Hito Steyerl
(Agradecemos a Hito Steyerl y a Translate por permitirnos realizar la traducción al español)
¿Es la clase trabajadora de hoy ‘subalterna’? O para repetir la pregunta con el título del igualmente famoso y controvertido texto de Gayatri Spivak, “Can the Subaltern speak?”: ‘¿Puede hablar la clase trabajadora?’ A primera vista esta pregunta es impactante; en una segunda instancia, es inapropiada. ¿Por qué debería excluirse específicamente a la clase trabajadora de la representación social de manera tan radical como lo requiere el concepto de subalternidad? A la luz de una socialdemocracia establecida en todo el mundo y de innumerables sindicatos y consejos de trabajadores, la pregunta parece absurda, si no descabellada. ¿Qué significa entonces sugerir la afirmación de que la clase obrera hoy está en silencio?
Corte, vayamos a una escena diferente. La película Tout va bien de Jean-Luc Godard y Jean-Pierre Gorin de 1972 muestra una entrevista con una trabajadora en una fábrica de embutidos ocupada. Jane Fonda interpreta a una reportera dedicada, que simpatiza con las trabajadoras y quiere hacer públicas las circunstancias de sus vidas. Sin embargo, esta entrevista se describe de una manera inusual. La película nos muestra la imagen de la entrevista, pero la superpone una voz en off con los pensamientos de la mujer parada silenciosamente a un lado. Ella piensa que la entrevista solo propagará más prejuicios baratos entre el público. La forma del reportaje social es en sí misma un cliché, una excusa para seguir sin escuchar a las trabajadoras. Godard y Gorin lo dejan claro: por mucho que la reportera interpretada por Jane Fonda pueda intentar transmitirnos la voz de las trabajadoras, no puede triunfar contra el poder concentrado de los clichés y los discursos. Cuanto más directamente busca dejar que las mujeres hablen por sí mismas, más fuerte se vuelve su silencio.
En una entrevista [1], Godard resumió este problema: dejar que los trabajadores hablen por sí mismos o involucrarlos en la producción de la película no significa en absoluto dejar que ellos expresen su opinión. Lo decisivo no es lo que dicen, sino lo que se escucha. Godard y Gorin, por tanto, nos muestran el escenario de la entrevista con esta mujer como puesta en escena paradójica de un elocuente silencio. ¿Puede hablar la trabajadora de Tout va bien? Incluso si habla, falta el sonido. Por tanto, ¿ya es subalterna?
Una traducción involuntaria
Históricamente, la conexión entre la clase trabajadora y la subalternidad no carece de fundamento. Según la leyenda, incluso Gramsci, que definía políticamente la subalternidad, ya sustituyó el término de clase subalterna por el proletariado en sus diarios de prisión (1934-35). No pudo usar la palabra proletariado debido a la censura carcelaria en la Italia fascista. De esta manera, el término subalternidad, que en realidad significa ‘de menor rango’, se abrió camino en la teoría política como una especie de traducción involuntaria. Gramsci relacionó el término con los grupos de la sociedad que estaban expuestos a la hegemonía de las clases dominantes, pero especialmente con las clases campesinas del sur periférico, que nunca se habían integrado en la nación italiana, en otras palabras, con grupos que estaban intrínsecamente desunidos y excluidos de la representación social. Los subalternos no hablaban el idioma de la nación, no podían comunicarse con él y, por lo tanto, tampoco formaban parte de él. De hecho, debido a la falta de un lenguaje común, cada grupo subalterno permaneció aislado de los demás. A diferencia del movimiento obrero de esa época, que desarrolló un lenguaje comprensible internacionalmente para constituirse como sujeto, los subalternos permanecieron dispersos.
En consecuencia, el neologismo terminológico de Gramsci experimentó lo mismo que todas las traducciones. Las traducciones tienen una dinámica propia: se cargan con nuevos significados que hacen imposible traducirlas de nuevo. El significado de los subalternos de Gramsci pronto se alejó mucho del proletariado de la comprensión marxista ortodoxa. A diferencia de un proletariado autoorganizado, los subalternos permanecieron difusos y desunidos. Por esta razón, tampoco tenían un lenguaje común que les hubiera permitido organizarse como clase o formar una nación. Su dispersión les impidió hablar con una sola voz y representarse políticamente. Por tanto, los subalternos ya no podían, o más bien aún no, ser trasladados de nuevo al proletariado.
Traducción como trans-latio
Sin embargo, todo el potencial del concepto de subalternidad se hizo evidente por primera vez en el curso de la llamada globalización. Porque las periferias cambiaron cada vez más en el curso de la integración de los mercados mundiales. Parece que es solo en los pisos superiores de las metrópolis donde ya no existe la línea de montaje del clásico Modern Times de Charlie Chaplin. Sin embargo, en lugar de desaparecer, solo hizo explotar la fábrica. La fábrica ahora tiene lugar en las minas, los campos, los dormitorios y cuartos traseros, las carreteras secundarias, los garajes y los estacionamientos donde esperan los y las jornalerosy jornaleras. Se vertió en el mundo, produciendo innumerables nuevos grupos subalternos casi industrialmente.
Por tanto, no es de extrañar que las aplicaciones más fructíferas del concepto de subalternidad tuvieran lugar en la India a partir de la década de 1970 y, posteriormente, en América Latina. Según Ranajit Guha, en la India la historiografía nacional excluyó a la gran masa de la población india del estatus de sujetos políticos en tanto subalternos. [2] Estos subalternos y subalternas representaban a la mayoría de la población; sin embargo, se ignoró su participación en la resistencia contra el poder colonial británico. En contraste con esto, el proyecto del Indian Subaltern Studies Group fue reconstruir las voces perdidas de los grupos subalternos a través del trabajo de archivo.
El artículo de Spivak, partes del cual se publicaron por primera vez en 1985, se vincula con este proyecto de contrahistoriografía. Aunque simpatiza con el proyecto del Grupo de Estudios Subalternos, Spivak -al igual que Godard antes- se pregunta si es realmente tan fácil hacer hablar a los excluidos. ¿Es suficiente sostener metafóricamente un micrófono frente a sus bocas, incluso si el micrófono se reemplaza en este caso con los métodos históricos de investigación de archivos? Esto es más que dudoso, ya que el archivo es un refugio de poder, en el que las huellas de los subalternos están necesariamente retorcidas y distorsionadas. Spivak nos cuenta cómo incluso los pocos nombres femeninos registrados en el archivo colonial fueron distorsionados por la ignorancia de los británicos hasta el punto de volverse irreconocibles. ¿Podemos siquiera entender las expresiones tartamudeando de lxs subalternxs en retrospectiva, especialmente las de las mujeres? ¿Deben los ‘expertos’ traducir a su vez el lenguaje de las subalternas para explicarnos lo que realmente quieren decir? El papel de los ‘expertos’ es también el objetivo de la primera e importante crítica de Spivak. Ella acusa a teóricos como Gilles Deleuze y Michel Foucault de asumir el papel de este tipo de expertos en la conversación entre ellos, específicamente porque quieren que los oprimidos ‘hablen por sí mismos’. Aunque el reproche parezca paradójico, en una lectura más atenta se vuelve bastante claro: en la conversación en cuestión, son los dos intelectuales los que representan el ‘hablar por uno mismo’ de los demás. En cierto modo, la situación se parece a la escena de Tout va bien, aunque de otra forma. Las trabajadoras supuestamente hablan ‘ellas mismas’, pero nuevamente no se puede escuchar nada; mientras que la voz en off en la película marca la ruptura del habla por uno mismo, aquí todo se superpone con el comentario de voz en off de los expertos. Interpretan una especie de ventrílocuo de grupos desfavorecidos, mientras actúan al mismo tiempo como si ni siquiera estuvieran allí.
Según Spivak, dejar que otros ‘hablen por sí mismos’ es, por tanto, un gesto no admitido de auto-glorificación. Ya tenía bastante razón al criticar este gesto hace veinte años como una rehabilitación encubierta del sujeto (de la clase media occidental). Spivak ve este esencialismo encubierto como diametralmente opuesto al esencialismo abiertamente admitido y por lo tanto aparentemente pasado de moda del Subaltern Studies Group con su proyecto de reconstruir un sujeto político subalterno. Mientras que el primero niega el sujeto, pero lo vive, el segundo lo niega inicialmente, pero solo como intrínsecamente heterogéneo y fragmentado. Solo se define por ser disperso e incomprensible y, en última instancia, consiste en pura diferencia.
Este último aspecto es el que le interesa especialmente a Spivak, y con ello va más allá del planteamiento del Subaltern Studies Group. Porque, ¿cómo podría articularse todavía un tema de este tipo? Más precisamente: no se puede. Reconstruir la voz de los subalternos principalmente no es posible, según Spivak, especialmente si estas subalternas son mujeres. Su ejemplo [3] más controvertido se relaciona con la quema de viudas en la India. Spivak afirma que estas viudas son silenciadas por una especie de dilema discursivo: mientras que fueron glorificadas por el patriarcado local como preservadoras de la ‘tradición’, para las potencias coloniales inglesas ejemplificaron el atraso bárbaro de los indios que iba a ser modernizado por la fuerza. Entre estas dos posiciones irreconciliables, a estas mujeres les resultó muy difícil, si no imposible, articularse. No importa lo que digan, al menos un lado, si no ambos, lo utilizaría indebidamente para legitimar su propia posición. Por lo tanto, incluso si estas mujeres hablaran, no podrían hacerse oír. Este era el significado del lema apodíctico y a menudo cuestionado atribuido a Spivak: ‘lxs subalternxs no pueden hablar’. [4] El orden de los discursos no permite la articulación de ciertos hechos, porque ellos mismos se basan en este silencio. Esto da como resultado una estrecha conexión entre el estado de subalternidad y el silencio. Si los subalternos no pueden articularse a sí mismos, entonces esto significa a la inversa que todos los que pueden articularse a sí mismos no son subalternos.
Mónadas autistas
Sin embargo, incluso el propio texto de Spivak se encontró con un contexto discursivo en el que algunos de sus argumentos podían entenderse claramente, pero otros no (lo que llevó a que alguien se preguntara irónicamente si Gayatri Spivak puede hablar). Podemos definir a grandes rasgos este contexto como el de los debates sobre las políticas de representación, ya que han sido conducidos por lo menos desde la década de 1970 por feministas, más tarde también por teóricas de los estudios poscoloniales y culturales. La cuestión fundamental que se planteó fue concretamente la de cómo lxs subalternxs aún podían emanciparse a pesar de todo esto, cuando según Gramsci la representación en el ámbito de la cultura era una condición previa para poder representarse también políticamente. Por tanto, si lxs subalternxs no podían ser representadxs, ¿cómo podrían convertirse en sujetxs políticxs autosuficientes?
La solución (provisional) del problema parecía estar en el llamado esencialismo estratégico, propuesto por el Subaltern Studies Group: aunque no se crea en la identidad o en el sujeto, se pretende por un tiempo, para volverse capaz de tener agenciamiento político. Sin embargo, el problema no fue solo que este enfoque se volvió cada vez menos estratégico y cada vez más esencialista a lo largo del tiempo. [5] Además, el problema también era que la visualización en su mayoría puramente cultural de varias posiciones de los sujetos no se correlacionaba en la medida que se esperaba con una representación política mejorada. En cambio, produjo una multitud de diferencias consumibles y colocó subjetividades en primer plano que insistían estrictamente en su respectiva singularidad. Esto resultó en un verdadero panóptico de los más diversos modelos del yo que encajan armoniosamente en una nueva forma de capitalismo basado en la explotación de la diferencia. [6] En relación a convertirse en sujeto político, esta política de la diferencia resultó fatal, ya que resultó en una cacofonía de mónadas que ya no tenían nada en común y tendían a competir entre sí. Especialmente después de la caída de los estados socialistas, la jerga, en la que se había deteriorado el lenguaje de un movimiento obrero internacional, también se rompió. Desde entonces, nos hemos visto enfrentados a una multitud de movimientos y demandas políticas mutuamente intraducibles, la mayoría absoluta de los cuales se refieren a identidades culturales o nacionales específicas. Un lenguaje compartido independiente de la identidad se ha vuelto muy lejano. En el mejor de los casos, solo podemos escuchar, como en Tout va bien, sus pensamientos no expresados.
En este silencio, una cosa se ha vuelto particularmente indescriptible: la solidaridad más allá de la identidad. Es como si el orden dominante ya no se basara en la exclusión de los demás, sino en la negación radical de su posible igualdad. Y no importa cuán claramente se articule la demanda de igualdad, se desvanece en una hegemonía que ha refinado la diversidad en una técnica de poder imperial.
Peter Hallward ha sostenido que el descuido de la igualdad es una tendencia generalizada en los llamados estudios poscoloniales, que han terminado en un callejón sin salida debido a su insistencia incondicional en la diferencia. [7] Una multitud de sujetos singulares que son respectivamente inconmensurables con todos los demás, o al menos se comportan como si lo fueran, genera un universo autista. La furiosa conclusión de Alain Badiou a estos desarrollos fue que ya no es la diferencia el problema, sino la igualdad que todavía falta. [8] Expresado con los propios ejemplos de Spivak: no solo la trabajadora del otro lado de la división internacional del trabajo sigue siendo subalterna, sino que ni siquiera sabemos por qué alguien podría ser solidario con ella. Es la solidaridad como tal la que se ha vuelto hoy subalterna, porque no hay un lenguaje en el que pueda articularse audiblemente.
Y ahora podemos volver a la pregunta del principio: ¿la clase trabajadora es hoy subalterna? La respuesta es: ¿Qué clase trabajadora? Una clase trabajadora global no existe hoy, y no es seguro que alguna vez existiera. Como en la definición de subalternidad de Spivak, está fragmentada y es inherentemente heterogénea; no habla un idioma común y difícilmente puede traducirse por sí misma. Si sus componentes tienen algo en común, esto todavía no se puede expresar, excepto en las frases gastadas de las burocracias obreras que en realidad solo representan los lobbies sociales nacionales. Y lo que consideramos como su ‘hablar por uno mismo’ es en realidad sólo la sincronización de labios de los ‘expertos’.
Como clase trabajadora global, la clase trabajadora de hoy es tan subalterna como los campesinos italianos del sur en tiempos pasados. Sin embargo, ¿cómo pueden las personas que están establecidas en una relación transnacional entre sí por la cadena de producción flexible del capitalismo contemporáneo articular su relación entre sí? ¿Cómo hablan lxs trabajadorxs a través de los profundos abismos de la división internacional del trabajo? Escuchamos un enjambre de voces, pero nadie está escuchando realmente.
Constituir un sujeto político más allá del ámbito del Estado, la cultura y la identidad es precisamente lo que parece hoy estructuralmente imposible y, por tanto, es tanto más urgente. Quizás se pueda encontrar una oportunidad, sin embargo, en que los subalternos y el proletariado se han vuelto mutuamente traducibles de una nueva manera. Como señaló Jean-Luc Nancy, es cada vez más cuestionable definir este tema intrínsecamente disperso a través del trabajo [9] , y quizás el objetivo de un lenguaje común también sea solo un obstáculo que obstaculice nuestra visión de la escucha común. El legado del texto de Spivak es la indicación de este momento de fractura – y la tarea que todavía nos presenta hoy no consiste en fortalecer el autista ‘hablar por sí mismo’ de los sujetos individuales, sino más bien en escuchar su silencio compartido.
[1] En la película La politique et le bonheur (1972).
[2] Ranajit Guha, “On Some Aspects of the Historiography of Colonial India”, en: Vinayak Chaturvedi (Ed.), Mapping Subaltern Studies and the Postcolonial, London / New York: Verso 2000, p. 1–7.
[3] Por ejemplo, en Benita Parry, “Problems in Current Theories of Colonial Discourse”, en: Bill Ashcroft / Gareth Griffiths / Helen Tiffin (Ed.), The Post-Colonial Studies Reader, London / New York: Routledge 1995, p. 36–44.
[4] La pregunta en su totalidad: “Del otro lado de la división internacional del trabajo del capital socializado, dentro y fuera del circuito de la violencia epistémica del derecho imperialista y la educación que complementa un texto económico anterior, ¿puede hablar el/la subalterno/a?”; Gayatri Spivak, A Critique of Postcolonial Reason, Cambridge, Massachusetts / London: Harvard University Press 1999, p. 269.
[5] Los avances en el campo del arte pueden leerse como un ejemplo paradigmático en este contexto: la poscolonialidad se ha interpretado habitualmente como un mandato para organizar exposiciones regionales (los Balcanes, el Cercano Oriente, etc.).
[6] Sobre esto, cf. Kien Nghi Ha, Hype um Hybridität. Kultureller Differenzkonsum und postmoderne Verwertungstechniken im Spätkapitalismus , Bielefeld: Transcript 2005, y The spectre is still roaming around, Zagreb: Arkzin 1998, p. 61 f.
[7] Peter Hallward, Absolutely Postcolonial. Writing Between the Singular and the Specific, Manchester / New York: Manchester University Press 2001.
[8] Alain Badiou, Ethik. Versuch über das Bewusstsein des Bösen, translated from French by Jürgen Brankel, Vienna: Turia + Kant 2003.
[9] Jean-Luc Nancy, The Inoperative Community. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1991.
Este texto es el prefacio de la traducción alemana de Can the Subaltern Speak? Postkolonialität und subalterne Artikulation, transl. by Alexander Joskowicz and Stefan Nowotny, Vienna: Turia + Kant 2007 (Es kommt darauf an, Vol. 6).
Nota del traductor: el género de la pregunta “Can the subaltern speak?” permanece tácito en inglés, lo cual resulta incómodo en español, donde el género masculino se usa de forma genérica. En el caso de Spivak, esto resulta paradójico, porque Spivak explícitamente se refiere principalmente a las mujeres subalternas. En ese sentido, opté con mezclar – un poco lúdicamente – formas neutras con el uso genérico del masculino, simplemente para llamar la atención sobre esta dimensión del concepto.