada. ...
Read More
Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

agamben amanda vox art brassier Cenzontle chicana collage comix Comprensión corona coronavirus COVID COVID-19 derrida Dtundtuncan feminism film Fortaleza glitch gundam indonesia japan Japanese lockdown meillasoux meme memes mujer Nepantla nepantlera noise philosophy poetry politics post post-digital postdigital punk queer rodin social distancing Soledad video virus zine

Real Words

by Carla Agoras

Everyone knows how it feels to lack the words to express the joy or the sorrow or the love.


Where are the words?

There are no words.

There is no word that wouldn’t trivialise the beauty, and the sorrow, and the stillness, and the hope. So you retreat in silence, this grandiose mistress of everything that cannot be expressed.


Where are the words?

I have no words.

So we sit in silence and the silence sits in us.

Maybe we’ll talk later about it, but the language will fail us. And the impossibility of articulation will be the ultimate validation of realness.

It was real because I can’t express it, I’ll say to my children.

Don’t worry, sweetheart. The other children don’t have to understand.
But mom, what happens when there are too many words? When there’s a cluster of unfinished words bursting their way into a sentence that will never make sense?

Because you intuit the words, doesn’t mean you know the words.
How could one even make up their mind?


Bow, break down, buckle, capitulate, cave in, cease, give in, give away, go down, pass away, perish, quit, wilt, yield.
Collapse?


Maybe… I’m not a native speaker, you see… never was, never will be.
Is it still real if you have all the words but you just can’t decide?
I’m afraid not.

Superficies de placer: espacios de sociabilidad y legitimación

por Alan Ojeda

“Ser” necesariamente indica una relación con el espacio. Todo grupo social encuentra o genera un espacio de pertenencia, socialización e intercambio. Crear estos espacios implica de forma paralela “crear-se”. Como señala Adrián Melo en El amor de los muchachos: Las ficciones son figuras, imágenes o ideas –por lo tanto abstracciones no reales- y la literatura es un lugar privilegiado tanto para la manifestación de esas realidades colectivas como para su nacimiento” (Melo, 2005:10). Es por eso que la literatura, como espacio privilegiado para analizar la construcción de nuevas “estructuras de sentimiento”, nos permitirá, en un recorrido a través de las novelas Queer de William Burrough, La ciudad y el pilar de sal de Gore Vidal y Dancer from the dance de Andrew Holleran, dar cuenta de la modificación de la relación de una comunidad con el espacio que habita.

En la historia de la cultura homosexual el desarrollo de un espacio de encuentro y socialización ha sido, en gran parte, la propia historia del movimiento y de su legitimación frente a la sociedad: no hay lucha sin terreno. Es posible distinguir una serie de etapas en la formación de una cultura gay que se desarrolla desde la interioridad la experiencia del ámbito privado, hasta el esbozo de una vida anti-burguesa en la construcción de una identidad en movimiento, la utopía móvil. Cabe señalar que, como bien remarca Melo: “Los libros y las películas son parte de la vida de las personas y se aprende en ellos cosas de la vida” (Ídem: 14). Es decir, como diría Oscar Wilde, “la vida imita al arte”, por lo que también será importante su análisis como potencia para la organización de nuevas formas-de-vida.

La literatura, como posibilidad de representar no la realidad sino un estado de la imaginación, ha sido uno de esos lugares donde se ha planteado la temática de los “espacios” en relación a una identidad gay en construcción. En The City and the Pillar de Gore Vidal, Queer de William de Burroughs y The dancer from the dance de Andrew Holleran es posible encontrar la evolución histórica de la relación entre los lugares de tránsito y socialización, y la legitimación de una cultura gay, poniendo como punto de inflexión la revuelta de Stonewall-in, que sentó los precedentes para una nueva forma de organización espacial de la sexualidad.

The City and the Pillar

En The City and the Pillar de 1946 es posible observar la representación de un “territorio ajeno”, una alienación espacial de los lugares de socialización públicos. El bar aun es un espacio difuso, donde la posibilidad de entablar una relación con un par o alguien con quien tener sexo implica un trabajo hermenéutico. No es inocente que la breve aventura amorosa entre Jim y Bob se concrete en una cabaña alejada, en el cobijo de la noche (Vidal, 1997: 49-50). El gay se ve obligado a leer el lenguaje corporal o el código de vestimenta para poder iniciar un intento comunicación efectivo, ya que el bar es un lugar institucionalizado como punto de encuentro para heterosexuales y aún no hay ningún espacio público de pertenencia que permita otra expresión sexual. Frente al riesgo de “equivocarse” y “ser descubierto” se genera la obligación de realizar una performance, de estar en pose. Aun habiendo encontrado a un par, no hay exteriorización, la comunicación se mantiene al nivel de la sugerencia, lo implícito, lo tácito.

Ante esta situación de identidad velada, sólo existe la posibilidad de actuar como un doble-agente, como si fuera una película policial. Estar ahí significa no-estar-siendo, en tanto sea imposible ejercer la sexualidad libremente. El no encontrarse “ahí afuera” invita a una reacción de interiorización, la relación se lleva al ámbito privado. El único lugar donde se vuelve posible una experiencia relativamente libre de la sexualidad es en el que ofrezca la seguridad de salvaguardar la identidad. “Relativamente libre” significa que aún está condicionada, es decir que ésta tensión entre público y privado genera una contraposición obvia de secreto-aceptación. Se vuelve imposible el vivir una vida plena mientras el afuera, enorme y coercitivo, plantea una relación de negación y resistencia frente a la diferencia.

Esta tensión entre el afuera y el adentro puede observarse en la relación entre Jim y Shaw, el famoso actor cuya sexualidad es un secreto a voces. Si bien corren los rumores sobre la sexualidad de Shaw, todo se reduce al contacto privado, a las fiestas en la mansión. A su vez, esta relación con el ámbito privado del hogar generalmente supone una reduplicación de los valores burgueses de la pareja. La constitución de la relación sigue siendo bajo cierto aspecto de lo femenino-masculino, con valores como la monogamia y la fidelidad.

La imposibilidad de una nueva experiencia con el espacio que los rodea impide la concepción de otros tipos de socialización y relación. La vida en el hogar es una experiencia a partir de lo ya dado, de una herencia cultural que no es propia, pero que a su vez, aun asumiendo esos valores, es imposible de exteriorizar por la hetero-normatividad imperante. En consecuencia, toda sexualidad ejercida fuera del ámbito privado y de los valores burgueses se transforma automáticamente en prostibularia.

Queer

Frente a esta experiencia urbana de la novela de Gore Vidal, William Burroughs ofrece la representación de un doble espacio: la frontera y el gay-bar. Queer, escrita entre 1951 y 1953 pero publicad recién en 1985, es una experiencia fuera del territorio nacional, y no solo eso, es también la experiencia en un territorio donde las leyes que rigen la organización social son inestables. Incluso es posible suponer que es un espacio de creación de leyes continuo, ya que la falta de una regulación explícita propone la ley del más fuerte.

El extranjero, como lugar, es siempre una nueva posibilidad de experimentar la sexualidad bajo nuevas leyes, nuevas cosmovisiones, pero también es el auto-exilio (como también es posible observar en El cuarto de Giovanni de James Baldwin). Lee vive explícitamente su sexualidad e incluso puede identificar donde buscar sexo y quienes son los homosexuales del lugar. Lee traslada las relaciones políticas y sociales de las relaciones entre Estados Unidos y México a su experiencia sexual con Allerton, que rápidamente se vuelve colonial y mercantil. Lee ejerce poder sobre Allerton a través de su dinero. No hay otra ley, no hay contexto social que imponga, regule o sugiera otro tipo de relación que no sea la del poder. Tener dinero, en un terreno salvaje como la Ciudad de México, significa poder imponer leyes, pero ésta relación colonial tiene sus costos. Es imposible mantener la de forma duradera. Al no haber condición de igualdad, Lee se ve frente al dilema de pretender una relación real pero bajo un contrato. Nuevamente el espacio donde se ejerce la sexualidad, condiciona las formas de la misma.

Lo que se encuentra en México es una proto-comunidad colonialista. Están unidos, más que por su sexualidad, por su condición de exiliados. No exiliados en Europa, donde la organización social permite una relación de pares, sino en un país “salvaje”. La inexistencia de una verdadera organización social de la comunidad homosexual, en este caso, supone la imposibilidad de un ordenamiento, de una construcción. Si bien el bar aparece como punto de encuentro, no es tanto por resultado de una militancia o una construcción como de la anomia territorial.

Aun salvando las diferencias, el bar mexicano permite ver un adelanto de lo que será después el gay-bar norteamericano. La situación de haunting, en su variante no mercantil, se transformará en la figura central de los meetings o fiestas. Los bares no tienen, en ningún momento, una función puramente social o lúdica, sino que son el espacio de búsqueda sexual. La imposibilidad de un encuentro público sin caer en la equivocación de encarar a un heterosexual genera que los puntos de reunión aglutinen varias funciones sociales: lugar de reunión y comunicación, lugar de identificación y de encuentro sexual.

Los disturbios de Stonewall-inn suponen un punto de inflexión en la forma de organización y legitimación de los espacios de la comunidad gay. Presa del limbo legal que suponía estar entre las manos de la mafia y de una policía, quienes concurrían al bar se vieron obligados a dar un paso adelante. Como diría Camus en El hombre rebelde, un hombre que dice que no, es alguien que también está afirmando desde el primer paso.

Stonewall-inn ya era un espacio de encuentro totalmente constituido: sus propias reglas, su propia clientela. Con límites marcados, con una identidad marcada, perder el espacio significaba perder también una porción de libertad y legitimidad ganada. La defensa de Stonewall es el ejemplo de como la construcción de espacios es paralela a la de identidades. La creación de la diferencia, de un nuevo lugar donde poder “ser”, donde poder hacer la vida más vivible, aunque sea por un periodo de tiempo determinado, es la respuesta revolucionaria de una identidad que se afirma negando la coerción social del status quo. Como señala Donal Webster Cory en El homosexual en Norteamérica:

[…] la sociedad hace cuánto puede para destrozar a esas personas, para obligarles a vivir de un modo reprensible, para cerrarles las puertas que conducen a mejores condiciones de vida, y después alega que los caminos de la perdición que se han visto forzados a seguir, como justificación de su hostilidad contra ellas (Cory, 1969: 61)

La defensa de un espacio es el paso a seguir después del comming-out o incluso es su faceta definitiva: yo soy y este es mi lugar, perderlo es morir.

The Dancer from the Dance

Por último, The Dancer from the Dance es el despliegue de un devenir constituido. En contraposición a los valores burgueses de hogar y familia, la comunidad gay de New York contrapone una vida en movimiento. ¿Cómo distinguir al bailarín de la danza? La ciudad entera se transforma en una superficie de exploración. Southerland, el rey de la noche, declara en una conversación con Malone, joven recientemente iniciado en la vida nocturna gay de la ciudad, lo que podría ser el manifiesto que explique el porqué del estilo de vida fugaz:

¿Qué incentivos, podemos preguntarnos legítimamente, conserva la vida para nosotros? ¿En favor de qué levantarse de la cama? ¿De esa fatigosa noria de divertidas insinceridades? ¿De esta inmunda sociedad burguesa que los aristotélicos nos impusieron? No, todavía tenemos la opción de vivir como dioses, como poetas. Lo cual nos lleva al baile. Si, -afirmó volviéndose hacia Malone- eso es lo único que queda cuando el amor desaparece: el baile. (Holleran, 1981: 98)

La caída del amor no es otra cosa que la caída del amor burgués. Frente a la estabilidad y el anquilosamiento se propone la vida en movimiento, el sexo sin compromisos. El dinero no tiene otro valor que el del intercambio, no hay nada más importante que la imagen y el disfraz. El nuevo paradigma dice intensidad antes que estabilidad y duración. La superficialidad de las relaciones, de la vida sin trascendencia transforma al hombre en un manojo de pólvora. Los resultados de esta vida pueden verse cuando la novela remarca como aquellos que llegan a viejos viven en barrios marginales, sin un centavo y sin la belleza de su juventud. Vivir es transformarse en una onda expansiva que al mermar sus fuerzas quedará estancada en los márgenes de la ciudad y de la vida misma.

Malone, por el contrario, muestra a la persona nostálgica del amor como experiencia trascendental. Southerland ya es un flaneur de Nueva York, que busca vergas grandes y experiencias en baños o parques, pero Malone se siente presa del vacío. Alguna vez creyó que otro tipo de amor era posible. Repitiendo la misma secuencia mencionada en anteriormente, la casa aparece como ese espacio reservado para la intimidad y la pareja tradicional. Malone sueña con una casa blanca, con hijos, con una pareja, sin embargo haber vivido la vorágine de la ciudad lo pone en un dilema. Cómo amar si ya ha sido corrompido por la vida sin futuro, por el día a día de las relaciones sin compromiso, en las que siquiera el dinero tiene un gran valor. No se vive para ser rico ni para ahorrar, solo funciona como combustible para sostener la intensidad del estilo de vida.

En Dancer from the Dance ya existe una convivencia de espacios entre heterosexuales y homosexuales, pero la línea divisoria esta signada por una cuestión cronológica. Mientras los demás duermen, ellos toman las calles, los parques, las discotecas, las mansiones. El baile se transforma en una metáfora de la vida, un desplazamiento sobre la superficie a un ritmo determinado. La música non-stop motiva al fluir del movimiento, donde las parejas bailan, se tocan y se intercambian sin siquiera cruzarse una palabra.

El espacio de la discoteca establece una nueva relación de los cuerpos. Explicita la fisicalidad de las relaciones homosexuales, pone en juego la estética, el brillo, el show. Bailar, moverse bien en la pista es un valor supremo, no por el simple hecho de bailar en sí mismo, sino por lo que eso significa a nivel de las relaciones. Un bailarín está cómodo con su cuerpo, fluye, es dinámico y está rodeado de la mística del encantamiento sin pronunciar ni una sola palabra. Las drogas sólo son una forma más de renunciar a la razón para poner en su lugar a la sensibilidad, literalmente, a flor de piel. Como la conversación que el narrador oye en una librería: “Pero el intelecto no te puede ofrecer ninguna razón para vivir –arguyó su compañero-. Eso ha de salir del corazón. No hay razón que justifique per se la vida. La gente actúa movida por el corazón, no por el cerebro. No hay razón para vivir”.

Los bailarines son actores de teatro de improvisación, actúan sin guion, se desplazan en un escenario que es la ciudad entera. Como si fuera alquimia, equivalencia de intercambio, sacrificar trascendencia por superficie pone el reloj a correr. Vivir, encontrar una identidad, defenderla, ganar un terreno supone, de la manera que sea, poner la vida en juego. La ciudad, con su ritmo nocturno incansable, se alimenta de sus visitantes para mantenerse viva. Conquistarla es abandonar toda fe de un amor eterno. Entrar en su ritmo, sin las concesiones de la moral hogareña burguesa, es verse enfrentado a los ojos de Baudelaire cuando la fugacidad le arrebató el amor en el poema “A una pasante”.

Bibliografía

-Burroughs, William, Queer, Barcelona, Anagrama, 2002

Holleran, Andrew, El danzarín y la danza, Barcelona, Argos Vergara, 1981.

-Melo, Adrián. El amor de los muchachos: homosexualidad & literatura. Buenos Aires, Ediciones LEA, 2005.

-Vidal, Gore, La ciudad y el pilar de sal, España, Grijalbo Mondadori, 1997.

-Webster Cory, Donald. El homosexual en Norteamérica. México, Compañía General de Editores, 1969.

Sobre el autor:

Alan Ojeda (1991) Cursó el CBC en el 2009. Es Licenciado en Letras (UBA), Técnico superior en periodismo (TEA) y se encuentra cursando la maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Tres de Febrero. Es docente de escuela media, periodista e investigador. Coordinó los ciclos de poesía y música Noche Equis y miniMOOG, y condujo el programa de radio Área MOOG (https://web.facebook.com/area.moog); colabora con los portales Artezeta (www.artezeta.com.ar), Labrockenface (www.labrokenface.com), Danzería (www.danzería.com), Kunst (http://revistakunst.com) y Lembra (http://revistalembra.com). Es editor de Código y Frontera. Publicó los poemarios Ciudad Límite (Llantodemudo 2014), El señor de la guerra (Athanor 2016) y Devociones (Zindo&Gafuri 2017). Actualmente se encuentra realizando investigaciones sobre literatura y esoterismo.

¿Quiénes somos? (En tiempos de cuarentena)

por Bruno Hidalgo

En los días que corren nos vemos expuestos a situaciones relacionadas con el habitar: Habitar nuestras casas, nuestras familias, nuestras soledades, nuestras problemáticas tanto externas como internas. Hay quienes tienen más o menos posibilidades de estar tranquilxs y quienes lo logran son, ciertamente, privilegiadxs. Es una buena “suerte”. Ahora, quienes no logran estar tranquilxs, por el motivo que sea, se enfrentan a un desafío (o varios). Desde donde yo puedo ver las cosas, la mayor exposición que se da (y la que más conflictos despierta) es ante unx mismx. 

Estar expuestx ante unx mismx es altamente revelador, ciertamente complejo y, en muchos casos, algo que genera un rechazo enorme. Verse ante la posibilidad de estar con unx y sus problemas, conflictos, singularidades en una situación así, de aislamiento, de cuarentena, sin poder frecuentar los círculos sociales, ni tener los escapes periódicos de la realidad de la rutina diaria, sin poder solucionar en muchos casos problemas de origen económico y derivados, expuestxs a la propia psique, despojadxs del vicio de la rutina que nos evade constantemente de la propia presencia/ausencia, puede llevarnos al límite. Muchas personas sufren de ansiedad, depresión, paranoia, miedo… 

El desarrollo de la sociedad capitalista actual y sus prácticas consumistas industrio-comerciales, de la psicología del marketing, del goce del entretenimiento vacío, nos ha llevado a que la exposición a la propia condición individual de humano desalojado del sentido práctico cotidiano para la maquinaria capitalista, ausente de espiritualidad auténtica y despojado del sentido de conexión con la naturaleza le produzca (a cualquier individux proveniente de cualquier estrato social) un rechazo extremo. De repente se ven ante el espejo de lo cotidiano conviviendo con la propia presencia bajo los dominios hogareños, pasando la mayor parte de su tiempo en la sencillez de ser quien se es en casa, con familia (quien tiene la suerte de convivir con su familia en éste momento de la actualidad corre con la suerte de estar contenido, sea el caso que la calidad de las relaciones familiares sea buena) o en soledad y no sabiendo cómo desarrollarse dentro de esa condición, puesto que sin la máscara de la rutina social, entonces queda lo que nadie parece querer admitir y que resuena con una pregunta tan difícil de contestar como de formular porque para llegar a ella hay que dar varios pasos en la dirección contraria al espejo de la sociedad, en dirección hacia lo desconocido que es la condición/naturaleza del individux humanx, el significado de ser quien se es por el hecho de serlo y nada más (Naturaleza negada por las religiones monoteístas reinantes, por el exceso de racionalidad del estadío capitalista patriarcal, abrazada por las culturas precolombinas, de la américa “india” y visionada por la vasta introspección de la filosofía oriental). Quién por éstos días se ha estado preguntando “¿quién soy?” se ha alejado un poco del sentido socio-cultural de la máquinaria capitalista y se ha acercado un poco más a su propia condición/naturaleza.


featured image by lisafotios

Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

En el año 1994, Rineke Dijkstra realiza una serie de tres fotografías llamada New Mothers
Read More
Mirar la maternidad a través de las fotografías de la serie New Mothers de Rineke Dijkstra

GOSPEL FOR THE LIVING ONES

We began building mom's  home the day the bombings  began. First it was the smoke.  Later it arrived the fire...
Read More

Una interacción entre -mostrar y no mostrar

en la fotografía en color Highly carcinogenic blue asbestos waste on the Owendale Asbestos Mine tailings dump, near Postmasburg, Northern...
Read More
Una interacción entre -mostrar y no mostrar

Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

The role of photography in the construction of identity. An encounter between observing and being observed; detailed colored large-scaled depictions...
Read More
Rineke Dijkstra. The encounter between the photographer, the sitters and the viewer in the Beach Portrait Series.

Machine Gun Confusion

The shapes are that of two people. They do each have a soul, But it’s hard for them to remember...
Read More

Brand New Heaven

I tried to accept everything, so that I could come to Heaven. But when I got there, Heaven was closed...
Read More
Brand New Heaven

Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

Maneuvers: The International Politics of Militarizing Women's Lives Cynthia Enloe University of California Press, 2000, 437 pages.  ISBN: 9780520220713 Traducción...
Read More
Maniobras: las políticas internacionales que militarizan las vidas de las mujeres

I Can Only Wonder

If we are always foreigners when one  of us walks across the Pont de Sully [what is then foreigner?]  I...
Read More
I Can Only Wonder

Before Lockdown

Cuando cruzar un puente al aire libre era parte de la normalidad (autoetnografía) "Y el tiempo dirá si al final...
Read More
Before Lockdown

Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

Una claustrofóbica en prisión y una gemela con un hermano igual,             de otro país. Una llamada por cobrar ya pagada. ...
Read More
Reseña poetizada de “Le Pont du Nord”, Jacques Rivette

The night kiosk/ Romanian scenery 4

A night kiosk is an essential part of any self-respecting society. Everybody has experienced the late-night urges to buy a pack of cigarettes, a bottle of beer, or some snacks. Where I live now, kiosks are non-existent and it bothers me more than most things do. Where I lived the better part of my life however – yes, that transylvanian generic town from my other stories – was abundant in kiosks. Most of them were modular boxes of metal with some old, cheap, washed-down signs. They were, and still are, almost exclusively locate at some street corner, or any other corner. For this reason most of us used to call them corner-kiosks. My story is about one if these corner-kiosks.

Like many of the memorable events – weird events – in my life this one also involves the presence of my cousin. This story is however also the perfect ocasion to introduce a new character, Kiki. He is the kind of person that has no well defined characteristics. You can look at him and be utterly confused about his nationality, his music preferences, his intelectual interests, his fitness, his age, and so on. Kiki does have a particular attribute though, one that nobody else shares. He can imitate to perfection the sound that wales make, although he never saw or heard a wale. It all came from his ontological flexibility, his ability to navigate the different forms of life.

Well Kiki and my cousin – who both lived in a non-generic, beautiful and vibrant transylvanian city – came to visit me in my hometown. It was a special event, a big graduation party for my highschool. Such parties were usually the excuse to go to clubs in big, enormous herds and pretend to be social. The parties were not restricted to high-schoolers. Everybody was welcome. The tradition was to start drinking at home, get a bit tipsy and then head for the club. On the way to the club people continued to get tipsy so that they don’t consume anything in the actual club – we were all poor.

Me, my cousin, and Kiki are men of tradition. We started drinking a few beers at my place, telling dumb jokes, and listening to wale sounds. Another distinct quality of Kiki was that he was the first one of us to read Kant. So most nights out were about Kiki’s obsession with Kant. Me and my cousin normally reacted violently to his speeches about phenomena and things in themselves. The night in question was no exception. After getting bored about Kant we decided to head for the club. Keeping with tradition we decided to buy a bottle of wine on the road.

I led my two guests to a corner kiosk near the Italian Quarter. No Italians actually lived there, but the Romanian collective imaginary associated all illegal activities with the general concept of mafia. The Italian Quarter was thus a region of my hometown in which law accepted all kind of variations.

It was just passed midnight. As we approached the kiosk we see two men posted at the small, metal entrance, leaning against the instable walls of the kiosk, smoking. This was an odd sight. Kiosks are normally not guarded by big, intimidating men. They are usually managed by some bored neighbourhood lady. We payed little attention to this peculiar detail. We were tipsy on beers, wale sounds, and Kant. We were also young and stupid.

As we get closer, one of the two men turns his head towards the door of the kiosk, looks inside and says to the person inside:

“somebody is coming!”

“tell them it’s closed”, a voice says from inside.

He conforms and tells us:

“It’s closed”

We were young and stupid and wanted our bottle of wine.

“No it’s not, there’s somebody inside” one of us says, while we try to push our way in together.

“Don’t let them in!” the voice from inside says in a quite authoritative manner.

The two men try to block the entrance and we try to shove our bodies inside. My cousin made use of his imposing belly and pushed one of them out of the way. A general push and shove ensues in which none of us actually knew what was happening. There was no actual violence, just visible confusion and a weird caroussel of bodies in the night, at a street corner-kiosk. Our movements were completely enthropic and resembled a kind of ritualic dance. Kiki might have made a few wale noises, I can’t remember exactly.

“What the hell do you want?” the angry voice from inside screams in a desperate attempt to stop the whole spectacle.

“A bottle of wine”

“Here!!” The voices suddenly grows an arm that extends itself outside of the kiosk to hand us the desired bottle.

“How much?” we ask.

The two men outside and the voice inside collapse in a short, but excrutiating moment of despair. They look at each other in silence and birth gestures of lack of knowledge and orientation. Out of this formless state of communication, the voice inside – who was obviously the boss at this point – exclaims in a blissful and spontanous discovery of mercantile value:

“2 lei! (that’s about 50 cents)”

We gladly pay and go on our way. We were walking on a pedestrian bridge connecting the formerly industrial neighbourhood where I lived to the old center. The bridge was relatively new – about 30 years old. It was built after the old bridge collapsed during a flood. The concrete remains of the old bridge were still visible under the new, metal bridge. At the and of the bridge lied an abandoned factory, populated by street dogs that were already howling anticipating our arrival.

The factory was not visible from the bridge though. The only sight available to our alcohool imbued eyes were the towers of the old town engulfed in a warm light. The outskirts of the old town were covered in shadow, betraying nevertheless the brutal shapes of old factories. After about ten minutes and a few sips of wine, with the old town in the near horizon and the old industrial guardians in shadows, one of us asks:

“how much does this wine normally cost?”

“about 20 lei” another answers.

We look at each other and replay the whole scenario in our minds. We somehow knew that something was weird, but none of us could figure it out.

“Was that a robbery?” My cousin asks. “Did we buy wine from robbers?”

“Who cares, it was cheap” concludes Kiki.

The drunk: Romanian scenery 1

bar, romanian, drunk

The scenery, the drunk, the conflict, the ambulance, and the absurd: a tale about social interaction and mischievieous flirtation.

I was walking through my small romanian hometown with my mexican wife (she also writes on nepantla). I was feeling quite proud that she cherishes the aesthetical similarities between our geographically and historically distant cultures. There is nothing objectively special about my hometown. It is a generic transylvanian town: a mix between old sachson architecture, communist brutalism, and old abandoned factories. I won’t waste too much time describing it.

We were walking on the street that leads to the train station. It’s a small street, with small buildings. On each side of the street there are small businnesses. On the left there’s a betting place with tinted windows – for some reason all such ‘casinos’ are forced by law to have tinted or covered up windows. The betting place is flanked by small shops. On the right side – where we were walking – there’s a small bar with a small terrace, followed by a store that sells everything imaginable. The store is followed by another bar with no terrace which is followed by a pet store. Now keep in mind that the bars I am talking about are no fancy establishments. They are the tipical cheap bars that invite alcoholism.

The drunk

In front of the second bar, outside on the pavewalk layed a man, unconscious. Inquisitive and a bit worried we go to see what has happened. He isn’t responding. He is dressed all in black and is full of dust. His pants are covered in urine – his own I hope. The smell of alcohol was strong. We looked at each other and wondered what to do. Nobody else in the vicinity seemed worried. I walk in the bar and say to the bartender:

“There’s a man passed out on the street”

No response. They just starred at me in confusion and irritation. By the door was an old man that seemed annoyed at me. It seemed as if I was intruding the monotony of alcohol with my concern. Nevertheless, I insist.

“Do you know him?”

Again, no response. No change in the general tone of their stare.

“Should I call an ambulance?”

I ask in a last attempt to communicate. Suddenly all are engulfed by enthusiasm.

“Yes! Yes you should!”

Shouts the bartender. Even the old man by the door seemed friendlier. I walk outside and call 112 (the emergency number in the EU). They answer and start questioning me about the whole situation. I explain the general context. Then the crucial question pops up.

“Is he responding?”

“No”, i said.

“Have you tried shaking him and wake him up?”

“No”, i said again.

“Well do that! you need to ask him if he wants to be taken to the hospital. If he doesn’t we are not allowed to take him.”

The conflict

At this point a conflict arises in me. I want to help him but I also don’t want to touch him – please remeber that he was covered in urine. Faced with this dilemma I was stuck. I froze. Luckily for me, and unfortunately for the drunk, an aquaintace of him shows up. This moment in time is crucial. The aquaintace doesn’t appear as people normally do. Insted he sweeps in like a tornado, grabing the man by his hair and beginning to slap his face repeatedly.

His slaps felt and seemed like a well coordinated exchange of serves at a Grand Slam. The drunk’s head moved accordingly. He didn’t say anything, he just slapped him. We reacted and tried to help him – while talking on the phone. But before anything else could further develop, the drunk regained consiousness. The slaps had woken him up. Now, he didn’t wake up friendly, but in a general state of confusion and anger addressed at the slapping hand. However, due to his confusion he didn’t actually know who was slapping him. Accordingly, he started to look around and identify a cause of his misery. In this brief moment he glanced upon my wife.

Completely enraveled by her he suddenly forgets the slaps – even though the slaps didn’t forget him – and he smiles and winks. He winks at my wife in the most flirtatious manner possible – all while being slapped, covered in urine, and in a semi-coma state.

The ambulance and the absurd

At this point I step in and chase the slapper away. The drunken man shouts a series of deeply insulting words to assert the glory of his survival. I ask him:

“Do you want to go to the hospital?”

He mumbles yes and fades out. The emergency operator sends an ambulance and tells me I have to stay at the scene until the ambulance arrives.

At this point in the story, the people around me start to shout unexpected things:

“You shouldn’t have called the ambulance!”

“He does this at least once a week”

“What a waste of gasoline” (for the ambulance).

……

I start to shout back at them in a really awkward manner, trying to tell them how inhumane they are. It had no efect. In the meantime however the ambulance arrives and I feel relieved. What a mistake that feeling was!

The doctor asks aggressively:

“Who called us?”

“I did”, I respond.

He looks at me with a disgust so powerful I could feel the stench of his inner vomit.

“Was that wrong?” I ask.

“You’re free to go” he tells me, without further explanation.

The drunk was being scoldered by the intervention team, that seemed to know him quite well. While he was being hoisted up in the ambulance he looked at us again and smiled. Then, in a last show of force and resiliation, he winks again at my wife.

Fliegende Würmer

Wenn es regnet und die Erde überschwemmt ist, dann springen die Würmer heraus. Sie schweben und werden wie fliegende Fische aus ihren finsteren Lokalen herausgezwungen zum Licht.

würmer, jünger, fliegende fische

Dieser Wechsel der Mittel hatte etwas ungemein Erheiterndes.

E. Jünger

Sie genießen es null. Man kann wohl beobachten, wie dieses Medium-Wechsel sie nicht erfreut, sondern erschüttert.  Sie krümmen sich vor dem Licht: Lichtangst umzingelt sie. Licht ist auch Gift, giftiges Licht, dessen Strahlung unterirdische Wesen tötet.

So andersartig dennoch sind wir. Das Dunkle ist für sie Leben, für uns, Tod. Sie werden unter dem freien Himmel mit Luft begraben und wir, Menschen, schämen uns dermaßen vor unseren Leichen, dass wir sie unter die Erden hereinschleichen. 

Nicht Luft und Licht sondern Erde und Finsternis salben unsere Seelen ein. Ach! Und auch lebendige Würmer salben uns ein! 

Das Licht soll ja für die Lebendige eingespart werden. Als ob es nicht genug Licht gäbe… 

Die Natur ist so verdammt sparsam, beinahe narzisstisch. Alles stirbt, während sie in ihrer Selbstsüchtigkeit ewig und gelangweilt alles-fressend verweilt, einsam wie die N/Macht. Die N/Macht ist langfristig all-ein; und die Natur… tja…sie gibt nur den Anschein, selbstlos zu sein, damit wir es nicht spüren, dass sie uns ausnutzt. 

Los payasos

los payasos, reir, llorando

Los payasos han salido de las cortes, de los palacios, de las carpas o de los grandes teatros o circos para instalarse en el arte

Colombina, la novia de Arlequín, compartía el escenario con Polichinela, Truffaldino, Escapín, Matamoros y Brighella, la servidumbre o “zanni” en las representaciones de la Comedia del Arte italiana. Existen registros de personajes bufos en las culturas egipcia, china o griega, que entretenían a los altos dignatarios. Personajes alegres y tristes al mismo tiempo, caras sonrientes pintadas a fuerza de maquillaje en los diversos rostros de lo humano.

Pierrot gusta del vestido amplio, es enamoradizo y tímido, es casi un poeta que mira a la luna con su rostro empolvado. Arlequín lleva máscara, es ágil y vigoroso, aventurero, le gusta el día y prefiere los amplios vestidos estampados de rombos.

Los espectadores hemos visto a los payasos augustos, con su nariz roja, un estallido de colores, el pelo como explosión de las ideas chuscas. Hemos tratado de entender al payaso de rostro blanco, un orgulloso Pierrot que dicta las leyes del escenario. Ahí vive también el contraugusto, parecido a un ser de otra dimensión que no entiende nada de este mundo y que se asoma a él con la esperanza de comprenderlo, o de que lo comprendan los humanos.       

Los payasos han salido de las cortes, de los palacios, de las carpas o de los grandes teatros o circos para instalarse en el arte.

Moliere en El misántropo, enfrenta a Alceste con Filinto, una nueva aventura de Pierrot y Arlequín. Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd son las versiones cinematográficas, la risa loca que recobra y hereda para el cine silente una tradición de siglos.

El mimo, primo del payaso, expresa en el silencio la profundidad del mundo. No necesita la palabra, le es suficiente el gesto, el silencio, el azoro, el asombro.

Los payasos nos miran divertidos; saben que la verdadera comedia está en el espejo en el que se miran. La risa es una expresión de la cultura. Porque, como nos explicó muy bien Juan de Dios Peza en su famoso poema: “El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto y también a llorar con carcajadas”.    

El Beso

beso, maternal

“En Hollywood te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma”

M. Monroe

“Osculum”, “suavium”, son palabras del latín para denominar el contacto labial entre dos seres. Dos bocas que se juntan, unos labios que se posan en la piel de otra persona, un beso que se lanza al aire o que se persigue íntimamente. “Basium” pinta y traza otro horizonte: es una palabra que Catulo usó en sus poemas para designar al beso erótico.

Cuando las crías de ciertos primates carecían de dientes, la madre masticaba el alimento y lo depositaba, lo colocaba mediante un beso en la boca de su cría. Un beso maternal para la sobrevivencia, una caricia que alimenta, un contacto capital entre dos seres vivos.            

Escribe Octavio Paz en Piedra de sol: “todo se transfigura y es sagrado, es el centro del mundo cada cuarto, es la primera noche, el primer día, el mundo nace cuando dos se besan”.

El beso, instante eterno, es la escultura de Rodin, es la traición de Judas, es el espléndido óleo de Gustav Klimt; está en la música popular, en los refranes, en el alma atormentada o gozosa del poeta, en los sueños de los amantes, en el anhelo del niño y de la madre.

Es moneda de cambio al que Marilyn Monroe dedicó la siguiente frase: “En Hollywood te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma”. Besos de celuloide, fingidos y tan verdaderos como la ficción, tan luminosos como el instante en el que la pantalla nos atrapa para llevarnos con su luz fabricada a la ensoñación de la vida.          

Miguel Hernández, el gran poeta español, nos dejó entre otras muchas estas líneas: “Beso que rueda en la sombra: beso que viene rodando desde el primer cementerio hasta los últimos astros. Astro que tiene tu boca enmudecido y cerrado hasta que un roce celeste hace que vibren sus párpados”.

En el capítulo 7 de Rayuela, Julio Cortázar escribe: “Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua”.   Al celebrar el beso, festejamos la historia de la humanidad. Una caricia, un saludo, una despedida, el recuerdo de un instante, la dulzura de la memoria que nos dice en silencio todo lo que hemos callado.